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Regístrate y accede a la revistaMás tiempo de ocio, poco deporte y más espacio para las pantallas, nos obliga a estar más alertas frente al efecto de las adicciones en el funcionamiento del cerebro de los jóvenes. ¿Cómo se ve afectado? De eso conversamos con expertos.
Una investigación publicada en la revista Jama Pediatrics, en noviembre del año pasado, arrojó que el tiempo de ocio frente a las pantallas entre los adolescentes de EE.UU. se duplicó respecto a antes de la pandemia. El estudio llamado “Uso del Tiempo en Pantallas entre los Adolescentes de EE.UU, durante la Pandemia de COVID-19: Hallazgos del Estudio sobre Desarrollo Cognitivo del Cerebro Adolescente” muestra también que “pasar más tiempo frente a las pantallas se relaciona con una peor salud mental y un mayor estrés entre los adolescentes”, en palabras del Dr. Jason Nagata, investigador principal y profesor asistente de pediatría de la Universidad de California, en San Francisco.
“Los jóvenes se desenvuelven en gran medida a punta de pantallas y estas tecnologías son una extensión de muchas de sus actividades cotidianas. Por esa razón, para muchos de ellos, su relación con pantallas y contenidos digitales suele ser de múltiples tareas paralelas (multitasking) y, por lo mismo, les cuesta considerar la opción de reducir su consumo de pantallas o de desprenderse de ellas totalmente”. Ingrid Bachmann, Profesora asociada de la Facultad de Comunicaciones de la PUC.
Algo similar habría ocurrido también en nuestro país, explica Ingrid Bachmann, profesora asociada de la Facultad de Comunicaciones de la PUC, quien es enfática en señalar que “el tiempo dedicado a las pantallas se incrementó en todos, no solo en los jóvenes. En el contexto de la pandemia, la mayoría de nosotros pasó a un entorno en que todo era digital y a través de pantallas: el trabajo, el estudio, las compras, las consultas médicas y hasta los permisos para salir que se pedían en Comisaría Virtual. En el caso de los jóvenes, además, cuyo entretenimiento ya estaba bastante dominado por dispositivos móviles, smart tvs y consolas, el confinamiento también redundó en que el tiempo libre se concentrara aún más en dispositivos y videojuegos: a muchos les parecía que no había nada más que hacer”.
De hecho, señala la académica de la PUC, “es innegable que los jóvenes están altamente digitalizados y que tienen un acceso a tecnologías como nunca. Las pantallas son parte de su vida y el celular, por ejemplo, es un despertador, una agenda, una herramienta de creación de contenidos, un espacio de consumo de entretenimiento y de comunicación instantánea, un espacio de socialización y una biblioteca con un sinfín de información, solo por mencionar algunos”.
El tema es que un mayor tiempo para las pantallas puede significar una mayor exposición, y aquello podría terminar por afectar el funcionamiento del cerebro en los jóvenes y llegar a convertirse en una adicción.
Francisco Ceric, profesor y presidente del Comité de Ética Institucional, jefe del Laboratorio de Neurociencia Afectiva (LaNA) del Centro de Apego y Regulación Emocional (CARE), de la Facultad de Psicología de la Universidad del Desarrollo, señala que es muy importante considerar que la adolescencia es un periodo crítico del desarrollo físico, en especial del cerebro. “En esta etapa se produce una importante remodelación a nivel de conexiones de algunas zonas del cerebro, donde hay proceso de poda sináptica, la cual disminuye las conexiones más débiles, pero fortalece conexiones de mayor uso. Entonces, en esa área de mayor sensibilidad, cualquier factor que afecte de manera drástica el funcionamiento del sistema nervioso podría generar anomalías en su reestructuración, desviando la regulación del desarrollo natural”.
Dice Ceric que, lamentablemente, la preadolescencia y adolescencia son los periodos críticos de inicio en el consumo de sustancias. “Por otro lado, la adicción a pantallas o tecnologías digitales cada vez comienza más temprano, lo que incluso podría estar afectando a los primeros años de vida, que también son un periodo crítico en el desarrollo de la conectividad del cerebro”.
“Es vital separar los tipos de adicción, ya que la dependencia al alcohol u otro tipo de drogas no se comporta exactamente igual a nivel neuropsicológico que la adicción a las pantallas. Si bien hay algunas vías cerebrales en las cuales se podría generar un efecto similar, los niveles de deterioro o daño fisiológico y psicológico son, al menos, no iguales. Por lo anterior, es clave comprender a qué nivel actúa esta estimulación excesiva (abuso de estimulación) para entender los potenciales problemas”. Francisco Ceric, Profesor y presidente del Comité de Ética Institucional, jefe del Laboratorio de Neurociencia Afectiva (LaNA) del Centro de Apego y Regulación Emocional (CARE), de la Facultad de Psicología de la Universidad del Desarrollo.
