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Regístrate y accede a la revistaExpertos coinciden en que enseñar principios es una de las claves necesarias para educar personas integrales, y que es justamente en la etapa escolar en la que se siembran las bases del futuro personal de cada uno de los alumnos.
“En la formación en valores está en juego el crecimiento personal, y cada una de las personas estamos llamadas a crecer: el cuerpo y el alma, la inteligencia, la voluntad, la propia intimidad”, nos cuenta desde España, José María Ortiz, rector de la Universidad Villanueva.
De acuerdo con su mirada, ser persona significa continuar, proseguir, crecer. “Y eso implica que tenemos que adquirir virtudes intelectuales y virtudes morales que perfeccionen nuestra inteligencia y nuestra voluntad, y que integren toda nuestra sensibilidad y afectividad”.
Por tanto, durante la educación escolar resulta particularmente crítica la formación en virtudes y valores, puesto que es allí donde se siembran las bases para el futuro personal de cada uno de los alumnos. “Nuestra estructura personal está formada por hábitos, y cualquier nuevo acto los perfecciona o deteriora, los coloca en un nuevo punto de partida creciente o menguante”.
“Los educadores tenemos que enseñar ante todo que ser persona significa ser en relación con otros. Me parece que ahí tenemos el gran reto educativo de nuestro tiempo”. José María Ortiz, Rector de la Universidad Villanueva en España
Por ello, para Margarita Álvarez, subdirectora de Formación del colegio Trigales de Puente Alto, que forma parte de la RED Irarrázaval, resulta clave estar conscientes de que “nuestras alumnas son personas cuyo desarrollo involucra todas las dimensiones personales. Los valores forman a nuestras niñas en cuanto a su inteligencia y deben saber en qué consiste y por qué es bueno vivirlos. También en la afectividad, porque yo me quiero a mí mismo y a los demás, y en la voluntad para alcanzarlos tengo, ya que debo escogerlos libremente y decidirme a adquirirlos con el esfuerzo que me signifique. Abarcan a toda la persona y son la base para la buena convivencia, para crear entornos de paz, y crecer no solo personalmente sino también como comunidad”.
En esa misma línea, el rector de la Universidad Villanueva agrega que los valores no se enseñan, pero “se aprenden, y de ahí la importancia de enseñar con el ejemplo. Esa es la transversalidad más importante del trabajo escolar: los alumnos se olvidarán de lo que les dijimos o incluso de lo que les hicimos, pero nunca olvidarán cómo se sintieron tratados”.
Todo profesor, dice Ortiz, tiene un nivel de exposición inmenso (incluso, diría, un poco agotador). “Son muchos los ojos puestos no tanto en qué hace sino en cómo lo hace. Día a día, lo quiera o no, enseña a sus alumnos a respetar, a preguntar, a reconocer, a escuchar, a unir, a corregir con elegancia, a dar sentido a las cosas, a sonreír cuando cuesta, a dejar pasar lo que puede esperar. ”.
En todo caso, se requiere anclar los valores que tratamos de formar. “Para eso se necesita dedicar tiempo, hacer muchas y buenas preguntas, enseñar a pensar a cada alumna y a cada alumno, porque solo si descubren esa veta, su formación será sólida”, puntualiza José María Ortiz.
Margarita cuenta que “en un colegio no solo son importantes las clases que cultivan lo intelectual, el pensamiento reflexivo, sino también otras actividades que favorecen la cultura, el buen vivir, la dimensión social. En este sentido, las virtudes -que son la manera concreta de vivir un valor- adquieren una gran importancia, ya que ayudan a desarrollar hábitos que, si son bien logrados, conformarán una personalidad madura en relación con la edad de cada niño”.
“El rol de los docentes es clave (...) son ellos mismos los modelos para los alumnos, ya que la escuela es una sociedad en una dimensión más pequeña, donde por medio del ejemplo les muestran a sus estudiantes con su manera de vivir y de actuar en las distintas circunstancias, dentro y fuera del aula”. Margarita Álvarez, Subdirectora del Colegio Trigales del Maipo
En ese sentido, el rol de los docentes es clave: “En primer lugar, son ellos mismos los modelos para los alumnos, ya que la escuela es una sociedad en una dimensión más pequeña, donde por medio del ejemplo les muestran a sus estudiantes -con su manera de vivir y de actuar en las distintas circunstancias dentro y fuera del aula- cómo llegar a una vida armoniosa cultivando los valores”, señala la subdirectora de Formación del colegio Los Trigales del Maipo.
De hecho, los alumnos sienten atracción por aquellos profesores que con su conducta se muestran solidarios, justos, alegres, responsables, etc. “Por ejemplo, en el colegio Trigales del Maipo la formación en virtudes es la columna vertebral de la educación de nuestras alumnas, ya que se trabajan de manera transversal con toda la comunidad educativa. Procuramos que durante el año se trabajen alrededor de cinco virtudes, y cada una tiene como mínimo un mes de ejercicio. En Educación Parvularia, se entrega a cada educadora un plan de trabajo de la virtud, en Enseñanza Básica trabajamos con el apoyo de la consultora EPI con lemas, cuadernillos con actividades e incentivos de logro. Mensualmente se premian a los cursos y/o niñas más destacados”.
Para el rector de la Universidad Villanueva, “la clave está en la jerarquización y en las prioridades, porque casi todos tenemos unos valores similares y en lo que nos diferenciamos es en el orden en que los situamos, cómo los priorizamos. Y ese orden es lo que hay que trabajar, en particular cada profesor, que debe hacerlo a la vez que enseña las materias específicas”.
