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Regístrate y accede a la revistaLa española experta en inclusión y diversidad Laura Hernández nos recuerda que todos tenemos derecho a sentirnos incorporados en la sociedad en que vivimos y que se trata de un ejercicio de empatía muy importante. Además, nos invita a observar que la inclusión es valiosa en la escuela pues cada alumno es diferente, por su forma de ser, sus capacidades y su historia.
Laura Hernández trabaja por las mañanas como psicóloga de referencia en los equipos de orientación de dos escuelas. Por las tardes dicta clases en la universidad, en el tema de inclusión y diversidad, área en la que es una de las expertas en España. Valora inmensamente poder estar en ambas esferas –la práctica y la teórica–, pues le permite vivir en carne propia la tensión que conlleva el tema y su implementación.
“En la universidad intento explicar y debatir acerca de esta utopía que es aún la inclusión, lo deseable; y, luego, en la realidad, vemos lo difícil que es articularla, las dificultades que tienen las familias, las escuelas y los propios alumnos. Es uno de los mayores retos de los sistemas educativos a nivel internacional. En la práctica la inclusión sigue generando miedos, incertidumbres y no es fácil, pero merece la pena apostar por ello”, dice la psicóloga y doctora en Educación.
Para Laura Hernández es comprensible que sea complejo porque es necesario sensibilizar respecto del valor de la diversidad y nos faltan herramientas para relacionarnos entre las personas. Por lo mismo, asegura que avanzar en inclusión en las escuelas tiene una consecuencia positiva en la sociedad, pues promueve valores como la empatía y el respeto que beneficiarían a todas las personas y en todos los niveles, no solo a los niños y jóvenes en edad escolar. Desde la escuela puede permear la mirada inclusiva hacia las demás capas y comunidades de la sociedad.
—¿Cómo acercar el concepto de inclusión a las familias?
—Muchas veces intento explicar que un elemento esencial para comprender la importancia de la inclusión es poder ponernos en el lugar del otro. Cómo se sienten unos papás que tienen un hijo con discapacidad o con una dificultad. O cómo nos sentiríamos si no tuviéramos la oportunidad de escolarizar a nuestro hijo en el colegio de nuestro barrio o en el de sus hermanos. Si yo fuera un niño o niña a quien los compañeros no acogen y juega solo en el patio, ¿cómo me sentiría? Todos tenemos derecho a sentirnos incorporados en la sociedad en la que vivimos. Ese ejercicio de empatía es muy importante. Además, requerir apoyos en alguna faceta es algo que todas las familias y/o alumnos pueden necesitar en algún momento determinado de la vida.
—¿Cómo define usted la inclusión?
—La inclusión es una mirada que comprende que cada persona es distinta de las demás y necesita algo diferente. No se trata solo de niños con necesidades especiales a nivel motor o cognitivo, sino también distintos contextos socioculturales, distinta procedencia, cuestiones de género, entender la situación familiar que puede estar viviendo una persona. Hablamos de forjar una comunidad educativa donde sabemos que todos somos diferentes. Así como a algunos niños les cuesta mucho aprender a leer y escribir, hay otros niños cuyo desafío es aprender a autorregularse o a transmitir emociones. Así se los explico a los papás. Porque no todos somos buenos en todo. A cada uno le cuesta algo.
—¿Por qué, si suena tan lógico, genera miedos y dificultades reales de implementación?
—Porque es un cambio de perspectiva a nivel global. Ver la diferencia como una oportunidad y creer que podemos aprender todos juntos. La psicología humana por naturaleza nos lleva a “rechazar” lo diferente y verlo como amenaza. Por ejemplo, es común que algunas familias o docentes piensen que tener alumnos con necesidades especiales puede afectar el ritmo de aprendizaje de la clase. En el caso de que exista este pensamiento es importante visualizar y recordar que a la escuela no solo se acude para adquirir aprendizajes académicos, como historia o matemáticas. Es un enorme aprendizaje convivir desde pequeños con personas con modos de ser diferentes. Es mucho más enriquecedor para el día a día futuro.
—Escuelas inclusivas entregan herramientas que hoy se exigen en el medio laboral…
—En nuestra vida real de adultos nos piden trabajo colaborativo; o puede tocarnos un jefe muy estricto y rígido. Si de niños aprendemos a relacionarnos con personas con distintas formas de ser, es sin dudas una ganancia, una riqueza que nos hará más fáciles las cosas. Los chiquitines de hoy son las personas que van a liderar el mundo mañana, serán los profesores mañana, quien te atienda en el supermercado. Si trabajamos con ellos la inclusión hoy, cuando ellos sean adultos no será tan complejo ya. Será lo natural.
—¿Cómo sensibilizar para la inclusión?
—Necesitamos escuelas donde se valore lo emocional, lo social, se valore la resolución de conflictos y problemas. Los profesores estamos muchas horas con los peques; es muy importante esa dimensión. Si hay contenido que algunos peques no pueden seguir al ritmo de sus compañeros, pues para eso son importantes los especialistas que trabajen con los profesores y con cada familia. Pero la mayoría de las cosas se pueden aprender todos juntos.
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