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Regístrate y accede a la revistaLa evidencia y el trabajo en el aula revelan que el impacto en las trayectorias académicas de los estudiantes varía significativamente dependiendo de la experticia de los líderes escolares. Además, directores ganadores del PremioLED al liderazgo directivo cuentan sus experiencias.
“La mayor parte de los estudios empíricos que analizan el impacto de la calidad directiva en los resultados académicos consideran un elemento intermedio a través del cual ese impacto se produce. Los directores influyen sobre todo a través de otros (sus profesores y las personas de servicios de los colegios), y esa influencia suele medirse en términos de clima laboral o ambiente de trabajo”, asegura José María Ortiz, rector de la Universidad Villanueva en Madrid (España), quienes cuentan con programas de formación de directores.
A su juicio, el impacto del director sucede principalmente al afectar y mejorar el “ambiente de trabajo. Por eso, entre las competencias del director, las más críticas son las que le llevan a gestionar el centro con iniciativa, flexibilidad, autonomía, responsabilidad, estándares elevados, espíritu de equipo, reconocimiento adecuado a cada persona”.
Christian Lazcano, director del Magíster en Dirección y Gestión Escolar y director de Formación en el Centro de Innovación en Liderazgo Educativo-CILED, explica que las trayectorias académicas de los estudiantes cambian significativamente dependiendo de la experticia de los líderes escolares. “Esta variación es particularmente notable en entornos desfavorecidos. Por tanto, una adecuada formación de los directores influye directamente en el desempeño de los profesores y en la capacidad de la organización para abordar eficientemente las tareas de enseñanza y aprendizaje”.
Señala Lazcano que “los directores expertos cumplen una función esencial al intentar hallar la configuración óptima de habilidades, recursos y estrategias que impulsen a su escuela hacia la mejora continua. Esta tarea es difícil y exige habilidades avanzadas que se perfeccionan a medida que practican, investigan y reflexionan sobre las mejores”.
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Señala José María Ortiz que los directores son personas que forman a otras personas. “Ya hemos mencionado rasgos que favorecen un buen ambiente de trabajo (exigencia, responsabilidad, autonomía, flexibilidad, espíritu de equipo, compromiso). Sin embargo, el perfil intelectual también es muy importante: capacidad de análisis y síntesis, y saber ponderar los acontecimientos (qué tiene realmente importancia en cada momento, y qué cosas no la tienen)”.
Entre los hábitos de la voluntad, Ortiz destaca “la honestidad, sin duda, el sentido de la justicia, la diligencia (palabra que proviene de diligo: querer a las personas). Y sobre todo, el estudio: el hábito de estudiar los temas. Porque, evidentemente, un director con experiencia distingue con facilidad lo bueno de lo malo. Pero para distinguir lo bueno de lo mejor hace falta algo más”.
Al final, explica el rector de la Universidad Villanueva, “se trata de rodearse de un buen equipo. Porque es difícil contar con una persona que lo tenga todo. Por eso, el buen director se rodea de gente valiosa (si puede, mejor que él), y él se dedica a lo que nadie más puede hacer, que es cuidar de los profesores y velar por la misión de la institución. La gestión del día a día pueden hacerla otros, pero para el cuidado del ideario y de las personas resulta crítico que se ocupe el director”.
De hecho, para Lazcano, “la literatura es concluyente en señalar que las prácticas efectivas de liderazgo escolar están, entre otras cosas, relacionadas con definir una visión clara y compartida para la escuela, establecer expectativas elevadas para estudiantes y personal, fomentar un clima de aprendizaje positivo y colaborativo, y promover el desarrollo profesional continuo.
El perfil de un buen director, por lo tanto, combina habilidades de gestión, comunicación efectiva, liderazgo pedagógico y capacidad para adaptarse y responder a los desafíos cambiantes del entorno educativo”.
Llevado a la práctica, nos cuenta Miguel Arce, director del Colegio PuenteMaipo en Bajos de Mena (Puente Alto), y recientemente premiado como director líder en los premios LED, “entiendo la tarea de director como la de quien se encuentra en una posición de liderazgo y servicio. Liderar el colegio junto al trabajo colaborativo de los demás profesionales (todos y cada uno de los directivos y profesores) hacia el objetivo común de la institución (educar y formar a los estudiantes)”. Lo anterior, dice, con el propósito “real de servir, de modo que el colegio sea una ocasión de crecimiento humano y profesional de toda la comunidad”.
En esa misma línea y desde Punta Arenas, y también premiada recientemente, Carmen Gloria Mihovilovich, directora pedagógica del Instituto Sagrada Familia, explica que el rol de dirección está asociado a la gestión escolar, coordinación, planificación, seguimiento y evaluación permanente del plan de acción destinado a materializar el proyecto educativo institucional y asegurar aprendizaje de calidad en un ambiente educativo que promueva el desarrollo integral de sus estudiantes.
