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Dic 2024 - Edición 289

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Iván Jaksic: “Lo que nos dio la educación TP es la conexión entre entendimiento y habilidad manual”

El Premio Nacional de Historia 2020 cuenta de su paso por la educación TP y el valor que tiene para su carrera y la de su hermano Fabián, ganador del Premio Nacional de Ciencias Naturales en 2018. Fue en los talleres de mecánica industrial cuando comenzó a filosofar sin darse cuenta, para luego optar por las humanidades.

Por: Verónica Tagle
Iván Jaksic: “Lo que nos dio la educación TP es la conexión entre entendimiento y habilidad manual”

Visión de conjunto. Es el hilo conductor que el Premio Nacional de Historia 2020, Iván Jaksic, encontró entre la fabricación de engranajes y la filosofía. Junto a su hermano, el también Premio Nacional, pero de Ciencias Naturales en 2018, Fabián Jaksic, comenzó a estudiar en la Escuela Superior Industrial de Punta Arenas por decisión de su padre. “Como siempre pasa, son decisiones familiares las que mandan. Mi papá tenía una orientación bastante práctica y era mucho mayor. Pensaba que, si llegaba a ocurrir algo, era bueno que sus dos hijos tuvieran algún tipo de especialización que nos permitiera trabajar en algo práctico. Era parte de la inmigración croata. La parte humanística no tenía resonancia para él”, cuenta Iván Jaksic y agrega que “mi hermano y yo entramos a la educación TP sin necesariamente haberlo buscado. Una vez en ella, descubrí un mundo que me proporcionó las habilidades que me permitieron derivar en otro tipo de intereses”.

Luego, habiéndose trasladado a Puente Alto, el doctor en Historia por la Universidad Estatal de Nueva York, académico de la Universidad de Stanford e integrante de la Academia Chilena de la Lengua, terminó la especialidad de Mecánica Industrial, y su hermano, la de Electricidad en la Escuela Industrial Superior de esa comuna. “Mi padre decidió que no podíamos elegir la misma especialidad”, recuerda sonriendo. “Entre tercero y quinto año, empezábamos a manejar maquinaria cada vez más compleja. Partíamos con el torno, taladro y cepilladora, y ya al último año utilizábamos una máquina que se llamaba rectificadora, donde trabajas con centésimas y milésimas. Luego, cuando me tocó trabajar con la fresadora, que hace engranajes, descubrí algo importante que me marcó para el resto de mi vida”, asegura. 

-¿Qué fue lo que descubriste?

-Por definición, un engranaje es lo que une, que hace que diferentes piezas conversen a pesar de que sean piezas de diferentes tamaños. Es imprescindible que este engranaje tenga la firmeza y la precisión para que piezas disímiles dialoguen y funcionen. Para lograrlo se necesita mucho trabajo mental. 

-Pareciera que empezaste a “filosofar” de manera natural, sin darte cuenta, cuando tratabas de comprender la manera en que se unían los engranajes y las piezas. 

-Efectivamente. Sin saberlo. Pero inmediatamente después de hacer mi práctica, en una fábrica que se llamaba Hilos Cadena, cayó en mis manos un libro de Platón. Yo lo tomé por el lado romántico, el alma, la inmortalidad de las ideas, pero poco a poco empecé a entender que estaba pensando en los principios de las matemáticas. Ahí encontré una conexión. Fue una revelación. Por eso insisto en que hay ciertas disciplinas que se prestan más que otras para el razonamiento lógico, pero en todas las carreras TP eso es lo principal. 

-¿Cómo lo conectaste cuando entraste a estudiar Filosofía?

-Cuando entré a la universidad a estudiar Filosofía, exigía esa visión de conjunto, pero también algo muy práctico. El primer año era lógica, y era lo que teníamos que hacer en un taller mecánico todo el tiempo. Tablas de valores, mucha repetición. Por otra parte, algo fundamental que he mantenido toda mi vida es un cierto sentido de distribución del tiempo y disciplina, que es perfectamente aplicable a ambas carreras. 

-¿Cómo ves el traspaso desde una carrera técnica hacia las humanidades?

