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Regístrate y accede a la revistaLa serie The good doctor, con cinco temporadas desde el 2017, además de su éxito, ha logrado cambiar la mirada con respecto a las diferencias entre las personas, dejando enseñanzas aplicables a cualquier proceso de inclusión.
La serie trata del doctor Shaun Murphy (encarnado por el actor Freddie Highmore), un joven médico con autismo y síndrome de Servant, que llega a especializarse como cirujano en un gran hospital de California. Desde el primer capítulo se enfrenta a importantes retos, el más duro: los prejuicios de los demás miembros del equipo médico. Pero, poco a poco, sus colegas comienzan a reconocer sus habilidades, su memoria prodigiosa y capacidad de diagnosticar complejos casos, y a verse reflejados en su vulnerabilidad.
Si bien la serie aborda el bullying y la incomprensión familiar, no se queda ahí, y pone el énfasis en aquellos factores que hacen posible toda inclusión: el rol y liderazgo del mentor, el enriquecimiento humano del equipo gracias a la llegada del joven con autismo, la importancia del trabajo colaborativo donde la suma de talentos es mucho mayor que la de las debilidades…
El visionado de esta serie (hoy en Amazon Prime y pronto en Netflix) permite a las familias y a los educadores cambiar antiguos paradigmas y, sobre todo, comprobar cómo mejora la calidad de vida de todos gracias a la inclusión.
Sin ánimo de entrar en detalles de la serie, algunos aspectos a analizar y aplicables a la inclusión son:
El argumento releva la figura del “mentor”, representada al comienzo exclusivamente por el personaje del doctor Glassman, un médico mayor que se hace cargo del niño autista. Es este médico quien ve la riqueza y particularidad del protagonista y lucha para que reciba educación e igualdad de oportunidades.
Ser mentor del niño lo lleva también a asumir un papel de liderazgo en su proceso de inclusión, enseñándoles a los demás a aceptarlo y a abrirse a la experiencia de conocerlo, asunto que la mayoría de las veces se topa con resistencia y estereotipos. No obstante, la convicción con la que aboga por este joven contagia a los demás que, uno a uno, se van convenciendo de su valía y aportes. El resultado es que, como en un círculo virtuoso, la experiencia de inclusión transforma a todos en mentores.
El convencimiento de los mentores se basa, según las autoras Alicia Escribano y Amparo Martínez, en su libro Inclusión educativa y profesorado inclusivo (Narcea Ediciones, Madrid, 2013), en la idea de que el mundo es mejor gracias a las diferentes capacidades de las personas: “La inclusión es una respuesta valiosa y valiente a la diversidad humana como algo enriquecedor y positivo, desde el marco de los derechos de las personas según el principio de la igualdad de oportunidades”.
En ese sentido, la serie y las autoras del libro mencionado nos llevan a pensar que:
Capítulo tras capítulo la serie The good doctor muestra cómo la inclusión del joven autista a un equipo supone aprender a convivir con sus diferencias, pero también con sus talentos. Su falta de habilidades comunicacionales, por ejemplo, es un desafío y un escollo a veces. Pero, a cambio, su inteligencia, memoria y valores humanos compensan con creces los problemas anteriores.
Poco a poco, todos los demás médicos del equipo van reconociendo sus propias diferencias: mayores o menores sensibilidades, competitividades que paralizan, incluso enfermedades físicas o psicológicas que obstaculizan los planes profesionales.
La lección que va dejando la serie es doble: por un lado, “se reemplaza el paradigma del déficit por el paradigma del desarrollo de habilidades y competencias personales”, y por otro, se entiende que “la inclusión supone una nueva ética, unos nuevos valores basados en la igualdad de oportunidades para todos”. (Familia y discapacidad. Ana María Abad. Fortaleza Ediciones, 2019).
La autora Ana María Abad, en el libro recién mencionado, nos propone reflexionar en torno a:
La serie The good doctor abunda en valores humanos y muestra cómo la riqueza del equipo médico se basa, primero, en la vocación común de todos: quieren salvar vidas; y segundo, en unirse aportando lo mejor de cada uno para lograrlo.
Llevando esta idea a la inclusión educativa, vale destacar que el subtítulo del libro escrito por Alicia Escribano y Amparo Martínez es “Aprender juntos, para aprender a vivir juntos”.
Ellas señalan que debemos estar convencidos de que “la inclusión supone una riqueza cultural y educativa, porque impulsa a las personas a alcanzar mejoras y perfeccionarse en sus adquisiciones y actitudes a partir de sus fortalezas positivas personales”. Y esto redunda directamente en un concepto no siempre relacionado con la inclusión: la calidad de vida, no solo del sujeto incluido, sino de todos los que participan en el proceso.
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