“Este proceso implica competencias profesionales y personales que faciliten la conformación de equipos de trabajo cohesionados y comprometidos con la misión, visión y valores del colegio, que colaborativamente diseñen e implementen innovaciones que favorezcan el aprendizaje y desarrollo integral de los estudiantes que atienden. Es un rol de mucha gestión, pero sobre todo es un rol de servicio”, señala Carmen Gloria.
Ella, al igual que Miguel, es una convencida de que la educación “se centra en las personas y en su desarrollo pleno, por lo tanto, el director o directora debe considerar a sus estudiantes y a todas las personas que ejercen un rol educativo para asegurar una comunidad donde todos sientan que su aporte es importante y que forman parte de un proyecto común que los inspira”.
Algo similar es lo que nos cuenta el director del Liceo Bicentenario Padre Nicolás de Vilcún, Alejandro Roa, para quien el director de colegio tiene múltiples funciones y abarca una amplia gama de responsabilidades que están destinadas a garantizar el funcionamiento efectivo y exitoso del establecimiento. “Lo que tiene una mayor implicancia en el éxito del cumplimiento de los objetivos del proyecto educativo es la dimensión del Liderazgo Escolar. Está relacionada con la manera de desarrollar y comunicar la visión como la misión”.
Asimismo, señala Roa que, “del mismo modo, el establecimiento de los objetivos y metas educativas que deben plasmarse en el proyecto estratégico; el acompañamiento al equipo técnico pedagógico y docente en los procesos de reflexión pedagógica, en la incorporación de los datos y otros insumos necesarios para una toma de decisiones asertiva en la consecución de las metas educativas. Asimismo, es imperativo generar las condiciones para el ejercicio de un liderazgo distribuido y compartido en que muchos actores (docentes, asistentes, profesionales, etc.) se empoderen de sus responsabilidades y sientan que esta gran tarea es corresponsabilidad de todos”.
Por otro lado, “el director, en su rol de Líder, debe promover la innovación educativa, el uso de la tecnología, el desarrollo profesional y establecer las condiciones de un ambiente socioemocional adecuado para el bienestar de toda la comunidad educativa. En definitiva, el líder de un colegio debe estar siempre atento a desarrollar una gestión académica y administrativa de alto estándar, que garantice un ambiente de aprendizaje efectivo para todos sus estudiantes en una comunidad escolar positiva y comprometida con un ambiente de aprendizaje efectivo y seguro”, afirma Roa.
Justamente debido a que tienen un rol fundamental, para José María Ortiz es clave formarlos, “por una parte, porque su efecto es multiplicador. Y por otra, porque nadie nace formado. Es importante instruir a todos los profesores y empleados, pero como el trabajo del director tiene un mayor impacto, es más importante formarle a él”.
Porque, como profundiza el rector, “nadie nace plenamente formado, ni somos capaces de proporcionarnos a nosotros mismos la formación que necesitamos. Daríamos la impresión cómica del barón de Münchhausen, que trataba de salir de una ciénaga tirando hacia arriba de su propia coleta. Formarse supone adquirir algo que se nos proporciona desde fuera. Ya el mero hecho de salir de nuestras cuatro paredes nos ayuda a ver con una mayor perspectiva. La actualización de conocimientos, compartir con otros nuestras experiencias, ayuda enormemente a descubrir otras maneras de hacer las cosas que pueden resultarnos de enorme utilidad”.
De hecho, Lazcano explica que “entender la importancia de formar a los directores se asemeja a comprender la esencia misma de la educación. En el núcleo de una escuela o colegio exitoso, se encuentra una persona (también un grupo de personas) que guía, influencia el cambio, aprende y se adapta a los desafíos futuros. Las escuelas están siempre en constante cambio, con nuevas investigaciones emergiendo, metodologías evolucionando y tecnologías revolucionando la forma en que enseñamos y aprendemos. Es por este carácter dinámico del mundo educacional que es crucial que nuestros directores estén adecuadamente equipados y actualizados”.
Porque, tal como señala Miguel Arce: “Pienso que un director no termina nunca de formarse. Parte en la universidad, sigue con su experiencia docente, se mantiene con la expansión continua de su vida cultural y estudio personal. Si bien son muy útiles los programas de postítulo sobre dirección de establecimientos educativos, solo se trata de la entrega de herramientas que requieren del complemento de la experiencia propia y de la compartida junto a otros directores. En lo personal, me ha sido de mucha ayuda el participar en comunidades de aprendizaje junto a otros directores de colegios”.
Por su parte, cuenta Carmen Gloria que, en su caso, “afortunadamente he recibido formación como directora. Estudié un Magíster en Dirección y Gestión de Centros Educativos en un programa que desarrolló la Universidad de Deusto (Bilbao) con la Universidad de Barcelona y, además, recientemente tuve la oportunidad de participar de un diplomado en este mismo tema en la Universidad Villanueva, gracias a una beca de la Fundación Irarrázaval”.