-Recomiendo seguir el llamado de la propia vocación. Las habilidades nunca están de más. Es importante contar con cierto sentido de lo que uno quiere hacer. Mi opción personal, con lo que vivió mi generación, habiendo residido en una zona muy politizada como Puente Alto en una época muy efervescente como los años 60, me llevó a hacerme preguntas y querer entender. ¿Qué significa ser receptor de estos grandes terremotos políticos? Esto no es algo original, tiene que ver con cada persona. El empuje de la vocación te va a llevar a donde quieras. Lo peor es el contrapelo.

-¿Qué importancia tienen las humanidades para la educación técnico profesional?

-Es fundamental reforzar esa visión de conjunto. Si no, te conviertes en la película de Chaplin Tiempos modernos, donde estás todo el día atornillando una tuerca. Yo enseñé filosofía en un liceo comercial, por vocación y como parte de mi práctica. Pero las escuelas industriales no tenían esta asignatura. Es sumamente recomendable que se enseñe un ramo de filosofía para proporcionar esa visión de conjunto que todos necesitamos y para ver la belleza de lo que significa tener una habilidad manual. 

La filosofía no es pura especulación, significa razonamiento lógico y eso es fundamental para la enseñanza técnico profesional. Hay un libro que me marcó, porque por primera vez juntaba esas cosas, llamado Zen y el arte del mantenimiento de la motocicleta, de Robert M. Pirsig, que une esta metáfora entre el mantenimiento de un motor y el pensamiento filosófico. 

-¿Cómo ves la diferencia en la educación técnico profesional en el extranjero y en Chile?

-Siempre me impresionó que la educación primaria por la que pasó mi hija en Estados Unidos es muy práctica. Cuando pienso en mi educación primaria, era tiza y pizarrón. Creo que eso es herencia del pragmatismo americano. Eso está ocurriendo más y más en nuestro país, pero es importante reforzarlo. El sistema norteamericano es muy flexible, hay muchos electivos. En el momento de egresar tú puedes optar por una carrera técnica, aunque hayas estudiado en un establecimiento humanista. El sistema está diseñado para proporcionar esas habilidades prácticas. Además, los estudiantes egresan a los 16-18 años, con las habilidades mentales en su punto máximo. Yo entré muy pronto. En tercer año a mí ya me tocaba manejar maquinaria pesada y tenía solo 13 años. No lo pasé bien y no contaba con las habilidades manuales para eso. Es mejor que las habilidades manuales estén completamente desarrolladas para entrar a una carrera técnico profesional. 

-¿Qué opinas de la percepción en Chile sobre la educación TP?

-Prima todavía una cierta estigmatización. Eso es muy triste. Yo, habiendo vivido la experiencia, conozco el trato que se le daba a una persona del campo técnico. Existe todavía una especie de clasismo cultural donde se menosprecia lo manual. Yo creo que es exactamente lo contrario. En lugares que me ha tocado vivir, Estados Unidos y Europa, se privilegia mucho lo técnico. Lo más importante es que se aprecia socialmente y eso es algo que todavía se puede mejorar en el país. Valorar desde un comienzo las habilidades manuales.

Dos hermanos que ganaron

¿Cómo explicas que tú y tu hermano hayan sido reconocidos con este premio nacional?

“Profesores muy motivados y que realmente mostraban cómo se hacían las cosas. Pero insisto, lo que me ocurrió a mí fue lo mismo que le ocurrió a mi hermano Fabián, que es la visión de conjunto. La electricidad, su especialidad, es mucho más abstracta y requiere más modelos matemáticos. Además, teníamos muchas conversaciones porque egresamos juntos del colegio e ingresamos juntos a la universidad. Siempre nos hemos mantenido en diálogo. Lo que nos dio la educación técnico profesional es la conexión entre entendimiento y habilidad manual. 

Hace veinte años, ya adultos, estábamos sentados en un riachuelo en Indiana (EE.UU.) donde llegaban muchos patos y yo le pregunto ‘¿y dónde van a morir los patos?’ y él me retó ‘¿qué crees tú? ¿Que hay un cementerio de patos? Al pato le empiezan a fallar las patas y alguien los caza, así funciona el sistema biológico’. Eso también fue para mí una revelación. La confirmación exacta de que está todo entrelazado”.

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