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Regístrate y accede a la revistaHoy es habitual oír a los padres decir que sus hijos están mucho más ansiosos tras la pandemia y que eso les hace temer que caigan en alcohol, drogas u otros hábitos adictivos. Se trata de una preocupación justificada, ya que la emergencia sanitaria provocó 76 millones más de casos de trastornos de ansiedad en todo el mundo, suponiendo un crecimiento del 26%. La cifra fue publicada por el estudio “Prevalencia mundial y carga de los trastornos depresivos y de ansiedad en 204 países y territorios en 2020 debido a la pandemia de COVID-19”, el primero que evalúa el impacto global en la salud mental de todo el planeta.
Los autores de esta investigación (Dr. Damián Santomauro y Dra. Alize Ferrari, ambos del equipo de trastornos mentales del Centro de Investigación en Salud Mental de Queensland, Australia) informaron al dar a conocer los resultados que las mujeres y los adolescentes son los grupos más afectados por estos trastornos.
La mayoría de las personas han sentido ansiedad. Se trata de un efecto físico tras una liberación normal de hormonas, que permite reunir la concentración y la energía necesarias para un desafío o una posible amenaza, explica la Dra. D’Arcy Lyness, en www.kidshealth.org. Pero, agrega, si los sentimientos ansiosos son demasiado intensos, y se sufren como difíciles de soportar generando conductas para evitar aquello que causa ansiedad, podría ser señal de un trastorno más serio.
En ese sentido, esta experta aconseja a los padres estar atentos a la aparición de ciertas conductas en sus hijos, como por ejemplo:
El confinamiento:
Un estudio publicado por la revista especializada The Lancet, titulado “Los efectos de la privación social en el desarrollo y la salud mental de los adolescentes”, señala que a esta edad, “la estructura social del cerebro se desarrolla sustancialmente”. Y en ese crecimiento, las relaciones personales juegan un papel relevante para la maduración de la propia personalidad. En este sentido, el confinamiento provocó un mayor malestar emocional en los adolescentes, a quienes su propio cerebro estaba pidiendo interacción social.
El neuropsicólogo Daniel Rama, vicepresidente de la Asociación Española de Psicología del Niño y Adolescente (APSNAE), aclara que, “si bien las nuevas tecnologías han contribuido a mitigar los efectos dañinos que provoca la distancia física, cuando el uso de las redes es pasivo –como hacer scroll continuo, dejarse entretener por los contenidos y pasar horas delante de las pantallas–, entonces la actividad genera irritabilidad y cansancio”.
Por otro lado, el uso inadecuado de las plataformas digitales, agrega el Dr. Rama, también puede sumar cargas emocionales a los adolescentes, como es la hipersexualización, que supone “la imposición de una sexualidad adulta a las niñas y los niños, que no están ni emocional, ni psicológica, ni físicamente preparados para ello” (Ciclo de Conferencias del Centro Cultural Alborea, España).
La psiquiatra y escritora Mariam Rojas Estapé, recientemente entrevistada por Aceprensa, apunta al estilo de vida que hoy llevan niños y adultos: “Querer sentir a todas horas tiene sus consecuencias, y una de ellas es que la inteligencia y la voluntad se vuelven irrelevantes. A más experiencias vibrantes, más dopamina y menos corteza prefrontal, que es la zona del cerebro de la atención, de la construcción, del control de impulsos, de la profundización, del discernimiento, del juicio moral…”.
La Dra. Noemí Guillamón, doctora en Psicología, académica y terapeuta de la Clínica de la Ansiedad, Barcelona, España, escribe que “es conocida la relación que existe entre las drogas y los problemas de ansiedad. Un consumo elevado de café, tabaco, alcohol u otras drogas puede tener consecuencias negativas para la salud mental y física de los chicos e interferir en sus actividades escolares o laborales y en sus relaciones familiares y sociales”. A través de distintos estudios y trabajos, ella explica cómo la relación de ansiedad y adicciones es bidireccional: el consumo puede ser factor de riesgo de desarrollar un problema psicológico (causa) y también puede ser consecuencia de padecerlo (efecto). Por ello, a esta edad, es clave combatir las causas que están aumentando la ansiedad.
Una última nota señalada por la Dra. Noemí Guillamón:
Fuente: Higiene y prevención de la ansiedad. Dra. Noemí Guillamón y otros coautores.
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