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Dic 2024 - Edición 289

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6 afirmaciones sobre evaluaciones sumativas y formativas a estudiantes TP

Verónica Villarroel, psicóloga y directora del Centro de Investigación y Mejoramiento de la Educación de la Facultad de Psicología de la Universidad del Desarrollo (CIME), y Pablo Sánchez, profesor del Liceo Polivalente San Nicolás, de la Región del Ñuble, realizan importantes afirmaciones respecto a la evaluación de estudiantes técnico profesionales: considerar el perfil de egreso, las habilidades laborales, jamás evaluar sumativamente sin evaluación formativa previa, entre otras.

Por: Paula Elizalde
6 afirmaciones sobre evaluaciones sumativas y formativas a estudiantes TP

1.- En términos generales, evaluación de alumnos TP: evaluar competencias y habilidades, más que recuerdo de la información 

“Tenemos que hacernos cargo de este mundo (técnico profesional), donde la evaluación de competencias es más importante, y una competencia es un saber en contexto, por lo tanto, debemos poner a los estudiantes en situaciones donde ellos tengan que tomar decisiones, donde tengan que aplicar el conocimiento, donde tengan que desarrollar un criterio técnico profesional, y eso a veces es lejano”, señala Verónica Villarroel. 

La psicóloga, directora del CIME, agrega: “Debemos tener un currículo que esté alineado con algunos desafíos del mundo del trabajo. Es decir, que realmente nosotros podamos evaluar resultados de aprendizaje, competencias, que están en el perfil de egreso, en los programas de asignatura, pero que tengan un vínculo con lo que seguramente los estudiantes tendrán que hacer y demostrar en el mundo del trabajo y en el mundo técnico profesional”. 

 

2.- Evaluación sumativa, siempre sustentada en evaluación formativa  

“La evaluación sumativa tiene que estar sustentada para que sea una buena práctica en evaluación formativa, es decir, tenemos que hacer un uso pedagógico en la evaluación, pero no podemos hacer una evaluación sumativa que sea la primera forma de calificar y evaluar al estudiante”, señala Verónica y agrega: “Una buena práctica es que lleguemos a la evaluación sumativa luego de procesos de evaluación formativa y retroalimentación que sean desarrollados en el tiempo. Es decir, que tengamos evaluaciones de procesos, formativa, retroalimentación, para luego, cuando el alumno haya desarrollado sus capacidades y haya logrado entender y practicar lo que se espera de él en la evaluación, podamos hacer una evaluación sumativa”. 

En esta línea, Pablo Sánchez destaca las siguientes buenas prácticas concretas de evaluación sumativa: “Pruebas de conocimiento que miden los objetivos conceptuales de las distintas asignaturas/módulos de la formación diferenciada; rúbricas para laboratorios y talleres que miden el desarrollo de actividades prácticas en las distintas especialidades”, afirma. 

 

3.- Alinear la evaluación sumativa a los perfiles de egreso  

Otra buena práctica respecto a la evaluación sumativa, como cuenta la directora del CIME, es “alinearla con perfiles de egreso y resultados de aprendizaje que estén comprometidos en el currículo escolar. No podemos hacer una evaluación de contenidos, tenemos que hacer una evaluación de habilidades, donde la habilidad está injertada al contenido”. 

 

4.-En evaluación formativa, utilizar pautas transparentes, dar feedback, análisis de rúbricas, cuestionarios, debates, observación en clases 

Respecto a la evaluación formativa, Verónica Villarroel señala: “Buenas prácticas de feedback y de desarrollo de juicio evaluativo, donde los estudiantes puedan autoevaluarse, coevaluarse, analizar las pautas y rúbricas que el profesor tiene, analizar buenos ejemplos de desempeño de años anteriores, que son los ejemplars, una palabra que viene de los ejemplos de excelencia, donde vamos desarrollando la capacidad del estudiante de generar un juicio crítico frente a su propio trabajo”.

Sánchez enumera las siguientes buenas prácticas formativas: diagnósticos escritos u orales, ensayos escritos, cuestionarios, debates, foros de opinión, anteproyectos y pauta de observación en clase. Respecto a esta última, señala que es importante porque “mide las habilidades blandas que el estudiante debe desarrollar hacia el aprendizaje” y que este instrumento es diferente para cada asignatura de acuerdo a las demandas del campo laboral y agrega: “Estas evaluaciones se realizan tres veces por semestre y, mediante la retroalimentación que el docente realiza con el/la estudiante, permiten monitorear el progreso de cada habilidad”. 

En definitiva, complementa la psicóloga: “Una buena práctica implica que un estudiante no conoce la pauta al momento que le entregan su nota, sino que la pauta se transparenta durante todo el proceso de enseñanza aprendizaje, y la evaluación se torna una estrategia más”. 

 

5.- Sí o sí utilizar ambas evaluaciones, sumativas y formativas, en el mundo TP  

“Creo que, si tuviéramos que hacer una proporción, la evaluación debiese ser ¾ formativa, ¼ sumativa, o por lo menos mitad y mitad y no solo en el mundo TP, sino en general en la educación”, afirma sin dudarlo Verónica Villarroel y señala que, sobre todo en el mundo TP: “Los argumentos tienen que ver con que este mundo trabaja con la población más vulnerable, normalmente con más índices de reprobación o abandono de estudios, y donde los estudiantes necesitan, por un lado, comprometerse y motivarse con sus estudios e idealmente después de los liceos puedan ir a un centro de información o instituto TP, y eso se va a lograr en la medida que se sientan más seguros respecto a sus procesos de aprendizaje. Lo anterior se logra cuando el profesor puede mantener un diálogo constante respecto a los desempeños de los estudiantes”.

 

6.- Evaluación del futuro: más vinculada al mundo profesional  

“Esperaría que sea cada vez más auténtica, más vinculada a lo que los estudiantes tienen que demostrar en el mundo del trabajo y en el mundo profesional, más alineada con los perfiles de egreso”, afirma Verónica al responder cómo será la evaluación en el futuro. También señala que esta debe estar más alineada a medir competencias y habilidades cognitivas, “asociadas a contenidos que sean desafiantes, es decir, donde el estudiante no solo tenga que repetir información, sino que deba hacer algo con aquello que ha aprendido, y donde los alumnos vayan mejorando sus propias competencias desde un proceso de autorregulación en el que todo lo que les entrega el profesor los ayude a ponerse metas, y a poder avanzar respecto a las competencias en las que van a basar su trayectoria educativa”. 

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