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Dic 2024 - Edición 289

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Estrés familiar: Cuando nos sentimos superados

Investigaciones han demostrado que durante la infancia y la adolescencia el estrés afecta de manera muy intensa y puede incidir en cómo a futuro se vivan las relaciones. Por ello, la española María Mateo, experta en lectoescritura, entrega consejos a las familias para enfrentar ese monstruo llamado “estrés”.

Por: Ximena Greene
Estrés familiar: Cuando nos sentimos superados

El estrés en la familia es una parte normal de la vida, pero si no se maneja bien puede transformarse en algo crónico y afectar de modo muy negativo a los hijos en su vida adulta. Conversamos con María Mateo, experta en lectoescritura y coordinadora de formación en Cuentos para Crecer, una organización española con más de ocho años de experiencia en el desarrollo de metodologías y acompañamiento familiar en el área de la educación emocional y la lectoescritura. 

Para ella las familias que viven bajo un estado de estrés permanente y sostenido no solo conflictúan las relaciones entre los adultos, sino que transmiten pautas de conducta a los hijos. Esto, porque son familias que no logran establecer relaciones de calidad, son incapaces de resolver conflictos y de gestionar sus emociones, lo que se traduce en un conjunto de reacciones adversas que permean todos los espacios de la vida.

—¿Cómo afecta el estrés a las familias?

—El estrés es una respuesta fisiológica ante situaciones que pueden ser un peligro. Surge de la necesidad de supervivencia. El problema es cuando sentimos estrés ante situaciones que no presentan ningún peligro y, peor aún, cuando lo sentimos de manera sostenida. Ahí lo que sucede es que hay una hiperestimulación de nuestro sistema nervioso y una mayor reactividad emocional en donde se hace más difícil resolver conflictos, analizar una situación particular y buscar una solución. Por lo tanto, el estrés de manera sostenida afecta directamente nuestras relaciones de forma totalmente negativa.

Los adolescentes siempre quieren conectar

—¿Y qué pasa con los adolescentes?

—Las últimas investigaciones han detectado que hay dos etapas importantes en la vida en donde el estrés se siente con mayor intensidad, una de ellas es la infancia y juventud. Hoy sabemos que los niños y jóvenes sienten más estrés que los adultos; sin embargo, no nos tomamos este tema lo suficientemente en serio. El estado permanente de estrés en las fases iniciales de la vida y cómo éste es gestionado marcará nuestra relación futura o de adultos con la sensación de angustia, agobio y tensión. Si yo como padre no acompaño a estos jóvenes en la gestión del estrés, cuando sean mayores van a tener menos herramientas para gestionar sus emociones.

—¿Cómo podemos conectar con hijos adolescentes que están bajo estrés o mucha presión?

—La adolescencia es una etapa que se caracteriza por ser un período en donde ocurren muchos cambios físicos, mentales y sociales. Estos cambios, de por sí, generan algún grado de estrés ya que implican adaptación. Si además les añadimos las tareas, los deberes, las actividades extraprogramáticas, las redes sociales y las amistades, sin acompañarlos, sin guiarlos, ni trabajar con ellos, los efectos del estrés se van a sentir. Algunas señales que hemos visto en este último tiempo son las autolesiones, las crisis de angustia y un aumento drástico en la necesidad de ayuda psicológica. Todo esto es un reflejo de una situación sin tratar.

“Para mí, la primera estrategia de acompañamiento para nuestros hijos es la comprensión”, señala María Mateo, coordinadora de formación de Fundación Cuentos para crecer y experta en lectoescritura.

Para mí, la primera estrategia de acompañamiento para nuestros hijos es la comprensión. Tenemos que entender, empatizar, recordar y aprender a resituarnos, y con esto me refiero a que no podemos ser los mismos padres que fuimos durante los primeros años de la vida de nuestros niños. Ellos crecieron, y nosotros como padres tenemos que avanzar también y buscar el mejor papel que podamos para esta nueva etapa.

—Y, ¿qué ocurre cuando los jóvenes no se quieren conectar?

—Es ahí donde está el primer error. Los jóvenes siempre quieren conectar. Ellos todavía necesitan a sus padres, pero son tantos los cambios por los que están atravesando que no saben pedir ayuda. Sin embargo, los padres tampoco saben bien qué hacer ya que no se han resituado en su nuevo rol como papás de un adolescente.

Un ejemplo que uso mucho para explicar esto es el del automóvil. En la primera infancia los padres somos los conductores del auto. Yo adulto manejo, paso los cambios y piso el freno cuando es necesario. En la adolescencia, los padres ya no conducimos el auto. Lo tienen que conducir ellos y nosotros tenemos que ser el copiloto. Cambia el papel. De estar en control del auto, ahora tenemos que sentarnos en el asiento de al lado y acompañar, pero no podemos pisar el freno por ellos. Y eso es justamente lo que nos cuesta mucho ante la adolescencia y la razón por la cual no conectamos: porque no queremos ser el copiloto, no les queremos dar el control y eso genera mucho estrés familiar.

Para educar se necesita tiempo

—¿Qué herramientas deberían tener los padres para manejar períodos de estrés permanente?

—Por lejos las más importantes son el autocuidado y el autoconocimiento. Si yo no estoy bien, si estoy sobrepasado, estresado, angustiado o cansado, no puedo acompañar, ni ayudar a otro a que no se sobrepase. Los padres deben saber cuándo parar, cuándo hacer una pausa y cuándo necesitamos calma. Esto es básico; si no, no podemos acompañar a nadie.

Por otro lado, debemos entender que esta es una etapa de tránsito, en donde los jóvenes están aprendiendo a tomar decisiones y a responsabilizarse de ellas y para eso se tienen que equivocar. Creo que en la medida en que entendamos muy bien qué es lo que pasa en esta etapa de la vida, hacia dónde van y qué es lo que necesitan, va a ser mucho más fácil que se lo podamos dar y que así podamos conectar.

—¿Cómo podemos mantener ambientes tranquilos y saludables en la casa si las familias están bajo altos niveles de estrés?

—Tenemos que hacer el ejercicio de poner en valor la calma, la tranquilidad y el tiempo. Hoy, el mundo va muy rápido. La tecnología ha hecho cambiar de manera paradigmática la relación que tenemos con el tiempo, pero tenemos que entender que para lograr cosas importantes en la vida necesitamos tiempo. Necesitamos tiempo para aprender, para hacer amigos, para estar en pareja y para formar una familia, pero vivimos tan apurados que no lo hacemos.

Lo mismo ocurre en las casas. Para educar se necesita tiempo. Se necesita calma para pensar bien las cosas, para organizar nuestras prioridades, pero sobre todo para no hiperestimular nuestro cerebro y reaccionar de manera emocional. Nuestros hijos nos necesitan y para ello tengo que tener los recursos adecuados y una autogestión, dos herramientas que nunca estarán a nuestro alcance si estamos estresados.

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