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Dic 2024 - Edición 289

Familia y colegio unidos en el aprendizaje

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El impacto de las familias en la asistencia escolar

El informe 2024 del Centro de Estudios del Ministerio de Educación revela que los estudiantes que cuentan con un apoyo constante de sus familias tienen tasas más altas de asistencia escolar y un menor riesgo de sufrir inasistencia grave. De todo esto y de los desafíos para el 2025 conversamos con Rebeca Molina, directora ejecutiva de Fundación Presente.

Por: Marcela Paz Muñoz I.
El impacto de las familias en la asistencia escolar

La investigación del Centro de Estudios del Mineduc ha puesto de manifiesto el impacto de las familias en la asistencia escolar. Pero, además, se trata de un apoyo que resulta más importante en contextos de vulnerabilidad, donde se revela como un factor protector fundamental que no solo fomenta la continuidad educativa de los estudiantes, sino que también tiene un impacto positivo en su bienestar socioemocional.

Rebeca Molina, directora ejecutiva de Fundación Presente, profundiza sobre cómo este acompañamiento familiar es clave para el éxito escolar y cómo se debe transformar la relación entre las familias y las escuelas para generar un impacto aún mayor. Según Molina, las familias deben ser vistas no como meros observadores del proceso educativo, sino como “copilotos” fundamentales en este viaje. “No tenemos que juzgar a las familias ni imponerles lo que deben hacer, sino fomentar relaciones de respeto y colaboración”, explica la profesional, haciendo énfasis en la importancia de reconocer su valor como aliados en la educación de los estudiantes.

Las barreras que impiden la participación familiar 

A pesar de la importancia del involucramiento familiar, existen barreras significativas que dificultan la participación activa de las familias en la vida escolar de sus hijos. Una de las más comunes es la desconfianza y la tensión que se ha ido generando entre estas y las escuelas. Molina explica que, especialmente en contextos de vulnerabilidad, a menudo se percibe a la escuela como un espacio de reproche: “Cuando el colegio llama a los padres y apoderados, muchas veces sienten que es para criticarles algo o para decirles que no están haciendo bien su labor”, afirma Rebeca. Esta percepción genera un miedo a la confrontación, lo que aleja a las familias y dificulta su involucramiento en el proceso educativo.

“Cuando las familias y las escuelas trabajan juntas, pueden ofrecer a los estudiantes las mejores condiciones para que se desarrollen de manera integral, mejorando no solo su rendimiento académico, sino también su capacidad para enfrentar los desafíos de la vida con confianza y determinación”.

Por otro lado, la falta de confianza no es unilateral. Las escuelas, en muchos casos, también tienen temores sobre el involucramiento de las familias, ya que en ocasiones puede generar tensiones y convertirse en una fuente de crítica constante a las prácticas educativas. Este distanciamiento mutuo, marcado por la desconfianza, tiene un impacto directo en los estudiantes, quienes se encuentran en medio de esta contradicción entre lo que dicen los padres y lo que dicen los profesores. Esta falta de alineación afecta la actitud de los estudiantes hacia la escuela, sus hábitos de estudio y, finalmente, su asistencia regular a clases.

Asistencia y desarrollo integral

Molina hace un llamado a las escuelas para que involucren a las familias en la comprensión del impacto directo que tiene la asistencia escolar en el desarrollo de los estudiantes. Explica que la asistencia a clase no solo influye en el rendimiento académico, sino que también desarrolla habilidades socioemocionales fundamentales para la vida adulta. “Los jóvenes que asisten regularmente a la escuela aprenden a gestionar su tiempo, a ser responsables y a superar los retos que surgen en su vida diaria, habilidades que no solo les serán útiles en el ámbito académico, sino también en su desarrollo personal y social a largo plazo”, explica la profesional.

Por ello, apunta Molina, involucrar a las familias en este proceso, entendiendo que la asistencia escolar es un componente clave para el bienestar integral de los estudiantes, “es fundamental para garantizar que los jóvenes no solo asistan a clases, sino que realmente valoren y aprovechen cada oportunidad de aprendizaje. Cuando las familias y las escuelas trabajan juntas, pueden ofrecer a los estudiantes mejores condiciones para que se desarrollen de manera integral, mejorando no solo su rendimiento académico, sino también su capacidad para enfrentar los desafíos de la vida con determinación”.

Desafíos para mejorar la participación familiar y reducir la inasistencia escolar

  1. Nunca bajar expectativas: existe una tendencia común en el sistema educativo chileno que consiste en bajar las expectativas de los estudiantes en sectores de vulnerabilidad, bajo la idea errónea de que mostrar empatía o cuidado implica no exigirles asistencia o rendimiento. “La muestra de cariño hacia los estudiantes no es dejar de exigirles, sino acompañarlos en el proceso educativo y tener altas expectativas sobre su desarrollo”, afirma Molina. Este es un desafío crucial: superar la idea de que los estudiantes en situación de vulnerabilidad necesitan que se les bajen las expectativas para “protegerlos”.

  2. Sumar a los apoderados: está relacionado con las experiencias pasadas de muchos padres que, en su juventud, vivieron experiencias educativas negativas o traumáticas. Para ellos, la educación formal no tuvo un impacto positivo y muchos creen que la escolaridad no tiene ningún valor. En este sentido, el reto de las escuelas es demostrarles que su participación puede transformar la educación de sus hijos, aportando valor real y tangible. Molina resalta la necesidad de que las escuelas no solo ofrezcan un aprendizaje significativo, sino que también trabajen en hacerles sentir a las familias que su participación es crucial para el éxito académico y personal de sus hijos.

  3. No siempre es un tema de recursos: respecto de la falta de estos, Rebeca Molina sostiene que no se necesitan recursos materiales para generar un impacto, sino un esfuerzo colectivo para crear un ambiente educativo de calidad y atractivo tanto para estudiantes como para sus familias. “Lo que realmente se requiere es generar valor por la educación, tanto en las familias como en los equipos docentes”, dice.

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