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Regístrate y accede a la revistaUna de las lecciones que nos ha dejado la pandemia, coinciden los expertos, es la importancia del nexo entre la escuela y su comunidad, factor protector que permite importantes mejoras en el aprendizaje de los alumnos.
“Siempre he considerado la banda como un símbolo representativo de la comuna de Hualañé; a pesar de que su sede está en la escuela Monseñor, participan músicos de todas las edades; estudiantes, apoderados, exalumnos, padres de estudiantes, adultos mayores, profesores, asistentes de la educación. En la banda no hay estigmas ni prejuicios, hay respeto y mucha disciplina, la cual no se ha logrado con retos, amenazas ni gritos, sino con normas básicas, simpatía y mucho cariño”.
De esa manera concreta es que, en la Escuela Monseñor Manuel Larraín de Hualañé, en la provincia de Curicó, se vinculan muy de cerca con la comunidad. De todo eso nos cuenta la profesora Patricia Leyton, quien está a cargo de la Banda Escolar Batucada.
En plena época de vacaciones conversamos con Patricia: “Quienes integran la banda son personas muy motivadas, aman lo que hacen y su única recompensa es brindar momentos bonitos para nuestra comunidad. De hecho, muy importante ha sido la trayectoria de la banda, la cual se formó en la década del 50... Siempre ha habido personas que se han hecho responsables de ella y ha seguido funcionando hasta ahora. Es como si la banda tuviese vida propia”.
Como nos explicaba Patricia, esa banda representa el vínculo de la escuela con su comunidad. Una relación que, como señala Paz Valverde, docente en la Facultad de Educación de la UDD, “ha sido ampliamente reportada desde la investigación como un factor protector de los aprendizajes de los niños: cuando la familia y la comunidad se involucran y participan con la escuela, los niños aprenden más y mejor” (Unesco, 2004).
Porque, como dice Patricia, “el aprendizaje no es solo contenido matemático y lenguaje, es mucho más que eso... Para mí es aprender a ser responsables, empáticos, respetuosos, trabajadores, a desarrollar sus propias habilidades en un ambiente de amor, cariño y comprensión. Cuando se logra un ambiente de cariño es muy fácil enseñar; yo, por ejemplo, nunca me he sentido estresada, no tengo problemas con ningún estudiante, porque se dan cuenta de que mi cariño es de verdad y busco lo mejor para ellos”.
Coincide con ello César Gavilán, director ejecutivo de Fundación Educacional Collahuasi, para quien, sin duda, la participación de la comunidad escolar –entiéndase por ello todos los actores que participan del proceso de enseñanza-aprendizaje, pero en especial las familias de los alumnos– “es y será muy importante en esta nueva forma de aprender, la participación de las comunidades es vital, la comunicación y gestión de los recursos disponibles, principalmente tecnológicos desde el colegio y las propias familias. Una nueva forma de aprender requiere de tiempo, adaptación y sobre todo entender que todos son importantes: familia, profesores, asistentes, autoridades”.
A todo ello hay que agregar, nos dice Paz, que el contexto de la pandemia ha significado un cambio importante en las vidas de las comunidades educativas. En ese sentido, se cuenta con evidencias del impacto negativo de este tiempo, no solo en el aprendizaje de los niños, sino también en el desgaste emocional de ellos y de quienes se vinculan con este proceso desde distintos ecosistemas: familias, comunidades, profesores, instituciones educativas.
De hecho, según explica la coordinadora de la Unidad de Currículum y Evaluación del Mineduc hasta el 10 de marzo de este año, Isabel Baeza, “si bien se ha visto tensionada en el contexto de la pandemia, se ha podido evidenciar el carácter fundamental de la escuela en la sociedad, tanto por la relevancia de la presencialidad en el aprendizaje, como de la socialización en el desarrollo de los estudiantes”.
Explica Isabel que, para el Ministerio de Educación, el vínculo entre la escuela y la comunidad es esencial y durante la pandemia ha quedado de manifiesto su fortaleza. “Han sido las comunidades educativas, junto con las familias, e incluso la sociedad en su conjunto, las que han asumido la tarea de mantener la continuidad de los aprendizajes de los estudiantes, demostrando así esta fortaleza y un profundo sentido de responsabilidad ciudadana. En este contexto, el Mineduc ha apoyado, al igual que otras instituciones, como los municipios, a las comunidades, activando redes y elaborando y poniendo a disposición de ellas recursos educativos que complementan sus esfuerzos. Es importante destacar cómo la escuela y el profesorado han jugado un papel estratégico, articulándose con las familias y/o los adultos responsables, para lograr el aprendizaje de los estudiantes”.
