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Regístrate y accede a la revistaEn una carta publicada en El Mercurio el abogado Hernán Corral lanzó una dura crítica a los llamados “papitos corazón”, cuyo abandono se refleja en el incumplimiento del pago de las pensiones alimenticias. Pero además criticó a toda nuestra sociedad: “La familia no solo no ha sido protegida, sino que ha sido tachada de retrógrada y opresiva”, señala.
“Una realidad dramática”. Así describió el abogado Hernán Corral, doctor en Derecho por la Universidad de Navarra y profesor de Derecho Civil de la Universidad de los Andes, la situación que viven miles de mujeres con hijos bajo su cuidado y cuyos padres, en un 80 por ciento, no pagan pensiones de alimentos. Sus palabras, publicadas a través de una carta en el diario El Mercurio (5 de agosto pasado), hablan de una situación angustiosa que observan y viven a diario muchos profesores en Chile: se trata de niños y adolescentes que crecen con padres ausentes, que no los apoyan ni económica ni afectivamente. En esta entrevista con revista Educar ahondamos en su análisis, para aportar a un debate que debería iluminarnos sobre el bienestar de los niños.
—El panorama familiar que usted describió en su carta lo ven y viven a diario muchos profesores. Es la realidad del “padre ausente”. ¿Qué ha pasado en nuestro país para llegar a esta realidad?
—La situación es dramática y revela en gran parte la fragilidad de la familia fundada en un vínculo estable y comprometido en la crianza de los hijos. Además, habría que añadir todas aquellas mujeres que se aburren de perseguir a los padres para que paguen, y otras que sencillamente no demandan. Por cierto, este debilitamiento de los lazos familiares no tiene una única causa, pero le atribuyo gran relevancia al ambiente cultural, recogido por muchas de las leyes que se han dictado en los últimos 30 años, y que exalta un individualismo liberal, en que la familia aparece como algo instrumental y desechable, una especie de bien de consumo que si no nos gusta se bota y se busca otro.
—¿Existe evidencia proveniente de estudios confiables de cómo afecta esta realidad la vida escolar y futuro profesional de los hijos?
—No estoy en conocimiento de que existan esos estudios, pero como profesor veo que incluso en carreras universitarias cuando una alumna o un alumno comienza a tener problemas (no asiste a clases, no rinde las pruebas, baja sus notas), es casi seguro que hay problemas entre sus padres. Si esto es así respecto de jóvenes que ya son mayores de edad, con mucha mayor razón la falta de estabilidad familiar afecta negativamente el rendimiento escolar de niños pequeños.
—Carmen Domínguez, directora del Centro de Familia de la Universidad Católica, escribió dos días después de usted, que la ausencia del padre “corresponde a una realidad casi endémica en nuestro país”. ¿Qué ocurre en Chile?
—Sí, es efectivo, pero en el Chile colonial e incluso en el de principios del siglo XX ese ausentismo se daba en la concepción de la familia que ponía el acento en su carácter institucional y ordenador de roles. El matrimonio era un compromiso que se respetaba formalmente, pero los maridos no tenían escrúpulos en tener amantes y, si bien se preocupaban del bienestar de los hijos que nacían en el matrimonio y a veces también de los llamados hijos “huachos”, no tenían una cercanía afectiva con los niños. Se trataba de un modelo de familia que, si bien era estable, tenía bastante de hipocresía y de machismo.
En cambio, hoy, pienso, la cuestión es distinta porque se ha avanzado mucho en la igualdad entre hombres y mujeres, en la espontaneidad de los sentimientos y en que los hombres se hagan cargo de criar a los niños asumiendo una coparentalidad efectiva. El problema ha sido que de alguna manera nos hemos ido al otro extremo: de un institucionalismo formalista hemos transitado a la idea de que la familia es “puro amor” sentimental y que se ofrece en función de los intereses individuales de sus miembros; una asociación de mutua conveniencia, por lo que dura mientras dura la conveniencia y no se justifican esfuerzos para sacarla adelante, ni siquiera por el bien de los hijos.
—A juicio de Carmen Domínguez, se trata de una indebida comprensión cultural de la paternidad que es difícil de remontar. ¿Está de acuerdo en esa afirmación? ¿Qué se necesitaría para mejorar la comprensión cultural de lo que implica ser padre?