Porque, tal como reitera Christian Lazcano, “el rol de los directores es complejo y es fundamental reconocer que se enfrentan a una multitud de desafíos y demandas internas y externas. Algunos podrían enfrentar retos en adaptarse a cambios, especialmente cuando la educación avanza a un ritmo acelerado con la introducción de nuevas metodologías y tecnologías, otros podrían tener desafíos en la comunicación, asegurándose de que las instrucciones y visiones se transmitan claramente a toda la comunidad educativa”.
Miguel Arce, director del Colegio PuenteMaipo en Bajos de Mena (Puente Alto): “Creo que un director debe buscar ser un buen profesional (no escatimar esfuerzos en trabajar al mejor nivel). Tener altas expectativas respecto de los profesionales, colaboradores, alumnos y familias del colegio, tener capacidad de escucha, empatía y una sana ambición para la búsqueda de buenos resultados.
El trabajo administrativo, el riesgo de consumir largas horas de la jornada y hacer perder el foco en lo más importante del colegio: padres, profesores y alumnos. La creación de un equipo administrativo autónomo y competente es un gran aliado para evitar ese peligro”.
Carmen Gloria Mihovilovich, directora pedagógica del Instituto Sagrada Familia: “Creo que no hay un único estilo de liderazgo, pero sí elementos básicos que deben estar presentes. Efectivamente, las tareas administrativas pueden acaparar la atención, por lo que se debe contar con una estrategia que permita destinar tiempo a la gestión de equipos de trabajo colaborativo y presencia en los espacios educativos.
Tener una agenda y delimitar los momentos destinados a las diferentes actividades como presencia en las clases, acompañamiento y retroalimentación docente, trabajo con los diferentes equipos que lideran la gestión escolar, formación docente, colaboración con las familias, etc. Adicionalmente, debe destinarse un tiempo importante a la reflexión y análisis de los datos e información que genera el colegio. De esta forma, se pueden tomar decisiones oportunas para decidir estrategias e innovaciones que puedan favorecer el logro de los objetivos y las metas institucionales”.
Alejandro Roa, director del Liceo Bicentenario Padre Nicolás de Vilcún: “Un director efectivo debe equilibrar sus responsabilidades administrativas (que son muchas y otras tantas emergentes) con la capacidad de liderar y formar equipos. El contar con un equipo directivo y técnico pedagógico de alto estándar, personal y académico, permitirá centrar el foco y esfuerzos en la mirada de una visión clara. La gestión del tiempo y la priorización son claves para compatibilizar este equilibrio. Las rutinas y espacios semanales de reuniones de coordinación de acciones, de acompañamiento y de nuevos desafíos y/o retos es vital para alcanzar las metas en un proceso de mejora educativa continua y en permanente ascenso”.
A juicio del rector de la Universidad Villanueva de Madrid (España), José María Ortiz, estos son:
• Todos (personas e instituciones) cometemos errores, nos equivocamos alguna vez. Admitirlo es esencial para poder corregirlo. En ocasiones puede ser que hayamos actuado con justicia, pero eso no basta: no hay por qué elegir el modo más molesto de ejecutar una decisión que en sí misma sería justa, pero que en su implantación constituye una clara falta de caridad o de delicadeza hacia las personas.
• Peor aún es la actitud de quien considera que sus decisiones tienen efectos colaterales no deseados; ese tipo de excusas casi siempre esconde una priorización del deseo de mantener el poder a toda costa; en este sentido, por ejemplo, el mismísimo rey Herodes podría decir que la matanza de los inocentes fue un daño colateral para preservar el sistema reinante de turbulencias perturbadoras.
• Un poco más cotidianas, y menos graves, son las falencias y carencias originadas por el alejamiento de la realidad cotidiana. A los directores les molesta mucho que los demás sugieran que los ven encerrados en una torre de cristal. Pero es que a veces no les falta algo de razón. Desde las alturas termina por difuminarse el paisaje, y arriba llega una información sesgada o cuando menos filtrada por diferentes intereses.
• Seguramente el error más cotidiano de un director es ocuparse de lo que no es diferencial o solo puede hacer él. Buena parte de los estudios empíricos sobre errores en implantación estratégica se refieren a esto: una vez enunciado lo que hay que hacer, los directores se dedican a hacer otras cosas. Premian otras cosas. Preguntan por otras cosas.
• Por último, en nuestros días, sobre todo tras la pandemia, buena parte de los estudios sobre errores y carencias directivas se refieren a los problemas de comunicación y resolución de conflictos. Está claro que hemos desarrollado una hipersensibilidad relacional, y una visión de los otros como potenciales peligros a evitar.
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