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Regístrate y accede a la revistaIsabel Zúñiga, presidenta ejecutiva de Fundación Mis Talentos: Para la economista y Máster en Administración Pública de Harvard, inclusión es innovar, es hacer las cosas de otra forma para llegar a todos los alumnos. Para la EMTP, el desafío está en la inserción laboral y el apoyo de las familias.
La necesidad de contar con buenos programas de inclusión en la educación media técnico profesional es fundamental por diversas razones. Por un lado, se trata de un sector que atiende a la población más vulnerable del país. Según cifras del CEM (Centro de Estudios del Mineduc), un 46,7% de la matrícula EMTP en Chile tiene dependencia municipal. Por otra parte, un 9,6% de los estudiantes EMTP pertenece al PIE, muy por sobre el 5,1% de la educación media chilena en general (cifras Mineduc).
En esta línea, Isabel Zúñiga, presidenta ejecutiva de Fundación Mis Talentos, asegura que “las políticas que se han implementado no han sido diseñadas para enseñanza media en algunos casos, ni para TP en particular. El PIE y el Decreto 83, que incentiva a los establecimientos a diversificar, no han llegado a la enseñanza media. La EMTP tiene un porcentaje de la matrícula muy alta que necesita estrategias diversificadas, y los mecanismos que se han implementado en el sistema no reconocen la necesidad particular de este segmento”.
La economista presenta las conclusiones preliminares del estudio cualitativo de carácter exploratorio “Educación Técnico Profesional en Chile: una mirada desde la inclusión”, realizado por el Centro de Innovación en Liderazgo Educativo (CILED) de la UDD y Mis Talentos, que revela los principales nudos críticos que dificultan avanzar hacia una EMTP inclusiva.
Entre ellas está la falta de una definición de educación inclusiva que reconozca los contextos socioeconómicos de los alumnos, la limitación de esta a estudiantes con discapacidad, sin responder a la diversidad de diferencias que pueden estar presentes en las comunidades educativas de la EMTP, una deficiente formación inicial y continua en educación inclusiva, la falta de trabajo colaborativo, entre otras.
“La pandemia dejó de manera muy explícita la necesidad de reconocer la diversidad entre los estudiantes. Puede ser una discapacidad, una necesidad o un trauma familiar. La educación inclusiva es en sí una innovación”, afirma Isabel Zúñiga.
Por esta misma razón, la experta asegura que cada año que un estudiante con NEE puede permanecer en un cierto sistema educativo, es un año ganado. “La inclusión no apunta a que todos tengamos la misma trayectoria de vida, sino cada uno la mejor posible. Lo importante es que se haga con responsabilidad. Puede darse que a un estudiante le haga muy bien estar hasta educación básica y que después siga otro trayecto. Otro que siga hasta cuarto medio. Todas las posibilidades están abiertas, y no porque tenga discapacidad tienes que orientar a cierto subconjunto de ese tipo de trayectoria”, explica.
Según Zúñiga, existen dos barreras para facilitar trayectorias de vida justas y un tránsito adecuado a la vida adulta en estudiantes con discapacidad: orientación y trabajo con las familias. “Se necesitan mecanismos de orientación adaptados a las características de estos estudiantes y en general esto se da poco. Por otra parte, el trabajo colaborativo con las familias es súper importante y ahí sí que encontramos falencias”.
“La pandemia dejó de manera muy explícita la necesidad de reconocer la diversidad entre los estudiantes. Puede ser una discapacidad, una necesidad o un trauma familiar. La educación inclusiva es en sí una innovación”.
La experta pone énfasis en la importancia de generar confianza con las familias. “Para apoyar la trayectoria educativa de un estudiante que tiene desafíos más altos que sus pares, no hay ninguna receta. Va a haber algunos aciertos y también errores. Cuando esa confianza no está, se rompe la colaboración” y agrega que “si invitar a los papás a la convivencia o al taller genera confianza, invítenlos. Si conocer la realidad en la que vive el estudiante es importante, visítelo. Pero generar la confianza es el norte”, explica.
