Suscríbete a nuestra revista y podrás leer el contenido exclusivo online
Regístrate y accede a la revistaA meses de haber asumido como nuevo arzobispo de Santiago, monseñor Fernando Chomalí conversó con Revista Educar sobre los desafíos y problemáticas actuales de la Iglesia, centrando su rol en el papel formador con los jóvenes. “Quisiera agradecer a la Revista Educar por este espacio que me han dado para reflexionar, en breves palabras, sobre la tarea que me espera como arzobispo de Santiago”.
Conocedor de las artes y de su importancia en la formación de las personas, el nuevo arzobispo de Santiago, monseñor Fernando Chomalí, rescata el valor de la familia en la educación de los jóvenes ya que, como señala, “el colegio es mucho lo que puede hacer, pero jamás va a determinar a la persona en su conciencia moral y en su espíritu crítico, y menos en sus creencias, eso es tarea de los padres”.
-Tras incursionar en la dramaturgia y la pintura, publicó el libro Desde la plaza del alma en el marco de la cruzada por evangelizar a través del arte. En la introducción señala: “con estos sencillos poemas (…) pretendo hacer ver cómo la dimensión dramática de la vida también es capaz de ser fuente de belleza”. ¿Cómo orientar a los jóvenes en una sociedad que se ha vuelto escéptica, que pone a prueba la trascendencia y dignidad del ser humano?
-Efectivamente, para mí la vida es un gran misterio. Siempre me he preguntado, ¿por qué existo? ¿Por qué soy como soy? ¿Por qué nací donde nací? Y las cosas no fueron distintas y evidentemente eso me llevó a Dios, porque solamente en Él encuentro las respuestas más adecuadas.
La relación con Dios es hermosa, es muy profunda, pero se da en el contexto de Dios que llama y el hombre que quiere hacer su voluntad. Esa es una lucha, es un drama maravilloso, en el cual siempre Dios vence.
“En esta tarea que se me encomienda quiero mostrar el rostro misericordioso de Jesucristo. Quiero dar testimonio de la belleza de creer y, sobre todo, que se nos note que tenemos una especial predilección por los más pobres”.
En el caso de los jóvenes, yo les digo que lo primero que hay que hacer en la vida es ser honesto con uno mismo y preguntarse la razón por la cual somos, la razón por la cual existimos. Y descubrir el plan de Dios en la vida de uno, que no siempre coincide con el plan que tenemos para nosotros mismos.
Y justamente el lugar donde se desarrolla con mayor fuerza esa posibilidad de trascender la propia experiencia humana, espiritual, social es a través del arte. ¿Por qué? Porque el arte sublima. La racionalidad sublima los sentimientos, de tal manera de lograr llegar a Dios.
-En noticias vemos a diario ejemplos de deshonradez, corrupción y en la sala de clase debemos formar jóvenes con integridad académica. ¿Cómo brindar un sentido de coherencia y de formación cristiana donde la verdad y la razón pueden caminar junto a la fe?
-Soy un convencido de lo que dice el salmo, “Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles”. Yo creo que el drama del mundo actual es que quiere hacer una vida sin Dios y cuando haces una vida sin Dios, terminas negándote a ti mismo.
Hoy, sin lugar a duda, la fe nos ayuda a comprendernos como un don y el hecho de que estamos llamados principalmente a ser un don para los demás. Esa experiencia de reconocerse como un don nada contracorriente, porque actualmente lo que prevalece no es la categoría de don, sino que la categoría de éxito, de triunfo, de competencia, donde va quedando mucha gente en el camino.
Por eso, es tremendamente importante reconocer que la razón por sí misma es incapaz de orientarnos en nuestra vida porque siempre va a existir la tentación de San Pablo, de hacer lo que no queremos y de no hacer lo que queremos, y eso se resuelve con un gran espíritu de fe y también, en la oración.
-En su infancia, ¿cuánto le marcó la formación laica de los colegios en que fue alumno, como la Alianza Francesa y el Instituto Nacional?, y, por tanto, ¿cuánto pueden influir las familias en la formación religiosa de los alumnos?
-Yo doy gracias a Dios por los dos colegios donde estudié, la Alianza Francesa y el Instituto Nacional, colegio donde tuve una muy buena formación académica, sin lugar a duda. Y donde también conocí grandes amigos que me acompañan hasta el día de hoy.
Además, gracias a esos establecimientos pude ingresar a estudiar ingeniería en la Universidad Católica. Por lo tanto, soy una persona agradecida. Pero evidentemente, yo no puedo pretender que un colegio me dé la formación a la cual están llamados a entregar mis propios padres. Ellos son los primeros educadores.
Mis padres comprendieron que la educación tiene una dimensión racional, sin lugar a duda, pero también posee una dimensión ética y otra religiosa, y creo que eso en la casa me la brindaron, o al menos me abrieron la posibilidad de acceder a ella.
En todo caso, el drama de la situación actual es que los padres muchas veces se sienten incapaces de educar a sus hijos y ponen toda la confianza en el colegio. El colegio es mucho lo que puede hacer, pero jamás va a determinar a la persona en su conciencia moral y en su espíritu crítico, y menos en sus creencias, eso es tarea de los padres.
-En una entrevista pasada menciona a los hermanos González, profesores suyos en el Instituto Nacional que ofrecían clases gratis para entrar a la universidad, ¿de qué manera buenos docentes pueden marcar la vida de sus alumnos? ¿Cómo formar profesores con valores cristianos?
-Tuve buenos profesores, los vi tremendamente comprometidos y creo que tenían vocación porque les gustaba enseñarnos, les gustaba que nos fuera bien y creo también que a muchos les importaba vernos felices. Evidentemente que eso a mí me emociona porque de alguna manera, en el tejido de la vida de uno, los profesores siempre son personas muy relevantes y tengo grandes recuerdos de muchos de ellos.
