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Regístrate y accede a la revistaEn este mes tan importante para los docentes, quisimos simular una entrevista a nuestra Premio Nobel de Literatura, con la ayuda de Armando Roa, escritor, poeta, ensayista y traductor.
Nacida el 7 de abril de 1889 en Vicuña, ciudad nortina situada en el cálido Valle del Elqui, “entre treinta cerros” como ella misma gustaba de recordar, Gabriela Mistral fue bautizada como Lucila de María Godoy Alcayaga, según consta en los registros parroquiales de su ciudad natal.
La influencia de su hermana resultó determinante en su decisión de dedicarse a la enseñanza, promoviendo un pensamiento pedagógico centrado en el desarrollo y la protección de los niños. Su carrera docente fue sumamente precoz, y a los 15 años, en 1904, ya había sido nombrada ayudante en la Escuela de La Compañía Baja, y en 1908 se desempeñó como maestra en la localidad de La Cantera.
Un mensaje de Gabriela Mistral a nuestros maestros: “Nada más triste que el que la alumna compruebe que su clase equivale a su texto”.
En 1910 se trasladó a Santiago, donde trabajó en la Escuela de Barranca y aprobó los exámenes especiales en la Escuela Normal de Preceptores. A partir de ese momento empezó a trabajar en distintas escuelas alrededor del país, en las ciudades de Traiguén, Punta Arenas, Antofagasta y Temuco, entre otras. En esta última conoció al joven Neftalí Reyes Basoalto (Pablo Neruda), a quien introdujo en la literatura rusa.
Ahora, Armando Roa hace suyos los pensamientos, ideas y reflexiones de nuestra Premio Nacional de Literatura y nos responde estas preguntas:
-¿Cómo debiera enseñar el profesor a los alumnos?
-Para corregir no hay que temer. El peor maestro es el maestro con miedo, como ella decía...
-¿Cómo debiese ser la vocación docente?
-Como decía ella: “La enseñanza de los niños es tal vez la forma más alta de buscar a Dios; pero es también la más terrible en el sentido de tremenda responsabilidad”.
-¿Por qué es clave enseñar al aire libre?
-Porque ella afirmaba: “Vivifica tu clase. Cada lección ha de ser viva como un ser”.
-¿Por qué enseñar siempre en el patio, en la calle, como en la sala de clases?
-Porque ella decía: “La vida de un establecimiento no ha de ser interior, subterránea, fría: se ha de derramar hacia fuera”.
-¿Cómo enseñar con actitud, el gesto y la palabra?
-Con la actitud y el gesto al seguir lo que ella decía: “Maestro, sé fervoroso. Para encender lámparas has de llevar fuego en el corazón”. Con la palabra, porque “cuando descuidas tu lenguaje, robas algo a la verdad que enseñas: te robas el atractivo sobre los niños, le robas dignidad”.
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