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Regístrate y accede a la revistaDesde hace mucho sabemos que “sin emoción, no hay aprendizaje”, pero, aún bajo este conocimiento, la pandemia ha traído mayor claridad y también nuevos desafíos sobre la importancia del bienestar socioemocional para el aprendizaje y desarrollo de las personas”.
La pandemia nos encerró en nuestras casas y las transformó en espacios de trabajo, estudio, vida personal y familiar y, como consecuencia de esa transformación, profesores y estudiantes se han visto extremadamente limitados en el contacto personal, con serias consecuencias en la creación y sostenimiento de vínculos en esta nueva realidad, sin dejar de mencionar las situaciones complejas de procesar en el seno de las familias como el duelo, los miedos y las ansiedades.
Bajo las condiciones actuales, explica Alberto Mora, director académico de Efecto educativo, “no es difícil pronosticar que habrá un aumento en el número de problemas de salud mental en todo el mundo y, ante este escenario, en la escuela directivos y docentes son desafiados a implementar nuevas formas y dinámicas pedagógicas, especialmente en relación con el bienestar emocional de toda la comunidad escolar”.
“Se requiere capacitar a los docentes, a los estudiantes y a toda la escuela en el entrenamiento de las competencias socioemocionales de conciencia, expresión, regulación emocional y capacidad de transformación de los estados emocionales”.
Por ello, revisar y cuidar el ambiente socioemocional que rodea el aprendizaje ha dejado de ser una opción y en este momento es una urgencia. “Debemos reconocer que la urgencia se da en gran medida por la falta de alfabetización emocional que ha vivido la escuela hasta ahora. Esta falta de educación emocional ha generado que profesores, directivos y padres no estén preparados para lidiar con sus propias emociones, y menos, capacitados para guiar y educar con las emociones a sus estudiantes e hijos”.
Ahora bien, señala el experto, el que reconozcamos esta urgencia no quiere decir que sepamos bien cómo hacerlo, como dice el viejo dicho: “entre el dicho y el hecho hay un buen trecho”, y ese trecho es el que hoy debemos concentrarnos en cubrir. “Para esto, lo primero es aceptar que las formas y dinámicas que teníamos de enseñanza y acompañamiento han cambiado y que debemos integrar nuevos modelos que contemplen la contención y educación emocional de toda la comunidad educativa: docentes, directivos, estudiantes y padres”.
Es necesario movilizar un cambio que vaya desde la sensación de agobio y de sentirse forzados a reinventarse producto de las condiciones generadas por la pandemia, a un proceso activo para recrear su quehacer como educadores. Y con fuerza poder incorporar los elementos esenciales de la educación emocional en el lenguaje de los docentes y de los estudiantes.
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