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Nov 2024 - Edición 288

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Eva Millet: “No son padres, son asistentes personales”

La periodista y escritora española Eva Millet conversó con Revista Educar sobre la tendencia de algunos padres a gestionar el tiempo de sus hijos y suplirlos en sus tareas, y las consecuencias que esta “hiperpaternidad” tiene en sus vidas.

Por: Ximena Greene
Eva Millet: “No son padres,   son asistentes personales”

Tienden a estar justificando a los hijos frente a los profesores; les hacen las tareas o investigan por ellos; están más pendientes de cómo les va a los demás compañeros de curso; en el hogar no les asignan encargos ni obligaciones… Frente a este listado, el diagnóstico de la periodista española Eva Millet, quien lleva más de 17 años estudiando y escribiendo acerca de temas ligados a crianza y paternidad, es claro: “Padres ansiosos, hijos sobreprotegidos: un cóctel explosivo”. Autora de tres libros y conferencista habitual, Millet se adueñó del término “hiperpaternidad” para referirse a aquellos padres que confunden el ejercicio de su rol con una hiperasistencia, que tiene como resultante hijos sin una de las herramientas más importantes para la vida: la autonomía.

—¿Qué características definen la hiperpaternidad?

—La hiperpaternidad es el modelo educativo que se caracteriza por una atención excesiva hacia los hijos, en donde no se les deja que exploren ni busquen sus propias respuestas, que es la base de la educación. Por ende, no se les entregan ni se les permite desarrollar las herramientas necesarias para que vayan adquiriendo autonomía. Implica una constante justificación y la resolución sistemática de los problemas de los hijos, en donde los niños nunca se equivocan, ni hacen nada mal; son perfectos.

Por otro lado, los hiperpadres tienen altas expectativas de sus hijos, por lo cual los sobreestimulan para lograr que se desarrollen más y que, a fin de cuentas, sean exitosos en la vida. El resultado de esto son niños hiperestimulados, que andan cansados por la vida, llenos de actividades, pero que no logran terminar ninguna.

—¿Por qué cree que los niños y los jóvenes de hoy no logran terminar lo que empiezan?

—Porque terminar las cosas es algo muy pesado, incluso para los adultos. Requiere de un esfuerzo y una disciplina que se tienen que trabajar desde muy pequeños, y algo de lo cual estos niños carecen ya que los padres andan detrás como guardaespaldas, gestionándoles el tiempo y terminándoles las tareas y los trabajos del colegio para que no se traumen. La sobreprotección los desprotege y tiene como consecuencia niños y jóvenes con muy baja tolerancia a la frustración y poca autonomía, constancia y determinación porque se les ha ayudado en exceso.

No digo que no haya que hacerlo, pero es bueno que aprendan y utilicen sus propias herramientas y los recursos que tienen a mano para sacar adelante las cosas que cuestan. Tenemos que prepararlos para el futuro y muchas veces, sin querer, hacemos lo contrario.

—Pero el futuro también es rápido y lleno de estímulos, ¿cómo los preparamos para eso?

—Hay que matizar y bajar la angustia y la ansiedad que tenemos por saber todo y hacer todo. Es verdad que hoy estamos en un mundo tan atractivo y con infinitas ofertas que cuesta más concentrarse y aterrizar las expectativas, pero los padres debemos confiar más en los hijos y tratar de buscar el punto medio. Dejarlos que se equivoquen y que aprendan de sus propios errores, pero también que aprendan de nuestras imperfecciones. Y no correr tanto: la crianza no es una competencia para ver quién tiene el niño más perfecto o quiénes son los padres más perfectos.

—En su libro menciona varios tipos de paternidad, pero ¿qué es lo que caracteriza en particular a los padres “asistentes personales”?

—Son aquellos padres que tienen como lema resolver sistemáticamente los problemas de sus hijos. Padres y madres que, cada vez más, están asumiendo tareas que no les corresponden con tal de “ayudar” a sus hijos. Sin embargo, creen que, con esta bien intencionada asistencia, los están ayudando, pero la verdad es que están haciendo todo lo contrario. Les están diciendo: “Sin mí, sin mi ayuda, no puedes hacer nada”; por lo tanto, la autoestima y la adquisición de autonomía se retrasan o se malogran.

—En resumen, ¿qué consecuencias tiene la crianza bajo el modelo de la hiperpaternidad?

—Además de niños con una bajísima tolerancia a la frustración y altos niveles de estrés, la hiperpaternidad produce niños con muy baja autoestima y poca autonomía. Con nuestro hiperasistencialismo, que evidentemente es con la mejor de las intenciones, los ayudamos en exceso y los incapacitamos, y eso es un error gravísimo. Son niños y jóvenes que llevan incorporado el “yo no puedo”, ya que han crecido con la idea de que sus padres hacen todo por ellos.

—¿Qué mensaje les podemos dar a aquellos padres que cayeron en la hiperpaternidad, pero quieren empezar de nuevo?

—Les diría que nada es irreversible. La crianza es un asunto a largo plazo, no hay recetas inmediatas. Una psicóloga una vez me dijo: “Los padres tienen que observar, pero no intervenir a las primeras de cambios”, y me hizo mucho sentido porque en la hiperpaternidad si un hijo se cae, los padres corren a buscarlo sin darle la oportunidad de que se levante solo. No digo que hay que desatenderlos, pero una sana distancia hará que busquen sus propias respuestas, fomentará su autonomía y sin duda reforzará su autoestima.

¿Quién es?

Eva Millet (Barcelona 1968), es licenciada en Ciencias de la Información por la Universitat Autónoma de Barcelona. Colaboradora habitual del diario español La Vanguardia. Es autora de «Hiperpaternidad, del modelo mueble al modelo altar» (2016), «Hiperniños: ¿hijos perfectos o hipohijos?» (2018) y «Niños, adolescentes y ansiedad» (2019).

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