Lo primero que hay que hacer en Chile es volver a reconocer la vocación del profesor, reconocerlo como un estamento fundamental en el tejido social y, sobre todo, reconocer que de ellos depende en gran medida el futuro de la familia. En la medida que haya una alianza importante con los padres, con la comunidad, podemos estar centrados en lo que realmente importa, que es que cada alumno saque lo mejor de sí mismo.
- ¿Cuál es su visión del rol de la Iglesia en la formación de los jóvenes? ¿Cómo ve la Iglesia que recibe y hacia dónde debe transitar?
-La Iglesia forma anunciando el Evangelio. Es lo único que tiene. El anuncio de Jesucristo como el centro de la vida, Jesucristo como aquel que nos ilumina en el camino. Jesucristo como quien nos salva.
Es decir, que nos permite pasar de la muerte a la vida, lo que se traduce en pasar de la desesperanza a la esperanza. De la tristeza a la alegría. De la mentira a la verdad, de todo lo que es injusto a lo justo. Y para eso hay que mostrar a Jesucristo, conocer a Jesucristo. Aprender a amarlo y tratar de asemejarse a él. Yo creo que nuestra condición de imagen y semejanza de Dios está orientada justamente a eso; a tener la capacidad, la posibilidad de conocer a Jesucristo, de amarlo, de creer en Él y de seguirlo.
-Como gran bioeticista, ¿cuáles son los debates más difíciles para la Iglesia en esta área?
-Hoy los debates más difíciles para la Iglesia en bioética son, al final de cuentas, tres. El primero, si el ser humano es anterior al Estado, a las leyes, a los gobiernos y que en cuanto es anterior debe ser siempre respetado. O bien será el emerger de la subjetividad de la persona aquella que va a darle valor a la realidad.
El debate bioético más importante para la Iglesia es si existe una verdad objetiva en las cosas y en la realidad que nosotros estamos llamados a reconocer. O es cada uno que le da a la realidad según su percepción, sus sentimientos, su opinión, el valor a las cosas y también el valor a la persona.
Otro debate fundamental en la bioética es mostrar que el ser humano es un sujeto, no un objeto. Es una persona, no una cosa. Es un fin en sí mismo y no es un medio. Y, por lo tanto, el debate es si estamos frente a una realidad en la cual reconocemos su esencia o estamos en una realidad que está a los pies de lo que nosotros creemos o pensamos. Desde ese punto de vista, un gran servicio que presta la Iglesia es un reconocimiento ontológico de la persona humana. Y, especialmente, el hecho de reconocer que la verdad existe y que el hombre es capaz de conocer.
-En el documento Dignitas Infinita, recientemente emitido por el Papa Francisco, se relevan algunos elementos de la dignidad humana, donde se abordan temas como “la gestación subrogada que se contradice con la dignidad fundamental de todo ser humano”, la teoría de género o la idea de que el género puede cambiar. El documento afirma que Dios creó al hombre y a la mujer como seres distintos con diferencias biológicas y se refiere al tema de la orientación sexual, ¿cómo transmitir esas ideas centrales a los jóvenes en el mundo actual?
-Hoy el documento de dignidad infinita es de una gran riqueza, porque vuelve a lo más propio de la doctrina católica, que es justamente una fuerte base teológica, una fuerte base bíblica y una antropología con una metafísica de la persona, es decir, al ser humano se lo reconoce más allá de sus circunstancias. Se lo reconoce en cuanto tal y evidentemente eso es lo que tenemos que transmitir a los jóvenes. Lo anterior tiene mucho que ver con el mandamiento del amor, “Amar a Dios por sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo”.
Monseñor Fernando Chomalí Garib nació el 10 de marzo de 1957 en Santiago de Chile. Hizo sus estudios primarios y secundarios en la Alianza Francesa y en el Instituto Nacional. Recibió su título de ingeniero civil en 1981 en la Pontificia Universidad Católica de Chile.
Ingresó al Seminario Pontificio Mayor de Santiago en 1984 y fue ordenado sacerdote por el arzobispo de Santiago, cardenal Carlos Oviedo Cavada, el 6 de abril de 1991. Obtuvo su Licenciatura en Teología Moral de la Academia Alfonsiana, de la Pontificia Universidad Lateranense de Roma en 1993, y posteriormente, en 1994, el grado de doctor en Sagrada Teología de la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma. En 1998 le fue otorgado el grado de master en Bioética por el Instituto Juan Pablo II, de la Pontificia Universidad Lateranense.
Desde el año 2001 es miembro de la Pontificia Academia para la Vida y fue miembro del Comité Directivo de dicha academia vaticana del año 2010 al 2012.
El 6 de abril de 2006 el Papa Benedicto XVI lo nombró obispo auxiliar de Santiago, recibiendo la ordenación episcopal el 4 de junio del mismo año, de manos del entonces nuncio apostólico de Su Santidad en Chile, monseñor Aldo Cavalli.
El 20 de abril de 2011 el Santo Padre Benedicto XVI lo nombró arzobispo de Concepción y en octubre del 2023 el Papa Francisco lo nombró como arzobispo de Santiago.
Mons. Chomalí es actualmente el vicepresidente de la Conferencia Episcopal de Chile.
Revisa nuestro contenido en todas las plataformas desde un teléfono hasta nuestra revista en papel.
Mantengamos la conversación, búscanos en twitter como @grupoEducar
Tweets by grupoEducarIngresa a nuestra comunidad en Facebook y profundicemos el debate.