En esa misma línea, la académica de la PUC afirma que los jóvenes se desenvuelven en gran medida a punta de pantallas y estas tecnologías son una extensión de muchas de sus actividades cotidianas. “Por esa razón, para muchos, su relación con pantallas y contenidos digitales también suele ser de múltiples tareas paralelas (multitasking) y, por lo mismo, les cuesta considerar la opción de reducir su consumo de pantallas o de desprenderse de ellas totalmente”.
Desde Israel, el académico y director de Tren Digital, Daniel Halpern, explica que se habla de “adicción a las pantallas cuando se genera una dependencia que afecta la vida regular del estudiante. Cuando el joven, pero también el adulto, solía juntarse con amigos, salir a comer, andar en bicicleta, y empieza a perder interés en otras actividades, por preferir quedarse en las pantallas, se genera una dependencia”.
En ese caso, explica Halpern, la vida de ese joven se ve interrumpida de alguna forma por las pantallas. “Deja de hacer sus actividades regulares, o empieza a bajar su promedio de notas, o sus relaciones cercanas comienzan a verse comprometidas, o empieza a faltar a su trabajo, etc.”
En ese caso, nos referimos a una dependencia, y aquello podría convertirse en una adicción. “Básicamente, esa persona no controla el dejar de usar las pantallas, y abandona otras actividades por el placer que le generan los videojuegos, por ejemplo. Entonces va perdiendo placer y la motivación por hacer las actividades de antes”.
Sin embargo, señala Daniel Halpern que es clave comprender que las motivaciones de las personas van cambiando con los años, porque se supone que sus actividades van difiriendo con la edad, en función de sus capacidades y habilidades, “por tanto, no hay nada de malo en ese cambio. El problema sucede cuando por hacer cierta actividad relacionada con las pantallas, deja de cumplir responsabilidades”.
Como conocedor del tema, Daniel propone trabajar la motivación de los alumnos, por realizar actividades interesantes y atractivas al aire libre; practicar algún deporte o algo que a los jóvenes les resulte cautivador, para que así puedan dejar de estar inmersos todo el tiempo en las pantallas.
“El mejor consejo es promover actividades offline que incentiven el desarrollo de intereses, como: manualidades, deporte, lectura, es decir, aquellas que no se centren únicamente en lo online”.
Cuenta Halpern que con la pandemia se adquirieron hábitos sedentarios que eran muy fáciles y simples de seguir, porque era a través de la tecnología, luego se acostumbraron a ese hábito, y cuesta escapar de eso. “Por ejemplo, si yo antes solía salir a pasear y en pandemia generé el hábito de ver cuatro capítulos de Netflix cuando llegaba a la casa, me va a costar mucho salir de eso, porque además esa actividad me produce mucho placer”.
Señala Francisco Ceric que quizás la pregunta más común es si las drogas y/o la adicción a las pantallas causan daño en el cerebro. “Acá se debe aclarar que hay diferentes tipos de drogas que afectan zonas específicas en nuestro sistema nervioso y en general nuestro cuerpo. El punto es que esta desregulación a nivel de sinapsis neuronales se podría ir traduciendo en un daño permanente, según el consumo en el tiempo”.
“(Se habla de) adicción a las pantallas cuando se genera una dependencia que afecta la vida regular del estudiante. Cuando el joven, pero también el adulto, solía juntarse con amigos, salir a comer, andar en bicicleta, y empieza a perder interés en otras actividades, por preferir quedarse en las pantallas, se genera una dependencia”. Daniel Halpern, Académico y director de Tren Digital.
Señala el académico de la UDD que, por ejemplo, la droga éxtasis (MDMA), pese a no ser una de las sustancias más duras, tiene un efecto neurotóxico específico. “Entonces, el punto crítico del potencial daño es el grado de abuso, considerando siempre la naturaleza de cada droga u objeto de adicción. Muchas drogas son específicamente diseñadas o creadas para producir adicción, con un aspecto hedónico (placer) y, lo más crítico, un aspecto remedial (que quita malestar), siendo este último el más complejo de la dependencia, que es consumir porque es necesario hacerlo”.
Explica Francisco, que es vital separar los tipos de adicción, ya que la dependencia al alcohol u otro tipo de drogas no se comporta exactamente igual a nivel neuropsicológico que la adicción a las pantallas. “Si bien hay algunas vías cerebrales en las cuales se podría generar un efecto similar, los niveles de deterioro o daño fisiológico y psicológico son, al menos, no iguales. Por lo anterior, es clave comprender a qué nivel actúa esta estimulación excesiva (abuso de estimulación) para entender los potenciales problemas”.
