Suscríbete a nuestra revista y podrás leer el contenido exclusivo online
Regístrate y accede a la revistaSe estima que cerca de 3,9 millones de alumnos en Chile no asistieron a clases a partir de la tercera semana de marzo. Todo un desafío para estudiantes y docentes, porque, si bien la educación a distancia sería una gran solución, también puede significar daños en la salud de los alumnos; aumento de la ansiedad, y desmotivación. Conoce lo que nos contó un grupo de expertos.
Sentada en su escritorio, donde hacía regularmente sus tareas hasta la segunda semana de marzo, Elisa empezaba un nuevo desafío. En segundo medio las materias son más difíciles, los tiempos se acortan y los panoramas abundan. Todo aquello ya era un gran reto a sortear, hasta que llegó el coronavirus a Chile.
Por mail se le anunciaba que el día lunes no había clases y que a las ocho de la mañana se debía sentar frente a su pc y escuchar la clase de su profesora Antonia.
No es fácil la tarea que se le encomendaba. Muchas veces se cayó internet y Elisa debía compartir con sus hermanos el uso del computador familiar.
Se trataba de una medida por la cual el Gobierno buscaba disminuir la tasa de contagio del Covid-19 y proteger a la población de riesgo, particularmente a alumnos de establecimientos educacionales y universitarios.
360 mil estudiantes de primero a cuarto medio viven en zonas con conexión deficiente o nula, según el Mineduc.
A raíz de ese mandato, como nunca antes se había visto en Chile, quedaron las aulas vacías, y estudiantes y profesores en casa. Las clases expositivas, los cuadernos, los recreos y las reuniones de apoderados, por ahora fueron suspendidas.
¿Cómo seguir enseñando?, ¿cómo continuar pasando la materia? Todo un desafío, dicen los expertos. Según Ernesto Treviño, director del Centre UC, se trata de un enorme reto. Porque, dice, “representa una oportunidad para aprender sin moverse de casa, para superar contextos de emergencia como el que vivimos actualmente. Si se hace adecuadamente, puede ser una vía para organizar el proceso de aprendizaje y desarrollo de los estudiantes durante la emergencia”.
Y justamente ese es el punto. Porque, tal como señala la directora ejecutiva de Valoras UC, psicóloga de la PUC y magíster en Formación de Valores por la Universidad Virtual de Barcelona y doctora en Ciencias de la Educación, PUC, Isidora Mena, “la educación a distancia para escolares, según cómo se plantee, puede ser un tremendo aporte y también un gran daño”.
Un daño, apunta la psicóloga, “si se pretende reemplazar la educación presencial, con profesores más expertos que pueden explicar, y compañeros con quienes conversar o jugar, diversidad de actividades, con recreos y un contexto amplio. Hacinados entre cuatro paredes, con la ansiedad flotando en los adultos y en ellos mismos, con la tele o radio prendida mostrando avances del virus y con 4 a 6 horas de tareas por delante, y la amenaza de evaluación, puede hacer mucho daño”.
El 32% de los colegios hace clases virtuales, ya sea a través de aplicaciones de conferencia virtual o mediante clases grabadas en video (25% usa plataformas propias; 31%, Zoom; 23% Youtube y 21% Google Met), según el Mineduc.
Perjuicio que puede ser psicológico porque aumenta la ansiedad, la desmotivación, quizá depresión y rabia contra los adultos y familiares que los hacen trabajar. “Daño a las familias, a las que también aumenta la ansiedad por temor a que el hijo quede atrás y pierda el año, las discusiones y retos por causa del estudio”, señala la psicóloga de la PUC.
Isidora Mena hace un fuerte llamado de atención. Porque ella dice haber observado cierto tipo de educación a distancia que están proponiendo algunas escuelas, “lo que es despropósito desde todo punto de vista y una muestra de un sistema que hace ya mucho tiempo no ve la realidad presente de los niños y jóvenes, ni de las familias, ni del contexto. Solo ve una: la realidad laboral final, expresada en números y homogénea para todos. Parte de nuestra crisis es la de la cultura educativa, que se manifiesta en su poca pertinencia y significatividad, desmotivadora del aprendizaje y atentatoria contra el desarrollo y la vida psicológica de los estudiantes. Es duro decirlo, pero más duro será no reconocerlo. Y esto no es un problema de profesores: es de la cultura que mantiene el sistema escolar. Desde su ‘humanidad’ profesional, los docentes son personas sensibles y gustosas de la infancia, conocedoras y compasivas de la pobreza”.
