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Dic 2024 - Edición 289

Familia y colegio unidos en el aprendizaje

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Joseph Ramos, destacado economista y escritor: “Admiro a la gente que hace clases en secundaria”

Hijo de puertorriqueños, Joseph Ramos nació en Estados Unidos, donde primero estudió Ingeniería, y más tarde, motivado por ayudar a mitigar la pobreza en América Latina, Economía. Llegó a Chile como profesor visitante, y finalmente se quedó en este país donde formó su familia.

Por: Paula Elizalde
Joseph Ramos, destacado economista y escritor: “Admiro a la gente que hace clases en secundaria”

Ha sido por más de 50 años profesor de Economía en la Universidad de Chile y hoy, además de seguir conectado a la economía y al acontecer nacional e internacional, ha escrito sobre Dios y Jesús. En mayo de 2022 publicó el libro Creer o no creer, donde explica por qué hay una base racional para creer; y en noviembre de 2023, Jesús, donde expone nueve miradas sobre la persona de Jesucristo. 

-¿Cómo fue su experiencia escolar?

-Fui un buen alumno, me era fácil. Mi padre era universitario, mi madre tenía enseñanza secundaria, lo que para una mujer que nació en 1908 era mucho. Soy hijo único, era una familia donde las conversaciones eran de adultos y yo me integraba, hablaba de política, de todo y fui al Instituto Nacional de los Jesuitas en Nueva York; hay seis colegios de los jesuitas y este es gratis, solo se entra por examen y yo entré.

Me acuerdo del primer día, llegamos ahí y el cura dice “ustedes están aquí porque son inteligentes y si Dios les dio inteligencia es para que nosotros explotemos su coco” (ríe). Y así fue. Yo era el ateo del curso, mi padre en esa época era agnóstico y yo lo admiraba mucho. Si bien mi madre era católica, yo a los curas les hacía la vida miserable, les hacía montones de preguntas, y así aprendía. 

-Y luego, ¿cómo fue su experiencia universitaria? 

-Fui a Columbia, una universidad formidable, donde me gradué de ingeniero eléctrico antes que de economía. En Columbia, todos los estudiantes, sin excepción, teníamos que tomar un ramo de cuatro semestres de Pensamiento Económico y Social de Occidente, desde el Medioevo hasta Sigmund Freud; un curso de dos semestres de Literatura Occidental; un semestre de Apreciación de Música y Apreciación de Arte. Todos debíamos tener un año de ciencias y de matemáticas, independiente de lo que estudiáramos. Eso fue formidable, me cambió mucho la vida. 

-¿Cómo llega a la economía?

-Ingeniería no me llenaba, y después de ejercer durante tres años, decidí pasar a economía. Lo que conservaba de ingeniería era la convicción de que, gracias al progreso tecnológico del siglo XX, por primera vez en la historia de la humanidad era posible poner fin a la pobreza. Y yo me dije “entonces yo voy a participar en eso”. ¿Cómo se hace? Estudiando economía, y lo hice para trabajar un poco en poner fin a la pobreza. 

-¿Recuerda a algún profesor?

-A varios. Tuve una monjita en la escuela parroquial, que no hablaba mucho, pero que tenía un cuento de los misioneros franceses en Canadá, de uno a quien le cortaron los dedos y que, al volver a Francia, no podía consagrar, porque tenía que tener tres dedos para hacerlo, y el Papa le permitió consagrar, y luego al volver a Canadá, lo mataron. Me impresionaban sus cuentos. 

En secundaria, me gustaba mucho un profesor de matemáticas. Era un tipo que tenía un buen sentido del humor, pero también nos disciplinaba. 

En la universidad tuve un Premio Nobel de Física, muy bueno, que también me impresionó mucho. He tenido profesores que me marcaron. 

-¿Cuándo llega a Chile?

-Llegué el año 68 a trabajar como profesor visitante a la Facultad de Economía de la Universidad de Chile, y jubilé allí 50 años y 6 meses después de haber empezado a hacer clases, un poco antes del estallido. Siempre estuve en la facultad, vinculado desde un principio.

-¿Y cómo fue su trabajo como profesor de jóvenes?

