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Regístrate y accede a la revistaEl psicólogo Marcos Méndez analiza cómo el consumo de sustancias nocivas, o la afición de los padres a comportamientos adictivos, pueden impactar en el desarrollo de sus hijos, especialmente en edades en que necesitan dirección.
La imposibilidad de decir que no. Así define el psicólogo Marcos Méndez, en una sola frase, qué es una adicción. Puede ser a una sustancia, o a una conducta. No se trata solo de drogas o alcohol. El cigarrillo, el juego –tanto las apuestas como el uso de consolas virtuales–, la pornografía e incluso las redes sociales pueden llevar a una persona “a ser tomada” y que no pueda poner límites.
Ocurre incluso cuando todo parece estar controlado. Sucede con un alcohólico y su reincidencia al probar apenas un vaso o, en casos más extremos, solo un chocolate con licor. Basta una pequeña “chispa” para generar el descontrol. “Entonces, o es el límite absoluto o no hay ningún límite”, afirma el profesional.
Méndez hace hincapié en por qué, en la actualidad, los adolescentes son más proclives a las adicciones. “Cada vez están más a la deriva en torno a las cuestiones del deber y están más desamparados frente a la autoridad. Cuando no hay dirección, todo es un tanto más anárquico. Entonces, al adolescente se le dificulta mucho pararse en la vida, porque hay toda una red –sean las redes sociales o los pares– que no logra definir por qué vivir y hacia dónde direccionar su actuar. Es ahí cuando aparecen las adicciones, que vienen a reemplazar esa ausencia. Es como si hubiese un hedonismo moral”, sostiene.
Marcos Méndez releva el rol de los padres en la proliferación o no de las adicciones en sus hijos y de cómo sus propias dependencias los podrían impactar. “No hay una adicción que esté aislada. Cuando hablamos de adicción, la estructura psíquica está atrapada por ella. No se trata de decir ‘yo tengo mi adicción y la tengo controlada, excepto una vez por semana’”, comenta.
“La familia es un sostén para poder lidiar con la recuperación a una adicción. No por nada funcionan tan bien los grupos de apoyo. Hay una comunidad que entiende en parte el dolor”.
Por eso, agrega, la adicción afecta a todos los ambientes y se despliega a las diversas tareas y responsabilidades de las personas y en sus vínculos, entre los cuales están los hijos. “Es como si extendiese los tentáculos a toda la vida de la persona. En el caso del alcohol, por ejemplo, puede perjudicar lo familiar, laboral y las cuestiones médicas”, apunta el psicólogo.
-¿Son los padres un modelo para sus hijos con relación a las adicciones?
-Las personas atraviesan muchos problemas a lo largo de la vida. Entonces, si un padre o una madre frente a una tragedia o problemas ahoga, por ejemplo, sus penas en alcohol para estar un tanto anestesiado, ese modelo puede ser representado después, cuando el adolescente tenga que vincularse con el mundo adulto –ya sea trabajar, estudiar o elegir una vida– y crea que el alcohol es una solución, una forma para poder lidiar con la vida.
-¿Qué sucede en el caso de un consumo moderado de alcohol en el hogar, o de cigarrillos? ¿Qué impacto puede tener en los jóvenes?
-Desde mi experiencia, no hay una correlación delimitada. Un padre puede fumar y eso no necesariamente va a hacer que el niño fume. Pero, en definitiva, el tema radica en que, mientras las personas sean menores de edad, existe una problemática en torno a la decisión que puedan tomar y es ahí donde aparece la responsabilidad de los adultos.
-¿De qué otra forma pueden influir las adicciones paternas o maternas?
-Una adicción o intoxicación severa marca a los hijos y el vínculo puede quedar muy dañado. En lo práctico, puede manifestarse, por ejemplo, en que un joven no quiera llevar amigos a su casa, porque no sabe en qué condiciones o cómo encontrará a su papá o mamá. Tengo, por ejemplo, una paciente que está lidiando con un alcoholismo de muchísimos años y el vínculo que tenía con su hija quedó deshecho. Porque en algún momento, su hija dijo que no quería relacionarse más con todo ese tema.
Hay un gran dolor que se va armando en torno a eso. Primero, por ver que la figura de autoridad que se tiene está tan debilitada y que esta debe recurrir a algún tipo de sustancia para aplacar un poco el dolor. Eso le quita tierra firme al hijo para sostenerse. Y segundo, está el cómo se presenta esa persona en el mundo. Particularmente con los adolescentes, es muy relevante el cómo se muestran ante los demás. En la adolescencia, el tema de la identidad fuera de la familia es crucial.
-¿Cómo se puede salir de una situación familiar compleja en adicciones?
-Hay profesionales que saben de esto. En el ámbito biológico, hay fármacos que permiten aplacar un poco el deseo de beber, fumar o consumir alguna droga. Pero eso viene con su costo, porque son medicamentos que impactan mucho el cuerpo de las personas. No hay algo como una cura gratuita en forma de pastilla: siempre es en detrimento de algo más. Después está la cuestión psicológica. Es fundamental tener una red de apoyo profesional para entender que hay diversas formas de enfrentar todo esto. No hay un camino único, pero siempre es a partir de un acompañamiento profesional.
-¿Quién debe tomar la iniciativa?
-Los responsables siempre van a ser los adultos, aunque aquello no quita que los adolescentes puedan ser parte. Más hoy en día, en que se percatan mucho más de las cosas. Puede ser que el adolescente consulte y vea qué se puede hacer. Pero después hay que ver si ese adulto está dispuesto a enfrentar su problema. Si no, es muy difícil solucionarlo.
Marcos Méndez es psicólogo clínico de la Universidad del Salvador y licenciado en Filosofía de la Universidad de Buenos Aires, Argentina. Se especializó en Logoterapia y actualmente cursa una maestría en Psicoanálisis en la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA).
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