En esa misma línea, advierte Ernesto Treviño, lo que no debería ocurrir es repetir el patrón presencial en la educación a distancia, pues los tiempos de atención, la organización y la motivación son distintas. “Para ello, es indispensable diseñar y ajustar cuidadosamente el flujo de la clase a distancia”.
Por tanto, es esencial que profesores y apoderados sepan que no es necesario sustituir la jornada completa de la escuela en casa. “Es clave promover formas de participación donde la motivación y los intereses de los estudiantes estén en primer lugar, y donde se promueva el trabajo autónomo y vinculado con la realidad que viven. Distintos elementos de la situación de emergencia, por ejemplo, podrían ser motivo de investigaciones que involucren búsquedas en internet, conversaciones con los familiares en casa, entre otros”, indica Treviño.
Gabriel Vera, CEO de Portal Educativo, explica que la principal recomendación es aprovechar esta crisis para generar cambios positivos, integrando recursos tecnológicos para potenciar el proceso de enseñanza-aprendizaje. “Actualmente, los alumnos están acostumbrados a acceder a una gran cantidad de información, de manera dinámica, atractiva y personalizada. Con la tecnología podemos hacer lo mismo en las aulas, pero con la ventaja de que con una adecuada guía, esos contenidos se transforman en habilidades”.
En el caso de la educación universitaria, al igual como ha ocurrido con los escolares, la forma de enseñar también ha cambiado. Explica Chantal Jouannet, subdirectora del Centro de Desarrollo Docente de la PUC, que se trata de una nueva forma de enseñar para profesores y –aún más importante– una nueva forma de aprender. “Esto se ha convertido en un gran desafío para la universidad ya que es un salto grande en términos de la transformación de la docencia. No creemos que sea algo bueno o malo; sin embargo, es algo que se debe aprender y considerar para el futuro, el complemento de ambas modalidades es lo que mejor logrará el desarrollo y la adquisición de conocimientos y habilidades para nuestros estudiantes. Es decir, lo que aporte a una mayor formación integral”.
“El docente debe enfrentar estos periodos con serenidad, entendiendo que en las etapas complejas son ellos los llamados a transmitir calma y conocimiento a sus alumnos, apoyando además a las familias”. Gabriel Vera.
Tiempos como los que estamos viviendo, dice Chantal, son un reto nuevo a los profesores, a actualizarse y enseñar de nuevas formas. “Desafía al estudiantado a comprometerse con esta nueva forma de aprender. Desafía las universidades, sus soportes informáticos, formativos, materiales, entre otros”.
Pero, dentro de este trabajo hay que tener en cuenta que, en el caso de los docentes, “los adultos, además, tenemos menos competencias tecnológicas, y es necesario apoyarnos con los estudiantes en este ámbito. Están deseosos de ayudar y eso puede motivarlos”, señala Treviño.
Parte del trabajo, advierte el académico de la UC, consiste además en el hecho de que en la actualidad hay que ocuparse de darles calma, certidumbre y alegrías a los estudiantes para que puedan mejorar su nivel de bienestar. “Una estructura de actividades entretenidas para hacer en casa durante la semana es crucial, sin llenar todo el día”.
En esa misma línea, dicen desde el Centro de Desarrollo Docente, si bien su misión es el apoyo a la docencia, “tenemos conciencia de que esto también afecta directamente en la salud de sus estudiantes. Es por esto que se han generado materiales y tutoriales que hagan amigable la familiarización con las nuevas herramientas para los alumnos”.
Desde la perspectiva de los educadores, explica Chantal, en el Centro tratan de tener un sistema de soporte para todos los temas de sus clases, permitiéndoles sentirse seguros y acompañados en esta transición. “Hacemos todo lo posible para encontrar las mejores herramientas para que su clase presencial pueda funcionar igual de bien, o en muchos casos mejor en su nuevo formato online. Solo en la primera semana tuvimos más de 800 correos y mil llamadas de soporte para profesores. Con asesorías de cinco minutos y otras de más de una hora, para poder acompañarlos en este proceso”.
Ya sea en el ámbito escolar o universitario, se debe tener en cuenta que sin duda los eventos catastróficos tienen implicancias como el estrés postraumático al terminar la emergencia; por ello, va a ser necesario que los establecimientos educacionales se tomen muy en serio el tratamiento de los niños y adolescentes al regresar a clases, para diseñar e implementar estrategias que contribuyan al bienestar social e individual de estudiantes, apoderados, docentes, directivos y personal escolar. “Más que los aprendizajes curriculares, importarán las medidas para desarrollar habilidades complejas para superar la huella psicológica que pueda dejar este tipo de eventos, ya sea por miedos o por hechos reales como la enfermedad o fallecimiento de algún ser querido”, explica Ernesto Treviño.
