El teatro ha sido parte de su vida. Hija del actor y también director del teatro Ictus, Nissim Sharim, hoy Paula Sharim es directora de la compañía que fue fundada en 1955 por un grupo de estudiantes disidentes del Teatro Ensayo de la UC. Más de 60 años de camino propio y destacado entregando teatro y arte de calidad y también de vanguardia. Y esto se repite hoy. En julio estrenaron la obra “El pacto”, escrita por Emilia Noguera, en formato online, vía Zoom, toda una novedad que, Paula asegura, llegó para quedarse.

–¿Cómo se vive el teatro hoy, en tiempos de pandemia y distanciamiento social?

–Existen distintas realidades. Partamos diciendo que lo esencial del teatro –que es el rito de encuentro entre artistas y público– se ha vuelto algo que ni siquiera tenemos una estimación de cuándo volverá a ocurrir. Entonces, nos encontramos con un grupo inmenso de artistas desconectados de su quehacer y distanciados por tanto del trabajo teatral.

Por otro lado, aparecen espacios virtuales que hay que descubrir y, para mi gusto, usar y potenciar. El concepto de distanciamiento físico se va a quedar pegado un tiempo largo y eso significa un cambio total en el quehacer artístico; no solo en el teatro, también en la danza, la música y el cine.

–¿Los cambios y las innovaciones que llegan hoy al teatro, serán para quedarse?

–Pienso que sí, que estas nuevas formas se quedarán y tendremos que usarlas a nuestro favor. Tal vez incentiven más al público para regresar a las salas. No creo que compitan para nada.

“El teatro construye realidades porque pone en escena los sueños y necesidades humanas”.

–¿Qué beneficios trae el teatro a las personas?

–El teatro construye realidades porque pone en escena los sueños y las necesidades humanas. El encuentro teatral genera una posibilidad de cambio, de conocimiento. Entonces, el teatro se vuelve un espacio para el desarrollo de las personas, la entretención, el debate, la recepción de un mensaje reconforta y alimenta el espíritu. El teatro es vida.

–Esta es una revista para profesores, ¿recuerdas algún profesor que haya influido en tu época escolar?

–No recuerdo más que comentarios de algunos profesores respecto al trabajo de mi padre que me hacían sentir que el teatro era importante y respetable.

–¿Qué recuerdos tienes de la época escolar? ¿Ya te interesaba el teatro?

–Mi primera época escolar quedó muy marcada por la expulsión que sufrí a los 9 años de mi adorado liceo Manuel de Salas. Las razones las entendí muchos años más tarde, pero mi vida escolar después de aquello nunca fue algo que resultara motivador. Tal vez, la poesía y la literatura que transmitían viejos maestros españoles fundadores del colegio fue lo que más quedó en la persona que soy.

Creo que pertenezco a una generación de la competencia y no de la convivencia.

–¿Cómo motivar a los profesores a resaltar el teatro y las artes en general?

–La mejor motivación para cualquiera, más aún para un educador, es ir al teatro, al buen teatro, a los conciertos, al cine. Para motivar hay que estar motivado. Y para poder transmitir e incentivar a un otro, en este caso a alumnos, creo que hay que hacer, salir, conocer, atreverse a jugar… después la teoría.