En ese sentido, dice César Gavilán, ha sido un gran desafío para la educación TP trabajar durante los años de pandemia, particularmente porque se trata de un sector donde el aprender haciendo ha sido fundamental, “pero también hemos descubierto nuevas formas de aprender, nuevas capacidades, y de cierta manera para los jóvenes ha sido menos complicado porque nacieron en un mundo de cambio constante”.
Lo más importante, advierte César Gavilán, es cómo los profesores y adultos en general se han adaptado a este nuevo sistema, entender que cambiaron los paradigmas de aprendizaje, las nuevas tecnologías. “A mi juicio, la industria 4.0 permite este cambio y si agregamos la virtualidad, hoy pienso que estamos desde un piso, esto llegó para quedarse y tenemos que trabajar con las escuelas para que estén a la altura, cubriendo brechas que tenemos para adaptarnos rápidamente y aprovechar las oportunidades que nacen para sus estudiantes”.
En esa línea, “creo que continuar con la promoción del vínculo escuela y comunidad puede ser una estrategia efectiva para apoyar el aprendizaje de los niños en tiempos de pandemia. Sin embargo, parece claro que debería ser una entre otras iniciativas que se intenten desde las políticas públicas: estrategias pedagógicas que se apoyen y potencien desde las TIC, el desarrollo y reflexión profesional docente, la valoración de las familias y la comunidad desde una perspectiva de reconocimiento y, sobre todo, el cautelar la protección de los factores afectivos para el aprendizaje”, enfatiza Paz Valverde.
Todo lo anterior se fundamenta en el hecho de que la identidad de toda persona se construye en un contexto social. “Todas las personas se ven influidas por sus contextos, aun cuando busquen autonomía y aislamiento. De hecho, para que las personas sobrevivan y se desarrollen es esencial que construyan sobre las convergencias con otros, acepten y respeten diferencias, y administren los conflictos de manera efectiva. Para su sobrevivencia y desarrollo las sociedades necesitan crear comunidades que les permitan progresar y, en particular, velar por el bienestar de sus niños. En otras palabras, necesitan crear lo que se ha denominado ‘comunidades prosociales’”, se señala en un artículo de Valoras UC (Comunidad y Escuela, Lidia Alcalay, 2a edición, 2018).
No obstante, explica Paz, sin duda el contexto en que un niño o joven se encuentra influirá en su aprendizaje y su desarrollo, pero es importante visibilizar que este niño o joven también es parte de la comunidad y no solo un receptor de influencias; es decir, tiene la oportunidad de aprender de ella y de mejorarla.
“Por su parte, cada comunidad tiene su propia cultura, una manera de hacer las cosas, sus propias valoraciones y sanciones. Esta cultura puede ser un factor protector, pero también un factor de riesgo. Es aquí donde la educación juega un rol fundamental”, explica la académica de la UDD.
De hecho, nos cuenta Paz que, a su juicio, la perspectiva de derecho y el reconocimiento de la diversidad parecen ser dos pilares de las propuestas curriculares actuales. “El cómo se encarnen en cada comunidad es una tarea aún en desarrollo (Araneda y Parra, 2020) y, sin duda, una gran oportunidad” (Darling-Hammond, Schachner y Edgerton, 2021).
En todo caso, advierte Cristóbal Madero, sociólogo de la Universidad Alberto Hurtado y teólogo de la Pontificia Universidad Católica de Chile, muchos han sido los nuevos desafíos que nos ha dejado la pandemia. “Por ejemplo, el valor del trabajo de nuestros docentes, como también el hecho de que la escuela forma parte activa de la comunidad y de su entorno. En ese sentido, existen interesantes estudios respecto a que, si la comunidad se involucra con sus alumnos, se genera un círculo virtuoso, en el que se mejoran los aprendizajes de los alumnos”.
