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Regístrate y accede a la revistaMuchos padres sienten que la paciencia es su gran asignatura pendiente; más ahora, cuando los desafíos de la pandemia siguen alterando la vida cotidiana. Por eso, al comenzar el año escolar, les ofrecemos una guía para entender en qué consiste la paciencia y las habilidades que debemos desarrollar para aumentar nuestros niveles de paciencia.
Aunque todos sabemos que la paciencia es un valor indispensable a la hora de educar, a veces cometemos el error de pensar que es una actitud pasiva y relacionada con “soportar en silencio situaciones desagradables”. Pero reducir la paciencia a un simple “resignarse” es lo que nos lleva a justificarnos cuando la perdemos y a decir: “Mi paciencia tiene un límite”.
Pocas veces pensamos, en cambio, que la paciencia es un valor activo, un poderoso motor interno, que nos hace ser capaces de visualizar metas claras y objetivos importantes, perseverar hasta alcanzarlos, sabiendo ponernos de pie ante los problemas u obstáculos que se presenten.
Un buen ejercicio para comprender mejor de qué se trata la paciencia es imaginar actividades que requieren intensamente de este valor: armar un puzle de mil piezas, practicar pesca deportiva, o aprender a tocar un instrumento. Las tres implican saber muy bien qué esperamos conseguir al final del proceso. Pero también nos enseñan que para conseguir lo que esperamos, debemos pasar por un proceso previo: clasificar piezas, contar con equipo, reservar tiempo para practicar…
Del mismo modo, a la hora de educar, ¿qué anhelamos? Si deseamos que nuestros hijos y alumnos maduren, sean autónomos y reflexivos, por ejemplo, ¿cuál es el proceso previo? Lo más probable es que al responder esta pregunta, al menos coincidamos en la necesidad de crear un ambiente propicio, mantener un clima amable, acompañarlos, comunicarnos… y para todo esto debemos tener paciencia.
Para aquellas personas que no se reconozcan como pacientes, la buena noticia es que investigaciones científicas han demostrado que la paciencia es un rasgo de la personalidad que se puede modificar. El estudio titulado “Un examen de paciencia y bienestar”, realizado por la doctora Sarah Schnitker, del Departamento de Psicología y Neuropsiquiatría de la Universidad de Baylor, y publicado por la revista Journal of Positive Psychology, identificó tres habilidades que se pueden desarrollar y que, a la vez, aumentan la paciencia:
1. Tener claras las metas y saber perseverar y esperar lo que se desea mucho:
Si queremos ayudar a madurar a los hijos, para que ellos sean autónomos, responsables y tomen decisiones sin impulsividad, necesitaremos acompañarlos mucho en su proceso de crecimiento, conversar habitualmente con ellos y mantenernos cerca con entrega y sosiego; sin ansiedad por logros anticipados.
2. Identificar lo que nos estresa y nos hace perder la paciencia:
A veces los padres estallamos y perdemos el control por el desorden y por la desobediencia de los hijos, pero muchas otras veces por nuestro propio estrés y cansancio. En cualquiera de estos casos la herramienta para evitar colapsar es la anticipación: conversar con los hijos y poner reglas claras puede ayudarnos a prevenir temas domésticos que nos desbordan. Pero también anticiparnos a ciertos eventos que nos llevan a impacientarnos. Por ejemplo: si sentirnos atrasados nos estresa, es importante adelantar nuestras actividades en al menos diez minutos. Si las constantes interrupciones del celular nos impiden concentrarnos a la hora de trabajar, es importante silenciarlo. Por cierto, la paciencia no basta para afrontar problemas graves de trabajo, salud, o familiares, pero sí nos ayuda a no actuar con impulsividad agravando aún más la situación.
3. Aprender a descansar y autocuidarse:
Durante la pandemia muchos hemos aprendido a ponernos metas realistas, a simplificarnos para no colapsar ante los múltiples desafíos que esta situación nos planteó. En este sentido, debemos también aprender a cuidarnos, a buscar actividades o rutinas que nos ayuden a descansar para evitar, por ejemplo, que cada hora de comida se convierta en la hora a la que llegamos estrujados como limón.
4. Saber leer detrás del comportamiento de los hijos:
Ayuda mucho a no perder la paciencia con los hijos el entender qué hay detrás de su comportamiento. Puede parecer una proeza interpretar el silencio de una hija adolescente, por ejemplo, que se niega a conversar con nosotros, pero pasa horas chateando con sus amigas; o a un hijo que tiene su pieza desordenada, pero cuida alguna colección con esmero… Podemos identificar la necesidad de estar con sus pares, o de cultivar algún talento en especial, y convertir esto en una oportunidad más que en un “interruptor” que salta y apaga la relación.
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