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Regístrate y accede a la revistaEducar fuera del aula y en conexión con la naturaleza, aprovechando la tecnología para conocer el mundo que nos rodea, es lo que propone el geógrafo y doctor en Ciencias Naturales Andrés Moreira Muñoz, miembro de una verdadera dinastía de la botánica chilena.
Silene, Mélica, Nassella, Aria, Coyán, Relmu, Sayén. Son flores y elementos de la naturaleza chilena y mapuche, pero también los nombres de muchos de los integrantes de la familia de Andrés Moreira Muñoz, un clan que lleva en su ADN el estudio y la comprensión del mundo natural.
Su madre y su abuelo, Mélica y Carlos Muñoz, se encuentran entre los más destacados botánicos del país. Ambos fueron jefes de la sección Botánica del Museo de Historia Natural, donde impulsaron la taxonomía de las cinco mil especies que conforman la flora chilena. Su padre, Sergio Moreira, acompañó a Mélica en las expediciones y la ayudó con dibujos y fotografías botánicas. “Mi mamá nos daba desafíos como encontrar una flor verde en un cerro, nos llevaba a acampar e íbamos con ella a los viajes de exploración. Esto me impactó mucho como niño”, cuenta Moreira. Es por esto que tres de los cuatro hijos de Mélica, entre ellos Andrés, decidieron dedicar su vida al estudio de la naturaleza.
Geógrafo de la Universidad Católica de Chile y doctor en Ciencias Naturales de la Universidad de Erlangen-Nürnberg, Alemania, Andrés Muñoz fue formando su propio camino. Más allá de la botánica, se interesó por todo lo que rodeaba a las plantas como el suelo y la topografía. Hoy es profesor del Instituto de Geografía de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso y ha vuelto a la especialidad de su madre. Escribió junto a Mélica el libro “Geografía botánica de Chile”, en 2014, para actualizar la versión publicada en 1907 por el botánico Karl Reiche.
—¿Cómo enseñar más conectados con la naturaleza?
—Existe un distanciamiento de los niños con su entorno cercano, los animales y las plantas. Cuando un profesor lleva a los niños a un espacio abierto, como un parque nacional, se hace muy difícil que tanto él como sus estudiantes se conecten con ese lugar, porque el docente también se ha distanciado, entonces replica la clase diseñada para un aula cerrada y los sienta ordenaditos.
La recomendación es liberarse del estatus de profesor y ser un niño más. Los niños en su inocencia tienen mucha más cercanía con los seres de la biosfera, como bichos o plantas. Dejemos que los niños descubran su entorno. Si nos permitimos acompañarlos en este descubrimiento, nos sorprendemos con lo que son capaces de reflexionar.
—¿Puede la tecnología ayudar a relacionarnos con el entorno?
—Debemos usarla a nuestro favor para mejorar la calidad de vida. Bien aplicada permite entender aspectos del mundo natural. En México están escuchando mediante agujas cómo se mueve la savia en el interior de las plantas. Otros científicos están siguiendo el movimiento natural de los animales a través de pequeños dispositivos de trackeo. Nosotros estamos mostrando a los niños lo interesante que es el mundo vivo con elementos como lentes de realidad aumentada, la construcción de pequeños artefactos para replicar la construcción de un árbol. Los niños no aprenden solo por la mente y el ojo, sino también por manos y pies.
—¿Cuáles son, en su opinión, las especies más interesantes y fascinantes de nuestro país?
—Chile tiene una flora relativamente pequeña, pero al ser muy endémica nos encontramos con muchas especies desconocidas. Justo antes de la pandemia, encontramos en la cordillera de Tarapacá una especie descubierta hace 128 años por el científico Rodolfo Philippi, Solanum polyphyllum (de la familia de los tomates y las papas), pero que no había vuelto a aparecer. Nos pasó algo similar hace diez años, cuando descubrimos una Nardophyllum genistoides cerca de Santiago, en Río Clarillo, que no se encontraba desde hace cien años. Uno no necesita ir tan lejos de Santiago para descubrir una maravilla botánica.
También me fascina el tayu o palo santo, un árbol amenazado desde los ochenta que habita principalmente en la Región de Valparaíso y hay muy poca información sobre él.
—Desde el punto de vista de tu especialidad, ¿cuáles son los desafíos para Chile hoy?
—Creo que en nuestro país se está entrenando a los estudiantes para el mercado laboral y no para formar ciudadanos responsables y respetuosos. Hoy peleamos para que no nos quiten las horas de arte, filosofía, música, geografía, historia. Todo se va orientando a lo operacional. Por otra parte, hay una baja valoración de la escuela rural, que es evaluada igual que la urbana. Los profesores tienen cierta libertad, pero la mayoría solo replica el contenido centralizado.
Respecto del cambio climático, debemos tomar conciencia del impacto de la persona en los ecosistemas. Hemos perdido la capacidad de entender y conectarnos con la naturaleza. La solución empieza en cada jardín y huerta escolar.
App: la aplicación PictureThis ayuda a reconocer plantas de balcón.
Libro: “Manual para estudiar la naturaleza para padres y profesores”, de Anna Botsford (1918) y “Estudio de la naturaleza y jardinería en escuelas rurales”, de Geo. W. Carver (1910).
Audiovisual: la productora Paula Wood está intentando desarrollar un documental llamado “Nuevos exploradores”, sobre los naturalistas chilenos del siglo XXI y las maravillas inexploradas que tiene nuestro país. Hizo un trailer precioso
EXPLORADORES TRAILER 3 from INVERCINE on Vimeo.
La Antropóloga y Doctora en Educación de la Universidad de Leeds Susana Cortés Morales, realiza su post doctorado en el proyecto BioGeoArt, que apunta a reducir la brecha entre el ser humano y la naturaleza, integrando geografía, diseño, trabajo social, biología con las humanidades, el arte y la música. Cortés ha estado investigando cómo volver a clases después de la pandemia fomentando la conexión con nuestro alrededor. Estas son sus recomendaciones:
Abrir las puertas de la escuela hacia sus entornos naturales
1. Buscar espacios naturales en el entorno cercano: plazas, parques, reservas naturales o incluso espacios en la calle que puedan ocuparse de manera segura.
2. Observar todas las oportunidades de aprendizaje con otros seres vivos, formas geográficas y otras materialidades en estos entornos.
3. Desarrollar proyectos que motiven a observar, identificar y relacionarse con la biodiversidad de estos espacios, como bitácoras individuales o colectivas, donde se registre lo observado y vivido en estas experiencias.
Poner el foco de la educación en la sustentabilidad
1. Potenciar el rol de la educación en generar nuevas formas de entender la posición de la humanidad en la naturaleza y los ecosistemas de los que es parte.
2. Cocrear formas de educación empática en las que lo humano no constituya el único punto de vista en términos de intereses y conocimientos.
3. Imaginar nuevas formas de vivir en un ´planeta dañado´ como foco principal de todas las áreas de la educación.
4. ¡Despertar la curiosidad y empatía, más que entregar información!
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