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Regístrate y accede a la revista“Se unieron a Facebook para mantener el contacto con amigos al otro lado del país y acabaron siendo incapaces de mantener una conversación ininterrumpida con el amigo sentado al otro lado de la mesa”, dice Cal Newport en su libro “En defensa de la atención en un mundo ruidoso”.
Para bien o para mal, vivimos en un mundo tecnologizado. El trabajo, la comunicación, la entretención… dependemos de los celulares y muchas veces también de otras pantallas. Pero, ¿son una buena herramienta para relajarse en tiempos de ocio? “La pantalla no es mala en sí misma, sino que depende de la cantidad de tiempo que la usemos y con qué fin lo hagamos”, afirma la psicóloga del Colegio Nido de Águilas, Clara Peñafiel.
Usualmente el trabajo de un profesor no está tan relacionado con las pantallas como otras profesiones que sí deben realizarse frente a un computador. Sin embargo, en estos últimos dos años la pandemia cambió la forma de la educación, y con ello la forma en que los docentes realizan su labor. “Efectivamente, la pandemia obligó un poco a los profesores a mantenerse constantemente cerca de sus dispositivos y a estar en torno del mundo digital”, dice Clara, y explica que muchas veces el tiempo de ocio en la jornada de un profesor es tan breve que no alcanza a hacer otra cosa más que usar un celular. “En ese sentido, la pandemia no ayudó a desconectarse”.
En su libro “En defensa de la atención en un mundo ruidoso”, el profesor de Ciencias de la Computación en la Georgetown University Cal Newport usa el término minimalistas digitales y, entre otras cosas, los describe como personas que “no aceptan la idea de que el acceso a un beneficio mínimo justifique abrir la puerta a la intromisión de servicios devoradores de atención y, por el contrario, prefieren aplicar las nuevas tecnologías de un modo muy selectivo e intencional que les ofrezca grandes beneficios”. En ese sentido, la psicóloga Clara Peñafiel explica que no es lo mismo ver una película, con un inicio y fin y que además se puede hacer acompañado, que estar entrando y saliendo del Whatsapp o Instagram sin plazos y un objetivo determinado. “Si uno va a usar la pantalla en el tiempo de relajo, ojalá sea con fines específicos, con tiempos acotados”, dice.
Y es que la tecnología muchas veces lleva a los usuarios fuera del aquí y el ahora, lo que dificulta la sociabilización. Esto, explica Clara, tiene mucha relación con la verdadera felicidad a largo plazo. “Incluso hay un nuevo término para esto, el phubbing”, cuenta. Esta palabra es una combinación de las palabras phone (teléfono) y snubbing (hacer un desprecio). Es ignorar a una persona por prestar atención al teléfono móvil.
“Las pantallas, al conectarnos bajo la ilusión de conectarte con otros, lo que hacen es alienarnos completamente del resto. A corto plazo se produce una liberación contundente de dopamina, lo que da una sensación de bienestar muy fugaz, pero a largo plazo produce más sensación de soledad, depresión y ansiedad”, explica la psicóloga.
“Si pudiera hacer una recomendación, sería que no hay que demonizar las pantallas y el acceso a la tecnología, pero sí aumentar la conciencia de cómo es mi interacción con las pantallas, cuánto tiempo les destino, y de qué forma las estoy usando. Y que este aumento de la conciencia sea con el fin de aumentar mi libertad en la interacción con la tecnología. Querer saber cómo es mi relación con la tecnología y proponerse disminuir el tiempo con las pantallas sí o sí va a ayudar a tener un mayor disfrute con el ocio, a tener un mejor descanso”, aconseja la psicóloga del Colegio Nido de Águilas.
Como dice Cal Newport en su libro, los minimalistas digitales “han aprendido que la clave para progresar en nuestro mundo de alta tecnología es dedicar mucho menos tiempo a usar la tecnología.”
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