“(Debemos) avanzar a una escuela que contemple todas las dimensiones de la persona y formar en las habilidades del siglo XXI. Para ello, es importante el desarrollo de habilidades socioemocionales que serán fundamentales para formar ciudadanos conscientes de sí y que influyan en su comunidad”. Marcela Velázquez, Encargada de Formación del Colegio Arzobispo Manuel Vicuña
De hecho, agrega el rector de la Universidad Villanueva:“En cualquier materia, la metodología docente que usemos es fundamental para enseñar valores. Un coloquio, un debate, sirve para enseñar a comunicar, a respetar, a apoyarse unos en otros, a distinguir las opiniones de las personas. Todas las metodologías participativas ofrecen la posibilidad de educar en valores, siempre que el profesor tenga en mente lo que quiere conseguir, y siempre que (y esto es lo más importante) esté motivado”.
“Los educadores tenemos que enseñar ante todo que ser persona significa ser en relación con otros. Me parece que ahí tenemos el gran reto educativo de nuestro tiempo: dejar de pensar en individuos que se aíslan, y pensar en personas que se necesitan. No es verdad que seamos seres autónomos, independientes; nacemos dependientes, morimos dependientes, y nos pasamos la vida generando dependencias”, señala Ortiz.
Marcela Velázquez, encargada de Formación del Colegio Arzobispo Manuel Vicuña, explica que por ello es esencial “que nuestros docentes estén conscientes del hecho de que estamos llamados a ser modelo, reflejo y testimonio. Llamados a ser modelo de los valores y virtudes a través de su ejemplo diario, a ser reflejo, es decir, mostrar a cada estudiante los actos en los que viven los valores que declaramos y llamados a dar testimonio, compartiendo experiencias inspiradoras de cómo se ven y viven los valores y virtudes. Estas cualidades profesionales serán esenciales para guiarlos en su formación de manera transversal”.
Ayudarles a conocerse a fondo: que descubran cuál es su don, su carácter dominante, para que puedan agradecer lo que han recibido y adquieran las virtudes que necesitan. “Soy consciente de que cada persona es única: ellos lo son, y yo también”.
El hilo conductor de todo es la alegría, la inteligencia positiva. Por eso, hay que enseñar que lo más difícil en la vida no es diagnosticar el mal y ponerle remedio, sino mantener la mirada levantada ante el bien. La alegría es lo que demuestra haber aprendido a distinguir el bien del mal. Necesitamos aprender a perdonar y no puede perdonar quien no ha sido perdonado, ni quien no sabe perdonarse a sí mismo.
El ambiente de alegría resulta esencial para el crecimiento personal, porque mejora nuestros recursos cognitivos, la capacidad de atención y nuestras capacidades operativas. En ese ambiente, la inteligencia positiva permite que cada uno descubra su don y pueda dar su mejor versión.
Desde Belén Educa, “respondemos formando en las competencias del Sello Belén, que consta de valores y actitudes definidos en el perfil del estudiante y que comprende cinco valores y 20 virtudes”, nos cuenta Marcela Velázquez, encargada de Formación del establecimiento que, además, forma parte de la RED Irarrázaval.
El sello que recorre al colegio es la promoción de valores como el amor, la responsabilidad, la esperanza, la fortaleza y la justicia, los que permiten a los jóvenes aportar -desde su vocación y proyectos de vida autónomos- a forjar el país que anhelamos, contribuyendo como líderes cristianos y buenos ciudadanos al país.
“En segundo lugar, relevamos nuestra dimensión social, ya que estamos llamados a vivir en comunidad. Ese aprendizaje colectivo, que se produce en la escuela, provoca la evolución de las sociedades. La formación en valores guía a las personas para erguir sus vidas, influir en su medio y aportar a la transformación de un país más justo, solidario y sostenible, como lo indica la visión de Fundación Belén Educa”.
Marcela explica que en su colegio se imparte la especialidad de Administración, “trabajamos la responsabilidad y la excelencia fundamentales para la vida profesional, además de un fuerte trabajo para la continuidad de estudios. El 97% de los alumnos continúa estudiando en estudios superiores. Y el 86,7% luego de egresar del colegio y hacer su práctica técnico profesional, se titula como técnico de nivel medio”.
El itinerario de Formación y Convivencia Escolar incluye acciones diseñadas para asegurar los aprendizajes socioemocionales y ciudadanos:
1. La reflexión diaria en la oración de la mañana.
2. El Programa de Orientación que trabaja las dimensiones de conciencia de sí, gestión de sí, habilidades relacionales, conciencia social y toma responsable de decisiones; generando reflexión, diálogo e información que les permita forjar su carácter y construir proyectos de vida que aporten a la sociedad.
3. Las Jornadas de Encuentro con Cristo que viven todos los cursos.
4. Programa de Consejo de Curso, que se trabaja con las directivas de cada curso para potenciar la formación ciudadana y el liderazgo cristiano.
5. Celebración de días que se ajustan al calendario escolar para la promoción de la inclusión, la equidad, el respeto a la diversidad.
6. Juego de perfil del estudiante. A partir del perfil del estudiante que queremos formar, creamos un juego para que puedan trabajar a través de preguntas.
7. La Pastoral y el Centro de Estudiantes como instancias en las que se promueven los valores del Sello Belén a través del servicio, la solidaridad y el bien común.
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