-En primer lugar, el trabajo en la universidad es fácil en comparación con la enseñanza básica y media. En la universidad no tenemos problemas de disciplina, yo no tomaba asistencia, podían llegar a la hora que quisieran. 

Uno está basándose en la responsabilidad del joven. Solo al final tuve el problema de los teléfonos, en que uno se daba cuenta de que estaban viéndolo, entonces les decía“el que quiere ver el celular puede ir fuera, pero si está en la clase, está en la clase”, ahí se humillaban y nadie salía. 

Admiro a la gente que hace clases en secundaria, lo más cerca de eso es tal vez primer semestre. Lo que traspasaría a los profesores es que los jóvenes están en una edad en la que están buscando ideales por los que vivir, en qué trabajar, qué estudiar, entonces uno tiene una gran oportunidad de entusiasmarlos con la materia. A mí me gustaba le economía, y trataba de contagiarlos con mi interés propio, y he sabido por varios estudiantes que eso fue fundamental.

-Yendo al lado más espiritual, ¿por qué creer?

-Mira, lo que yo digo es que todo el mundo reconoce que creer en Dios es más esperanzador que creer que no hay Dios. Pero la pregunta de fondo no es cuál es la visión más esperanzadora, sino cuál se ajusta a la realidad, y yo creo que hay un sostén racional muy fuerte, muy superior, a favor de la creencia. 

Y tal vez porque Chile ha sido un país culturalmente católico, se ha trabajado menos en la parte racional de la religión y ahora es necesario. Ya no es hegemónico el catolicismo, el cristianismo ni la creencia. Yo creo que se hace cada vez más necesario desarrollar, mostrar, el componente racional tras las convicciones religiosas. 

Creo que la evidencia científica y filosófica es mucho más fuerte a favor de creer y eso es sobre lo que trata mi primer libro, sobre la creencia de Dios, como dice el subtítulo “Del misterio de Dios a la luz de la razón”. Hoy en día hay dos árbitros de qué es lo creíble en la cultura actual, la ciencia y la razón, lo demás es esotérico, y este primer libro se centra en eso. 

Y el segundo libro, sobre Jesús, apela más bien al corazón. Nadie se enamora de ti por la razón, sino porque te cautiva. Trato de cautivar, a medida de lo posible, al lector con la figura de Jesucristo. No como un Jesucristo dulzón, sino que como fue: contracultural, alguien irreverente, provocador, que no se dirigía a los poderosos, ni a los buenos, ni a los que veían la paja en el ojo ajeno y no en el propio, tenía un desdén por eso. 

Jesucristo invierte los valores de este mundo, se apunta a los más necesitados, caídos, y yo creo que es una figura muy atractiva. El modelo de Jesús que tiene el cristianismo es algo que creo que puede ser muy llamativo para un mundo que añora testimonio y está hasta la coronilla con bonitas palabras.

“Soy un converso sobre la educación técnico profesional”

Cuando fue presidente de la Comisión de Productividad, le tocó hacer un estudio sobre la enseñanza técnico profesional, desde la media hasta los CFT, y cuenta que este estudio cambió su mirada sobre la educación TP.  

“Me di cuenta de que en Europa, como 30-40% de los jóvenes no van a la universidad, sino a carreras técnicas y yo dije ‘chuta, esto no es cosa del pasado, es cosa del futuro’. Ahí me puse a pensar que la educación humanista enseña de forma abstracta, uno aprende la teoría y termina aplicándola, pero mucha gente no piensa bien en abstracto: aprenden bien haciendo y del hacer llegan a la teoría. Y no es una debilidad, sino que son así. La educación técnica es, entonces, para quienes de la experiencia práctica pueden inferir, deducir principios mayores. Me di vuelta por completo”. 

Además, comenta, en la Facultad de Economía de la Universidad de Chile tienen un programa llamado Escuela de Desarrollo de Talentos para apoyar a jóvenes de Enseñanza Media Técnico Profesional, donde durante todo tercero y cuarto medio, alrededor de 75 alumnos de Enseñanza Media TP van a la facultad 10 horas semanales a reforzar matemáticas, lenguaje y capacidades blandas. “El 75% de ellos han ingresado a la Católica, a la Chile, a la Usach, ha sido muy exitoso”. 

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