Para Zúñiga, la inclusión no ha permeado hacia las empresas vinculadas con la educación media técnico profesional: “Lo que observamos es que hay un puente súper cortado. Es cierto que en la educación TP hay espacios de colaboración con la empresa, pero no son inclusivos. Entonces, los estudiantes con discapacidades u otra condición son los que tienen más dificultades para acceder a las prácticas, insertarse en el mundo laboral o seguir a educación superior”.
Además, cuenta que, según la investigación “Apoyos a Estudiantes con Necesidades Educativas Especiales (NEE) en Educación Superior Técnica Profesional: Un desafío pendiente en Chile”, que realizó junto a Ernesto Treviño y Eugenia Victoriano, los alumnos con NEE tienen menos posibilidad de transitar a la educación superior y, cuando lo hacen, es más probable que sea a la educación TP.
¿Consejos para que los docentes reciban a estudiantes con NEE? “Que se atrevan”, dice. “Hay mucho miedo, pues creen que se les puede hacer un mal. Por supuesto que uno tiene criterio y eso se puede identificar. Sin embargo, no hay que compararse con un colegio con mejores condiciones, porque eso no es la alternativa. Atreverse es lo primero que tiene que pasar. La experiencia enseña, y cuando no se sabe, se busca. Se colabora con la persona del colegio que sí sabe, se toma un curso”, concluye.
Vinculación y retención escolar es el principal objetivo del taller de robótica para alumnos con NEE del Colegio Industrial Las Nieves, impulsado por el profesor de la especialidad Electrónica, Pablo Pineda, y la educadora diferencial y coordinadora PIE, Gabriela Rodríguez.
La iniciativa “Programación aplicada a la robótica en grupos de estudiantes con necesidades educativas especiales permanentes” fue financiada por la plataforma de crowdfunding daleProfe y ganó el concurso Elige Innovar 2022, organizado por daleProfe, Elige Educar, Fundación VTR y el Centro de Innovación Mineduc, que premia proyectos educativos innovadores en el país. Consiste en la programación de microcomputadores Raspberry, que después pueden ser insertados en pantallas, teclados o el mouse.
“En las entrevistas por PIE, identificamos a estudiantes con mucho interés en la robótica y la programación. Al entrar al colegio y ver las dificultades en materia de convivencia escolar, se empiezan a decepcionar y a desajustar. Nuestro objetivo fue darles un motivo”, explica Gabriela.
Por otra parte, Pablo Pineda cuenta que “a los estudiantes con necesidades especiales les costaba la inserción laboral. Muchos no lograban hacer las prácticas o simplemente no seguían estudiando” y agrega que “al comienzo, el taller fue solo para generar vínculos. Conversar, mostrarles lo que había, acogerlos y decirles que podían ir al taller cuando quisieran para estar tranquilos”.
Uno de los grandes logros de la iniciativa es que los participantes han podido conocer a otros de su misma edad e intereses. Se empiezan a enseñar y a potenciar entre ellos. “Actualmente tenemos 11 alumnos y esperamos que lleguen más. Son los mismos estudiantes los que salen a buscar a otros compañeros. Al principio recibimos a jóvenes tímidos y desajustados. Hoy tenemos embajadores que captan a más compañeros y monitores entre los que recién llegan”, cuenta Gabriela.
Caso a caso, Rodríguez y Pineda van adaptando los contenidos del taller. Algunos pueden abordar desafíos que generalmente se ven a nivel universitario, mientras que otros tienen más facilidad con cierto tipo de tecnologías. El foco está en descubrir las potencialidades, capacidades e intereses de cada estudiante. “La idea es que ellos sean los protagonistas y yo ser solo un soporte, un guía”, explica el profesor de Electrónica.
“Es una gran oportunidad para reencantarse con la educación”, asegura Pineda e invita a otros docentes a impulsar nuevas ideas. “Es un trabajo muy bonito. Cuando uno se da cuenta de que hay formas de financiamiento que no dependen del sostenedor, es más fácil atreverse”, concluye.
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