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Regístrate y accede a la revista“Para el retorno a clases es importante identificar antes los factores estresantes, como el necesario cambio de rutinas, y las dificultades emocionales, como la ansiedad”, señala Cristina Hennig, doctora en Educación y Sociedad, y académica de la Universidad de La Sabana, Colombia, quien además recomienda un retorno gradual a la nueva normalidad escolar.
Los niños y adolescentes que volverán a las aulas, cuando las medidas sanitarias lo permitan, han compartido vivencias complejas y muy diferentes a las generaciones anteriores: limitación de las relaciones con sus pares, imposibilidad de realizar actividad física en el exterior y, en muchos casos, también una pérdida importante de hábitos saludables de vida. El insomnio, largas horas frente a las pantallas y sedentarismo, aparecen en el listado de consecuencias comunes, especialmente entre los adolescentes.
Todo esto, junto a factores emocionales y de salud mental, tendrá que ser considerado por los educadores y las familias una vez que se consiga el anhelado regreso a las aulas. Desde Colombia, Cristina Hennig Manzuoli, doctor en Educación y Sociedad, y académica de la Universidad de La Sabana, Colombia, señala que “los principales efectos de la pandemia en las emociones de los niños y adolescentes están centrados en la ansiedad y la depresión, provocados por la incertidumbre, pero existen estudios que dan cuenta de otros aspectos importantes de considerar”.
La Asociación Española de Psiquiatría del Niño y el Adolescente, AEPNYA, publicó recientemente una revisión exhaustiva de la bibliografia existente en torno a los efectos psicológicos de la pandemia. Entre otros (ver recuadro), menciona:
Cambios en las rutinas y hábitos de vida:
El cierre de los centros educativos y el confinamiento domiciliario prolongado supusieron cambios importantes en las rutinas que, unidos a factores estresantes (miedo al contagio, duelos y pérdidas de seres queridos, problemas económicos y laborales de las familias…), pueden influir desfavorablemente en la salud mental de niños y adolescentes.
Doble trabajo de los cuidadores:
Durante el confinamiento, muchos padres y adultos de la familia intentaron compaginar el teletrabajo con el cuidado de los hijos y la supervisión en tareas académicas, sin la ayuda de otros cuidadores. La dificultad en la convivencia aumentó en las viviendas de tamaño reducido o con alta ocupación.
Pérdida de contacto con otras figuras protectoras:
Se ha tratado de una emergencia sanitaria que dejó a los niños y adolescentes más vulnerables sin el resguardo de profesores, asistentes sociales, pediatras y otros médicos, que constituyen elementos de control.
Por todo lo anterior, la Asociación Española de Psiquiatría del Niño y el Adolescente advierte que muchos niños y niñas regresarán a las aulas con síntomas de trastorno por estrés postraumático; entre ellos, un modo de relación con los adultos “de estilo evitativo”. En la práctica, esto implicará la necesidad de planear y trabajar mucho en el ámbito de la comunicación con niños y adolescentes, ayudándoles a expresarse de modo verbal y escrito, pero también a través de expresiones artísticas que los ayuden a expresar y sanar lo que sea necesario.
Cristina Hennig enumera algunas estrategias que podemos ir implementando desde ahora:
Además de las mencionadas en el cuerpo de este reportaje, la Asociación Española de Psiquiatría del Niño y el Adolescente describe otras situaciones estresantes:
Duelo
Muchos niños y adolescentes han sufrido el fallecimiento de seres queridos, sin poder celebrar los necesarios rituales de despedida, lo cual hace más difícil elaborar la pérdida.
Ansiedad y depresión
Ambas sintomatologías afectan, a raíz del coronavirus, al 18,9% de la población infanto-juvenil, cifra muy superior a las existentes antes del 2020.
Frustración de planes y aburrimiento
La incertidumbre respecto a la duración de las medidas de confinamiento, el miedo social a la infección, las limitaciones en el disfrute del ocio y la falta de espacio personal en el domicilio, también han marcado negativamente a niños y adolescentes.
Pérdida de hábitos de vida saludables
Los estudios sugieren que el no ir a la escuela se asocia con una menor actividad física, patrones de sueño irregulares y dietas menos saludables.
Abuso de pantallas
En esta situación de confinamiento, además, ha existido un mayor empleo de dispositivos electrónicos con pantallas (que interfieren en la calidad del sueño) o un manejo inadecuado del estrés (con aumento del apetito y de la ingesta calórica).
Fuente:
“Salud mental infanto-juvenil y pandemia de covid-19 en España: cuestiones y retos”. Dra. Rocío Aparicio y otros.
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