Lo importante es que la pandemia ha valorizado el rol de nuestros docentes y se ha dado un nuevo sentido a la escuela. “Ya no se la mira como una guardería, sino que mucho más allá de eso. O sea, se ha evidenciado todo aquello que pierden los niños, respecto de los aprendizajes disciplinares y socioemocionales cuando no asisten a clases”.
En opinión de Madero, la escuela y el aporte que puede entregar a la comunidad pudiese quedar más en claro si la nueva educación pública cumple su rol, por medio del ejercicio de los servicios locales de educación. “Se puede generar un círculo muy, muy virtuoso en cuanto a los aprendizajes respecto de acciones y la relación de la escuela y su comunidad. Yo creo que la nueva educación pública, aunque tiene varias falencias y muchas cosas por mejorar, puede ser un aporte respecto de los mecanismos de participación de los distintos actores de la comunidad. Eso lo veo perfectamente posible”.
Lo importante, dice Isabel Baeza, es que hay que tener en cuenta que la relación de los estudiantes con la comunidad fortalece el desarrollo de los aprendizajes, “ya que potencia la significatividad y profundidad de los conocimientos, habilidades y actitudes. Esta relación con la comunidad es también una forma de construir conocimientos desde problemas auténticos que despiertan el interés de los estudiantes y promueven su involucramiento en la sociedad. Esto último puede verse como una expresión de participación ciudadana, en coherencia con el enfoque de las Bases Curriculares”.
En Fundación Educacional Collahuasi, “nosotros partimos de la premisa de que cada proyecto lo realizamos en conjunto con la comunidad. Tanto en Alto Hospicio como en Pica la vinculación es a través de una alianza público-privada, representada la comunidad por sus municipios y el mundo privado representado por nuestra compañía Collahuasi. Tratamos de involucrar a la comunidad escolar en los procesos que llevamos adelante y prueba de ello es el éxito de cada uno de los proyectos donde la comunidad ve una verdadera oportunidad para la familia de salir adelante, mejorar su calidad de vida y en conjunto con Collahuasi, municipios, comunidades, construir una sociedad mejor”.
Señala Isabel Baeza que “los documentos que se han elaborado para implementar el currículum, así como los recursos que han sido puestos a disposición para apoyar su desarrollo, promueven la interacción con la comunidad escolar y local. Asimismo, estos documentos han ido progresivamente destacando la relevancia del espacio local y barrial para propiciar la contextualización de los aprendizajes de los estudiantes. En ese sentido, un desarrollo de las Bases Curriculares contextualizado y en relación con la comunidad permite reforzar ese vínculo, valorando a la comunidad como un espacio de aprendizaje”.
De hecho, señala Isabel, la escuela es un espacio de interacción social, por lo que la vinculación de la escuela con la comunidad es una oportunidad para ampliar estas interacciones y abrir nuevas posibilidades para desarrollar los aprendizajes. “Un ejemplo de esto es el impacto que pueden tener metodologías como el Aprendizaje Basado en Proyectos en los estudiantes y las comunidades. En esta metodología se plantea un problema o necesidad auténtica que los estudiantes deben comprender para elaborar propuestas creativas que busquen aportar a la comunidad de forma real y pública, reforzando el vínculo entre comunidad y escuela, así como el involucramiento de los estudiantes en la sociedad”.
Por eso mismo, dice Isabel, “para construir cualquier relación, hay que partir por conocerse. Para esto, el crear espacios de encuentro podría ser una primera propuesta. Esto tradicionalmente se realiza desde la escuela: ella convoca, en sus espacios físicos, para trabajar temas que ella propone (Gubbins, 2016). Quizás una manera de reforzar la relación sería transitar hacia una relación más simétrica, donde la escuela y la comunidad se convoquen mutuamente”.
Otra acción, advierte Paz Valverde, que podría aportar a un mejor trabajo conjunto sería el explicitar los objetivos compartidos que los llevan a encontrarse. “Aunque parezca increíble, muchos profesores y apoderados interactúan durante largo tiempo buscando diversas y variadas metas sin conversar sobre ellas. He podido observar cómo el contar explícitamente con objetivos compartidos, facilita el trabajo conjunto y la evaluación de los logros alcanzados”.
Nos cuenta Patricia Leyton desde la Escuela Monseñor Manuel Larraín de Hualañé:
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