—Estoy de acuerdo, pero no echaría toda la culpa a los varones con hijos. De alguna manera, el feminismo agresivo y radical (“el violador eres tú”, dicen LasTesis) ha desorientado a los hombres que no comprenden bien qué es la masculinidad y qué rol deben asumir como padres en la educación de sus hijos. Además, lo que sucede es que muchas veces ante una separación la mujer se queda con los niños y el marido busca otra compañera con la cual tiene otros hijos, y por supuesto ningún sueldo aguanta para financiar dos o más familias. Por otro lado, las mujeres tienen un arma terrible en contra de esos padres y es que no los dejan ver ni sacar a los niños, y obstaculizan el derecho de los padres a mantener una relación directa y regular con sus hijos. En el fondo, es muy difícil que después de una ruptura conflictiva, con juicios de por medio, pueda haber una relación cordial y amigable a favor de los hijos. Eso de que la relación de pareja puede disolverse, pero no la relación padre/madre-hijo, tiene bastante de utópico. La disolución de la primera necesariamente afectará la segunda.
“El colegio es también un ámbito relevante para fomentar la vida en familia. Los profesores tienen un especial papel en esto, aunque quizás ellos también tengan familias fragmentadas o con dificultades”, Hernán Corral.
—Hay una frase en su columna que podría prestarse a una interpretación compleja. Usted señala: “Si dejamos que el hogar se desintegre y que el conflicto llegue a tribunales, los niños quedarán sin alimentos y —lo que es peor— sin una figura paterna que les brinde contención y cariño”. ¿Qué pasa con la violencia intrafamiliar?
—Justamente, lo que sostengo es que hay que evitar esa desintegración, porque si hay violencia intrafamiliar, abuso infantil, drogadición, ese hogar ya está desintegrado y las posibles acciones que se tomen por los tribunales no podrán recomponer una familia quebrada. Pero nuevamente hay que preguntarse por qué hay tanta violencia intrafamiliar, feminicidios, violencia de género, maltrato infantil, y la respuesta parece clara: porque ni en la cultura ni en las políticas públicas se valora la armonía y estabilidad de la familia.
—¿Cuáles son, a su juicio, las políticas públicas de apoyo a la estabilidad y solidez de los compromisos paternos que nos hacen falta?
—Deben ser integrales, y de partida habría que evitar políticas que fomenten el individualismo y la comprensión de la familia como un bien instrumental, como proyectos de ley que facilitan el divorcio o que deconstruyen el matrimonio convirtiéndolo en una unión de dos personas que se quieren y viven juntas. Pero además hay que reforzar los incentivos para que los matrimonios jóvenes tengan hijos, para que la sociedad conyugal no sea castigada tributariamente, para que los matrimonios en crisis puedan acudir a mediación u otras formas de terapia antes de que se produzca la ruptura, en los subsidios habitacionales habría que dar más puntos a las personas que están casadas, etc. En todo caso, lo primordial es la cultura y la educación de los niños: hay que poner el acento en esta dimensión, porque, si no cambia la cultura, las leyes y las políticas seguirán siendo ineficaces.
—¿Qué ejemplos de políticas públicas encaminadas a hacer vida el principio de corresponsabilidad entre los padres han sido exitosas en otros países?
—Hay muchas y de muy diverso tipo. The Family Watch (https://thefamilywatch.org/) ha publicado un estudio de proyectos y políticas públicas en Europa. Van desde promover que los países y municipios se organicen con “perspectiva de familia”, generar iniciativas para lograr igualdad de oportunidades para familias vulnerables y para cuidado y supervisión de cuidado infantil, y en especial y lo más importante es establecer políticas de conciliación trabajo-familia, cuyo objetivo es ayudar a las empresas a crear un entorno laboral que facilite a sus empleados atender bien sus obligaciones familiares.
—¿Qué otros actores sociales inciden en que se comprenda y asuma mejor la paternidad?
—La familia debe ser protegida y favorecida no sólo por el Estado, sino también por las distintas organizaciones de la sociedad civil. La paternidad debe ser promovida y comprendida por las mismas madres que crían a sus hijos varones. El colegio es también un ámbito relevante para fomentar la vida en familia. Los profesores tienen un especial papel en esto, aunque quizás ellos también tengan familias fragmentadas o con dificultades, pero esta misma experiencia puede ser transmitida a los alumnos y también a los padres y apoderados. Por ejemplo, ¿cuántos varones van a las reuniones de apoderados? Normalmente, es algo que se le deja a la mujer, pero los mismos profesores podrían alentar a concurrir a los padres promoviendo actividades en las que estos se sientan involucrados.
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