No cabe duda de que la pandemia cambió todo nuestro entorno, en un estado sin precedentes históricos e incluso evolutivo, de estrés constante, en condiciones de incertidumbre, de encierro, con una virtualidad que nos mantenía informados y a la vez conectados con otro de una manera muy diferente a nivel socioemocional, señala el académico de la UDD.
A nivel de desarrollo, por ejemplo, otro aspecto que ha demostrado ser esencial, en busca de la salud emocional de los alumnos, “es la adquisición de hábitos, como por ejemplo rutinas de alimentación, sueño, estudio, tiempo libre e incluso de uso de tecnologías, lo cual es un buen predictor de rendimiento académico y salud integral. Este fue uno de los aspectos que más cambiaron en el periodo de pandemia”.
“Si bien los factores individuales (como los mencionados antes) son de importancia, también juega un rol crucial lo interpersonal. El periodo de adolescencia es igualmente una etapa de adaptación y crecimiento prosocial, donde las relaciones con otros juegan un papel esencial”, advierte el académico de la UDD.
En todo caso, “debemos considerar una temprana y adecuada educación respecto a las adicciones y sobre todo a nivel emocional, donde los padres, educadores y pares son el componente básico. Lo segundo es tremendamente necesario hoy en día, que vivimos en una sociedad más violenta, individualista y carente de empatía”, dice Francisco Ceric.
¿Existió o no un incremento del consumo de alcohol? El psicólogo de la Universidad de los Andes, Álvaro Vergés, señala que: “En líneas generales, los datos epidemiológicos muestran una cierta polarización en los niveles de consumo de alcohol, particularmente en jóvenes, de modo que aquellos que bebían poco disminuyeron su consumo o dejaron de hacerlo durante la pandemia, mientras que algunas personas que ya tenían un consumo elevado incrementaron la frecuencia y cantidad de alcohol”.
“El alcohol es una neurotoxina, de modo que su consumo se ha asociado a disminuciones en la materia gris en la corteza frontal y temporal del cerebro, y en la materia blanca del cuerpo calloso”. Álvaro Vergés, Psicólogo y académico de la Uandes.
Respecto a Chile, el académico de la Uandes explica que “los datos muestran que no ha habido un aumento global en el consumo de alcohol durante la pandemia (Encuesta del Observatorio Nacional de Drogas), pero sí un incremento del riesgo entre personas que consumen alcohol, sobre todo a principios de 2021 (aunque posteriormente ha disminuido a los niveles iniciales; Termómetro de la Salud Mental). Lamentablemente, no se han publicado datos epidemiológicos específicamente en jóvenes en nuestro país”.
Pese a ello, es clave incorporar a nivel escolar y entre los docentes, que el alcohol tiene un impacto significativo en distintas dimensiones de la salud. “Por ejemplo, la Agencia Internacional de Investigación en Cáncer ha establecido que el alcohol es cancerígeno para los seres humanos. Claro está que esa es una consecuencia de largo plazo, derivada del consumo crónico de alcohol”, señala Vergés.
Sin embargo, el consumo, dice el académico de la Uandes, se asocia también a efectos agudos, por ejemplo, “una mayor probabilidad de sufrir accidentes y lesiones, con mayor riesgo para personas que consumen en grandes cantidades en ocasiones específicas. A nivel neuropsicológico, el consumo de alcohol se asocia a un deterioro en las funciones ejecutivas, por ejemplo, una disminución en la memoria verbal, habilidades visuoespaciales y el aprendizaje”.
Michael Hoechsmann, profesor asociado de la Facultad de Educación de la Universidad de Lakehead, Canadá, y especialista en Media and Information Literacy, invitado por la Facultad de Comunicaciones de la PUC estuvo de visita en nuestro país y conversó con Revista Educar.
Experto en las tecnologías y conocedor del tema, señaló que no debemos demonizar a las pantallas. “Vivimos inmersos en una sociedad digital, nos movemos allí y debemos aprender a vivir con ellas”.
Señala el profesor que no es posible afirmar que “las generaciones más jóvenes carecen de mecanismos de adaptación que los mayores sí tenemos, simplemente porque no usamos las tecnologías de la manera que ellos lo hacen. Señalar aquello es peligroso y hasta muy aventurado. Muchas veces, más que una conducta adictiva, es una obsesión que deben aprender a regular y controlar”.
Dentro de los desafíos, dijo Michael Hoechsmann, está el aprender a comportarse y convivir en lo que él mismo denomina la jaula digital en que estamos todos inmersos.
En todo caso, explica que la pandemia nos dejó en evidencia que sí era posible contar con una mayor accesibilidad a la tecnología, lo que ayudó a que muchas de las actividades que se hacían en forma presencial pudieran realizarse a distancia.
Por Álvaro Vergés, psicólogo y académico de la Uandes.
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