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Regístrate y accede a la revista“La auténtica excelencia no es un resultado satisfactorio, sino más bien el camino adecuado que se elige para recorrer todos los aspectos de la vida”. Por tanto, “los docentes al comprometernos a hacer las cosas bien, establecemos altos estándares para nosotros mismos y para aquellos a quienes servimos”.
Si hay algo esencial y apasionante en la adolescencia y en la juventud, es que la vida que queda por vivir siempre resulta más atractiva que la vivida. “Llega a ser el que eres”, decía el poeta griego Píndaro para motivar a los atletas griegos a que lograran el fin que se habían propuesto siendo fieles a su propia esencia.
En este “llega a ser” aparece la apasionante vocación del educador cuyo fin es, en primer lugar, guiar a sus estudiantes a abrazar su propia esencia para hacer brillar en cada uno el ser que es propio, de modo que se parezcan a sí mismos. Y, en segundo lugar, generar las condiciones para que lo primero suceda. Saber quién ser, educarse para querer serlo.
Todo educador con maestría debe crear las condiciones adecuadas en el aula para que, a partir de la transmisión de conocimientos, cada estudiante traiga su futuro anhelado al presente vivido y entienda que ese tiempo de aprendizaje contribuye a definir su propia vida. Educar es enseñar a vivir bien y equipar con las herramientas adecuadas para lograrlo. El arte de mostrar el camino hacia una vida lograda implica poner a los alumnos en contacto con la verdad y las virtudes a través de las ciencias.
Aprender a vivir bien es un arte que solo se puede adquirir en una existencia que tenga sentido en presente y propósitos personales. No existe una vida feliz que pueda ser comprada o copiada, no hay fórmulas mágicas. Se requiere educar el carácter –lo adquirido con los años– para adquirir un estilo único e irrepetible. A este fin contribuyen las virtudes, hábiles artesanas encargadas de descubrir y concretar las potencialidades ocultas mediante el logro de un obrar coherente. Como diría Alejandro Llano, “ser más y, en consecuencia, ser capaz de más”.
El camino hacia la felicidad es fruto de un proceso interior de autoconocimiento y aceptación que lleve a descubrir las verdaderas necesidades, deseos y valores, dejando de lado aquello que aparta del buen camino y roba la paz interior. Al tema de la búsqueda de la felicidad, Kierkegaard agrega que “la puerta de la felicidad se abre hacia dentro, hay que retirarse un poco para abrirla: si uno la empuja, la cierra cada vez más”, invitando a buscarla en nuestro interior, pero tomando distancia de todo aquello que pueda desesperarnos, estresarnos o angustiarnos.
El éxito que está más allá del éxito está en coherencia entre el ser y el hacer. El crecimiento profesional supone, antes, crecimiento personal, ya que una mala persona no puede ser un buen profesional: quizás logre ser competitivo, pero jamás será competente. Una vida plena implica un constante proceso de superación personal y la búsqueda de la excelencia en todas las áreas de la vida. El lema de los Juegos Olímpicos modernos, “Citius, altius, fortius” (Más rápido, más alto, más fuerte), puede inspirar a los docentes para que enseñen a sus alumnos la búsqueda de la superación constante que incluye el crecimiento emocional, intelectual y espiritual.
La auténtica excelencia no es un resultado satisfactorio, sino más bien el camino adecuado que se elige para recorrer todos los aspectos de la vida. Al comprometernos a hacer las cosas bien, establecemos altos estándares para nosotros mismos y para aquellos a quienes servimos. Esto implica un compromiso con la calidad en nuestro trabajo, la honestidad en nuestras relaciones y la responsabilidad en nuestras acciones. Por eso, como desarrolla Covey en Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva, la excelencia no es un fin, sino el medio, y consiste en cultivar hábitos positivos y practicar la integridad en todos los ámbitos de la vida.
“Todo educador con maestría debe crear las condiciones adecuadas en el aula para que, a partir de la transmisión de conocimientos, cada estudiante traiga su futuro anhelado al presente vivido y entienda que ese tiempo de aprendizaje contribuye a definir su propia vida”.
Al enfocarnos en vivir con excelencia, comenzamos a superar nuestros propios límites y experimentamos un sentido de logro y de realización personal único que contribuye al logro de la felicidad general, idea que es respaldada por la psicología positiva y que tanta falta hace en las aulas. Así, resulta imprescindible en toda educación integral que los docentes logren en la sala de clases el clima inspirador que permita a los estudiantes cultivar cualidades como la perseverancia, la disciplina, el pensamiento crítico, la honestidad, la empatía y la autorreflexión, para que generen el compromiso adecuado para el logro de una vida de excelencia.
Establecer expectativas claras y elevadas, demostrar confianza en las habilidades y capacidades personales, generar un diálogo que invite a la introspección, son algunos ejemplos que pueden servir de inspiración a los docentes en sus clases diarias. Enorme responsabilidad la que tienen en guiar a sus estudiantes en el camino hacia la excelencia, ya que estarán contribuyendo a la formación de ciudadanos éticos y responsables, capaces de lograr una vida de excelencia y transformar positivamente el mundo que les toque vivir.
Tips para que los docentes impulsen el camino hacia la excelencia de sus estudiantes:
Sobre el autor:
Es coach educativo y ontológico, consultor, y conferencista en liderazgo, talento humano, gestión y transformación institucional. Actualmente es director del colegio Familia de Dios, perteneciente al Arzobispado de la ciudad de Rosario, Santa Fe, en Argentina.
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