Debido a la pandemia provocada por el covid-19, según un informe publicado a mediados de marzo en la página web de la Unesco, 102 países han decretado el cierre total de los colegios y se estima que 850 millones de estudiantes han dejado de ir a clase. Los chilenos no son la excepción a esta medida.
Para la psicóloga de la PUC, existen en la actualidad muchos desafíos en el ámbito socioemocional. “Lamentablemente, en la educación hemos perdido mucho tiempo. Muchos de nuestros alumnos podrían vivir de forma distinta la crisis si hubiese habido educación socioemocional y, sobre todo, si la socioemocionalidad hubiese estado presente en la organización de las escuelas y el currículum y en el ‘sistema’ educacional”.
Por lo tanto, en ese sentido, “el principal desafío será lidiar con las emociones, usándolas como mensajes, pero sabiendo regularlas para no reaccionar impulsivamente. Muchos aspectos de esta crisis generan ansiedad, miedo, rabia, desesperación, frustración, desconcierto, desmotivación, pérdida de sentido de vida, ansiedad, miedo, resentimiento, impotencia. ¿Cuándo se trabajó esto en la escuela?, tendríamos que preguntarnos. Pienso que es un poco tarde. El sistema podría enviar sugerencias a las familias. Quizá cuentos y películas que refieran a esto a los niños y jóvenes”.
Y dentro de este reto, según Gabriel Vera, el apoyo de la familia es clave para lograr la estabilidad emocional de los niños. “Es recomendable que los padres les expliquen a sus hijos sobre la situación que se está viviendo, pero sin alterarlos. Hay que tener cuidado con el exceso de noticias pues hay información que, especialmente los más pequeños, no lograrán entender”.
“Esto se ha convertido en un gran desafío para la universidad ya que es un salto grande en términos de la transformación de la docencia. No creemos que sea algo bueno o malo; sin embargo, es algo que se debe aprender y considerar para el futuro”. Chantal Jouannet
Por ello, dice Isidora Mena, lo primero es aludir a la humanidad de los docentes, y que desde allí reflexionen ambos qué de verdad les haría bien a los niños y jóvenes ahora, en medio de esta tremenda crisis en que nos tiene el coronavirus. Deliberadamente no uso la palabra estudiantes: en este momento más que nunca son personas, que como todos están de cara al contagio, a la muerte, a servicios hospitalarios que no alcanzarán, a un terror mundial del que no se salva nadie, tampoco sus seres queridos. Pensar lo que les haría bien, y qué le haría bien a la familia en la que viven. Pues la familia, su contexto, está más estresada que de costumbre.
Luego, dice la psicóloga de la PUC, es clave reflexionar y tener muy presente que las realidades de las familias y sus hijos e hijas en edad escolar son distintas en los diversos casos. “Los docentes debiesen preguntar a las familias lo que necesitan, lo que es realista, y ofrecer alternativas para que elijan según sus posibilidades y gustos. No pensar en el currículum, ni en el año escolar, ni en las normativas de tiempos comunes: enfocar a los estudiantes y sus necesidades. Quizá requieran solo clases de biología para entender, sociología para comprender los efectos sistémicos, y de filosofía para recurrir a reflexiones que le den algún sentido a lo que estamos viviendo. Música para bailar –no para comprender partituras–, cultura en películas, tutoriales de arte, de cocina”.
“La educación a distancia para escolares, según cómo se plantee, puede ser un tremendo aporte y también un gran daño”. Isidora Mena.
“Estas semanas han sido más complicadas, pero con la ayuda de las profesoras de mi colegio me pude adaptar. Trabajamos con Google Classroom, y con un código nos mandan las tareas y puedo escuchar las clases de manera virtual. Esta experiencia ha sido nueva, y nos ha permitido compatibilizar la tecnología con las materias de clases”, dice Elisa, alumna de segundo medio.
Revisa nuestro contenido en todas las plataformas desde un teléfono hasta nuestra revista en papel.
Mantengamos la conversación, búscanos en twitter como @grupoEducar
Tweets by grupoEducarIngresa a nuestra comunidad en Facebook y profundicemos el debate.