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Regístrate y accede a la revistaTodo adolescente empieza a tomar decisiones en relación con su futuro y en eso consiste en gran medida madurar y crecer. Sin embargo, la pandemia ha hecho que muchos sientan que perdieron el control de sus vidas: ese es un efecto colateral que abordar este año escolar.
Hay palabras que son como llaves maestras, que abren nuestro entendimiento y nos permiten comprender conceptos complejos de modo certero y rápido. La palabra “agencia”, en una de sus acepciones, es una “llave mental” importante, porque alude a esa capacidad a nutrir en los hijos y alumnos, que les permite actuar intencionalmente en una dirección para lograr propósitos o metas, para interrelacionarse y aportar a los demás.
Pero, con la pandemia pareciera que muchos adolescentes han visto afectada su “agencia”. Los expertos señalan que una forma de recuperarla es tomando conciencia de las propias capacidades y comprometiéndose con la reconstrucción de nuestra sociedad. Para ello, se deben vencer los altibajos emocionales y la inseguridad, y salir del encierro físico y mental al que nos sometió el coronavirus.
Los efectos de la incertidumbre
Claudia Carolina Botero, psicóloga de la Universidad Nacional de Colombia, magíster en Intervenciones en Psicoterapia de la Universidad de Salamanca y doctora en Psicología de la Universidad de los Andes, explica que la incertidumbre vivida durante los últimos dos años ha afectado de manera significativa la capacidad de los adolescentes de proyectarse “dado que esta incertidumbre produce una sensación de poco control de su propia vida y de su futuro". Cuenta que "el agenciamiento de los jóvenes se pudo ver afectado por la poca posibilidad de acción frente a eventos de índole económica, de salud, duelos, poco contacto con pares, etc. Estos eventos constituyen estresores que, si se vuelven crónicos, pueden afectar la estabilidad psicológica de los jóvenes. Esta afectación puede llevar a experimentar situaciones de depresión, estado de ánimo inestable, problemas de ansiedad e interpersonales”.
—¿Se ha logrado medir el impacto de la pandemia en la salud mental de los niños y adolescentes?
—Se han hecho varias investigaciones. La Organización Mundial de la Salud y Unicef han identificado que el impacto de la pandemia sobre los niños y adolescentes es significativo. Las clases online y el confinamiento fueron dos de los factores que más están impactando, pero también las pérdidas, por ejemplo, muertes, y el desempleo que ha habido en las familias. Así mismo, estudios psicológicos han establecido que se han presentado problemas de regulación emocional, de autoeficacia académica y de afectación por violencia intrafamiliar.
—Frente a este hecho, ¿es normal que muchos adolescentes no sepan cómo proyectarse hacia el futuro?
—Sí, eso depende en gran parte del entorno en el que se desarrollan y qué tanto su contexto les ofrece oportunidades, además de la confianza del contexto familiar y escolar en sus competencias. Por lo tanto, para recuperar la proyección hacia el futuro se requiere que el contexto, el entorno, brinde oportunidades laborales y académicas a las que pueda tener acceso la mayoría, desarrollar algunas competencias, y el apoyo de sus entornos sociales, familiares y académicos.
Indiferencia o compromiso social
Francesc Torralba, filósofo, teólogo, pedagogo y autor del libro Vivir en lo esencial. Ideas y preguntas después de la pandemia (Plataforma Editorial, 2021), ha escrito numerosas columnas sobre el impacto de la incertidumbre en las personas: “La incertidumbre es un rasgo fundamental de nuestro tiempo. No sabemos qué significa ni remotamente esto que llamamos nueva normalidad. Hay miedo, temor y temblor”, escribió en el diario La razón, de Cataluña.
Este autor explica que frente a un tiempo incierto existen diferentes posibilidades de reaccionar: “Existe el riesgo del desencanto, pero también el de la falsa superioridad (…) de los que se colocan al margen de todo y no se mojan para nada, pero están aguardando ansiosos el error del que se ha comprometido para recordarlo inmediatamente”.
Lo contrario a esa forma de deserción es el compromiso. En su libro El compromiso, Torralba ahonda en la definición de este valor: “Comprometerse es, en sentido estricto, contribuir, desde el propio talento personal, a una causa más grande que el propio yo, a hacer realidad un sueño colectivo. Es aportar el pequeño grano de arena a la obra en común. En el corazón de la ética del compromiso, existe un mensaje de esperanza”.
Talentos y autoeficacia
Lamentablemente, la incertidumbre vivida en estos dos últimos años también pudo afectar a los jóvenes en su esperanza como en la capacidad de reconocer sus propios talentos. La psicóloga Claudia Carolina Botero señala que “el liderazgo, las habilidades de comunicación asertiva, la autorregulación emocional y la autoeficacia son las habilidades o capacidades que se deberían potenciar ahora en la escuela y el hogar para reforzar la capacidad de los adolescentes para visualizarse como adultos autónomos y participativos”.
Francesc Torralba, por su parte, escribe que ahora más que nunca “debemos enseñar a nuestros hijos y alumnos a descubrir los talentos, porque no todos valemos para lo mismo. El talento es lo único que no decidimos”. En este sentido, según este filósofo y pedagogo, a los hijos y alumnos hay que ayudarlos a descubrir estos talentos y eso se consigue a través del compartir, el conversar, el observar al hijo o alumno. Luego, recomienda enseñarles a poner en práctica una actitud humilde, pero llena de autoestima: “La humildad es conocer los propios límites y las propias posibilidades, lo cual no tiene nada que ver con la baja autoestima o con despreciarse. Una persona humilde reconoce cuáles son los propios límites, sus dificultades, y tiene suficiente capacidad para pedir ayuda, para aceptar que los demás son superiores en algunos campos, aunque no en todos. En cambio, el que tiene una crisis de autoestima es aquel que no reconoce ninguna posibilidad en sí mismo, ningún talento, que no saldrá adelante. En definitiva, que está siempre autodestruyéndose. La humildad es una virtud. La crisis de autoestima es un defecto. La humildad es la autovaloración justa de uno mismo”.
Un año para los valores
Francesc Torralba escribe en otra de sus columnas (esta vez para la Fundación Proyecto Hombre, contra las adicciones), que el tiempo pospandemia es propicio para el valor del compromiso. Pero, “necesitamos líderes críticos y constructivos, aptos para abordar retos en mayúscula y con capacidad de ejercer un liderazgo sustentado en el cuidado y en la cooperación”. Y puede ser precisamente en las escuelas donde se den muchas instancias para echar a andar la inteligencia colectiva.
La psicóloga Claudia Carolina Botero coincide en que, en este nuevo contexto que iniciamos tras dos años de pandemia, los valores son importantísimos. Pero recuerda que “existen valores personales, colectivos y universales. Es importante que ayudemos a que los niños y adolescentes los identifiquen, les den un sentido y relacionen sus metas con los valores personales o colectivos que han establecido. El proyecto de vida de cada niño, niña y adolescente debe ser construido en relación con lo que es valioso o importante para él/ella (valores). Si no está asociado con sus valores, los proyectos terminarán siendo impuestos o guiados por valores externos”.
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