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Regístrate y accede a la revistaAd portas de las vacaciones y con el ánimo de invitarles a gozar de una buena lectura, les presentamos esta reseña de “Dos hijas del gran terremoto”, una nueva obra de Cristián Sahli, donde nos cuenta cómo el terremoto de Valdivia, acompañado de un maremoto, ha dejado una huella imborrable en la historia de Chile. Extracto de la reseña de la historiadora, Alexandrine De la Taille.
Desde el siglo XVI los grandes sismos han sido registrados por los cronistas y todos recordamos el del año 2010 que cambió la fisonomía de varias regiones del país. La interpretación y lectura de estos fenómenos han sido diferentes de acuerdo a los tiempos.
Así como para los pueblos originarios los terremotos expresaban un desequilibrio cósmico que debía ser corregido por los hombres a través de ritos propiciatorios; la cultura europea buscó una explicación empírica basada en el estudio de la naturaleza en función a los principios aristotélicos que, paulatinamente, se fueron completando gracias a nuevos estudios y hallazgos científicos. Sin embargo, estos postulados coexistieron con explicaciones sobrenaturales en un mundo sacralizado que, muchas veces, buscó “aplacar la ira de Dios” manifestada en estos movimientos, mediante actos de reparación.
El mérito fundamental de la obra de Cristián Sahli, es que entrega al lector una serie de aspectos de la historia de Chile que, en parte, han sido desestimados por la historiografía y que confluyen en las vidas de sus protagonistas.
Telón de fondo, el terremoto lleva al lector a preguntarse por el entorno: ¿cómo era Valdivia al comienzo de la década de 1960? Las descripciones del magnífico río Calle Calle nos conducen al lugar de los hechos y nos muestran una ciudad moderna llena de proyección en todo sentido. ¿Quiénes vivían ahí? El autor se detiene en las familias de inmigrantes europeos, como franceses y alemanes, que conviven con personas que mantienen viva la tradición de los pueblos originarios. Devela así nuestra trayectoria mestiza y el complemento intercultural que nos ha sido siempre propio. Celebro especialmente no solo las expresiones en lenguas nativas y también en francés, correctamente traducidas, sino también la riqueza de tipo folclórica de leyendas y creencias ancestrales de los primeros habitantes del territorio.
Los años 60, tan convulsionados, y cuyos efectos nos acompañan hasta hoy, se reconstruyen de una forma diferente. Valdivia se presenta devastada por un terremoto de 9,5 grados según la escala de Richter, al que se suma, menos de media hora después, un tsunami con olas de más de diez metros que cambiaron el cauce de los ríos, sumergieron importantes porciones de tierra y destruyeron 40 ciudades; en definitiva el mapa de Chile se trastocó.
Estas transformaciones geográficas llevaron a invaluables pérdidas, más del cuarenta por ciento de las viviendas fueron arrasadas, hubo irreparables daños patrimoniales de edificios y bellísimas construcciones en una de las ciudades más atractivas del país [el que pueda, en internet hay muchas fotos de la Valdivia antes y después]. Ahora bien, la gran herida fueron las pérdidas humanas, alrededor de 2.000 muertes, un gran número de damnificados imposible de precisar y luego: la incertidumbre, el silencio y la desesperanza en algunos casos; y en otros, la decisión de seguir adelante con fe y perseverancia.
Cabe señalar que, desde una mirada en clave histórica, este libro no se queda solo en el terremoto, al contrario, este es un punto de partida para desarrollar, como ya señalaba, otros temas que a veces han quedado de lado y son fundamentales para comprender el contexto y, por cierto, el devenir histórico posterior. A través de estas líneas podemos observar no sólo el protagonismo de la mujer chilena en la catástrofe a la hora de ayudar, sino interpretarlo como un continuum que se ha mantenido por más de cien años en la beneficencia nacional.
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