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Oct 2024 - Edición 287

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El desafío de educar en un mundo cambiante

Como bien señalaba Eric Hoffer, un hombre pragmático y observador, “en tiempos de cambio, quienes estén abiertos al aprendizaje se adueñarán del futuro, mientras que aquellos que creen saberlo todo estarán bien equipados para un mundo que ya no existe”. Estas palabras nos desafían a abrazar la incertidumbre y transformarla en oportunidad de ser mejores.

El desafío de educar en un mundo cambiante

La educación, en su esencia más pura, es un acto de humildad y valentía. Implica reconocer que siempre hay más por descubrir, más por aprender y más por crecer. Es un compromiso con la búsqueda constante de la excelencia, la realización personal y la felicidad. Creo firmemente que el proceso de aprendizaje va más allá de la adquisición de conocimientos, es un viaje de autodescubrimiento, de desarrollo de habilidades y de cultivar virtudes que enriquecen nuestra vida y la de quienes nos rodean.

En este viaje, los maestros juegan un papel fundamental. Más que transmisores de información, son guías en el camino hacia el conocimiento y la sabiduría. Los grandes educadores del pasado entendieron esto profundamente porque estaban centrados en la persona que aprendía, no en los contenidos que se enseñaban. A través de su empatía, su comprensión y su amor por sus alumnos, inspiraron no solo el intelecto, sino también el alma.

“En un mundo obsesionado con lo nuevo y lo innovador, las lecciones atemporales de los autores clásicos siguen siendo relevantes. Nos recuerdan que, más allá de las modas y las tecnologías, el corazón de la educación es la persona misma”.

Para que la educación verdaderamente sirva a nuestros estudiantes, debemos abrazar lo clásico. En un mundo obsesionado con lo nuevo y lo innovador, las lecciones atemporales de los autores clásicos siguen siendo relevantes. Nos recuerdan que, más allá de las modas y las tecnologías, el corazón de la educación es la persona misma. Conocer a nuestros estudiantes, entender sus necesidades y motivaciones, y cultivar relaciones significativas son pilares fundamentales para un aprendizaje auténtico y duradero.

Centrarse en la persona 

Solo una educación centrada en la persona es capaz de estar abierta al aprendizaje porque entiende que es más importante enseñar a pensar, motivar y desafiar antes que llenar la mente de contenidos. En el contexto de lo clásico, la evaluación, una acción esencial de toda buena educación, se convierte en un faro que guía el viaje educativo. 

Más que una medida de conocimiento es una oportunidad para reflexionar, crecer y mejorar. La evaluación auténtica va más allá de los exámenes y las calificaciones, es un proceso integral que abarca el desarrollo intelectual, emocional y personal de cada estudiante. Se trata de observar cómo los conocimientos se arraigan en el corazón y la mente de los alumnos, y cómo los preparan para enfrentar los desafíos del mundo real.

El educador con maestría sabe que el educar requiere generar una construcción de relaciones significativas junto con lograr un buen clima de trabajo. Para lograrlo, sirve tener en cuenta las siguientes recomendaciones:

  1. Conocer a los alumnos: en sus fortalezas y debilidades, intereses y motivaciones, necesidades y deseos, alegrías y tristezas.

  2. Construir relaciones amables basadas en la confianza y el respeto.

  3. Motivar el aprendizaje activo a través de discusiones en grupo, resolución de problemas, toma de decisiones, métodos del caso y proyectos colaborativos para que conecten los contenidos a su vida diaria y quieran ser líderes.

  4. Utilizar técnicas de aprendizaje basado en problemas o en servicio para que conecten los contenidos con la vida misma, generando oportunidades de mejora.

  5. Fomentar un ambiente de aprendizaje positivo que valore las diferencias, destaque el esfuerzo, el trabajo responsable, la mentalidad de crecimiento y las prácticas sostenibles.

  6. Crear el clima de equilibrio emocional y mental en el que cada alumno pueda conocer sus emociones y aprenda a autorregularse. Prestar especial atención y acompañar diligentemente a aquellos que necesitan ayuda adicional con su bienestar emocional.

Estrategias para evaluar 

En relación con la manera de evaluar, una acción constante a la que se le debería quitar tanta “ceremonia”, además de las ya conocidas, pueden ser de utilidad las siguientes experiencias:

  1. Participación activa: los estudiantes, junto con el docente, diseñan y/o proponen contenidos, así como la manera en que serán abordados y evaluados.

  2. Comunicación asertiva: en todo momento, todos deben tener claro lo que se está enseñando, el para qué y la manera en que serán evaluados.
  3. Efectividad y afectividad: autoevaluación, autoconciencia, autorrealización, compromiso, motivación y crecimiento personal para poner el foco en el aprendizaje como medio para ser mejores personas y profesionales.

  4. Preguntas poderosas que son indicadores de aprendizaje: en relación con este tema, ¿qué aprendiste?; ¿cómo puedes aplicar tal cosa a tu vida?; ¿cómo resolverías este tema según los conocimientos adquiridos; a partir de lo aprendido, ¿cómo podrías hacer mejores a quienes te rodean? Es clave cerrar los temas con estas preguntas, ya que la evaluación debe ser constante y animante.

  5. Mejora continua: las evaluaciones deben servir también para que los alumnos aprendan a superar sus errores y los vean como oportunidad de mejora personal.

  6. Evaluación de bienestar: es importante saber no solo lo que se aprendió sino también cómo están los estudiantes, cómo se sienten y esto se puede lograr mediante conversaciones programadas, tutorías o a modo de encuestas de satisfacción.

Por lo tanto, la genuina educación integral busca, dentro del contexto de enseñanza y aprendizaje, el crecimiento total de la persona, que incluye su desarrollo intelectual, bienestar emocional y crecimiento personal. Basándose en estos principios educativos, la evaluación se convierte en un instrumento de apoyo que proporciona información, guía la instrucción, fomenta el compromiso y la motivación, promueve una mayor conciencia y conocimiento de sí mismo, cultiva un ambiente eficiente y eficaz, despierta el deseo de alcanzar el máximo potencial y brinda las herramientas adecuadas para lograr que los alumnos se adueñen de su propio futuro.

Bibliografía

1. El arte de enseñar: aprender a ser maestro en una nueva era, Joshua M. Eyler. 
2. Evaluación auténtica: un medio para mejorar las habilidades y el aprendizaje, Grant P. Wiggins. 
3. Educación y felicidad: las enseñanzas de las grandes culturas, Howard Gardner. 
4. Desarrollo personal: aprende a ser feliz con tus virtudes y defectos, Rafael Santandreu. 
5. Desarrollo humano, Diane E. Papalia, Sally Wendkos Olds y Ruth Duskin Feldman.

Sobre el autor: 

Luis Tesolat es coach educativo y ontológico, fundador y director del Instituto de Educación para el Desarrollo Personal (INED), consultor, formador y conferencista en liderazgo, talento humano, gestión y transformación institucional. Especialista en coaching para educadores, posee también un posgrado en Filosofía y es licenciado en Historia. Actualmente es director del colegio Familia de Dios, perteneciente al Arzobispado de la ciudad de Rosario, Santa Fe, en Argentina.

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