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Regístrate y accede a la revistaNo hay auténtica democracia ni justicia plena sin igual dignidad entre hombres y mujeres. De nada sirven las leyes si el cambio cultural no comienza por la educación y ejemplo que reciben niñas y niños en sus familias.
En Chile, un 45% de las personas considera que la familia se descuida si la mujer tiene un trabajo de tiempo completo. Es un dato que entrega la Encuesta Nacional Bicentenario UC del año 2019 y que puede resultar tremendamente duro para muchas mujeres, pues el Censo 2017 informa que el 41,6% de los hogares en Chile tienen a una mujer como jefa de hogar, contra el 31,5% de jefas de hogar que existían en el 2002 y el 25,3% contabilizadas en el de 1992. Por otra parte, el Anuario de Estadísticas Vitales (del INE) presentado en 2018, da cuenta de otra cruda realidad: en el 8,7% del total de nacimientos no hay padre conocido.
En este contexto, en que muchas mujeres son padre y madre a la vez y donde incluso hay abuelas que se hacen cargo de los niños, resulta también paradójico que la Encuesta Bicentenario señale que la mayoría de las personas considera que “es mejor que las mujeres permanezcan en casa mientras sus hijos son pequeños” (58%), y que “hay trabajos que son mejores para mujeres y otros que son mejores para los hombres” (50%). Todo lo anterior refleja cierto desfase entre la realidad en que vivimos a diario como sociedad y los paradigmas que tenemos arraigados y que sin duda influyen a la hora de transmitir estereotipos, valores y conductas a las nuevas generaciones.
La invitación es a que las familias y las escuelas aborden el tema de la necesaria equidad entre hombres y mujeres. Les entregamos algunos aspectos en que se puede educar desde el hogar para lograr cada vez mayores grados de igualdad y respeto a la dignidad de cada sexo:
Fernanda Tapia, charlista TEDx, explica que niñas y niños lloran por igual en sus primeros años de vida, pero ya desde los tres se les enseña que “las niñas no pueden gritar pero sí pueden llorar; y a los niños, que no pueden llorar pero sí pueden gritar. Así la cosa se empieza a complicar”. Los varones comienzan a demostrar sus sentimientos como enojo y las niñas como pena.
Fernando Sarráis, autor de “Entender la afectividad” (Eiunsa, 2017), señala que las emociones juegan un papel clave en la capacidad de ser felices. La familia y la escuela, por tanto, deben ayudarles a desarrollar la capacidad de introspección, “que es el hábito de preguntarse cómo me siento, cómo se llama el afecto que siento, si es proporcionado y adecuado a la causa que lo produce y cómo está influyendo en mi comportamiento actual”.
En toda Latinoamérica se acusa a las mujeres de criar hombres machistas. Pero, la verdad es que las cifras de ausencia paterna son muy altas en nuestra región y eso tampoco ayuda a educar en equidad.
En Chile, la Ley 20.680, conocida como “Amor de papá”, fue promulgada en junio de 2013. Vino a cambiar el paradigma de que los hijos debían ser criados esencialmente por la madre. Ahora, ante la falta de acuerdo respecto del cuidado de los niños, el padre tiene los mismos derechos que la madre para solicitarlo. Lo anterior demuestra una voluntad de que los varones se hagan cargo también de sus hijos. Pero si eso no es posible, es importante que los niños y niñas cuenten con figuras masculinas positivas a su alrededor.
Yolanda Domínguez es una artista visual española que se ha especializado en combatir estereotipos femeninos. En uno de sus últimos proyectos ubicó en las calles de Madrid a mujeres comunes y corrientes, pero en las poses en que suelen ser fotografiadas en las revistas de moda. “Mientras los hombres siempre son fotografiados de pie, en actitudes de poder y autocontrol, las mujeres siempre aparecen acostadas, sentadas, piernas arriba de la cabeza, etc.”, bromea en una aplaudida charla TEDx.
Para que los hombres y mujeres desarrollen su potencial, deben seguir sus intereses, ya sean tradicionales o no. Los padres deben animarlos a ello, sin limitarlos con estereotipos. Hoy, cocinar no es solo femenino, hay grandes cocineros y chefs; el fútbol dejó de ser masculino…
“Algunas madres crían a sus hijas, pero adoran a sus hijos”, dice Jawanza Kunjufu, escritora y conferencista norteamericana. La diferencia se refleja en datos: las niñas estadounidenses de entre 10 y 17 años pasan dos horas más a la semana en quehaceres que los chicos, y es 15% más probable que se les pague a los varones por hacerlos, de acuerdo con un estudio de la Universidad de Michigan.
Lo correcto es que enseñemos a todos los hijos, sean hombres o mujeres, a cocinar, limpiar y cuidarse: para que todos ellos sean competentes en sus casas y en sus trabajos profesionales por igual.
En Chile, la Encuesta Nacional sobre Uso del Tiempo (2017) revela que las mujeres dedican 3,84 horas al trabajo doméstico en promedio por día, mientras los hombres 1,83 horas promedio. Por eso, es adecuado, cuando sea posible, romper los roles en los quehaceres domésticos y que ambos padres sean responsables de lavar platos, ordenar, tender ropa, etc.
Una iniciativa interesante de poner en práctica en cada hogar es hacer un listado de tareas indispensables de hacer, como lavar platos, sacar la basura, reponer el papel del baño…, y repartir encargados entre todos sin cargar la mano a nadie, para que se entiende que el funcionamiento de la casa es responsabilidad de todos y no sólo de la mamá o hijas mujeres.
La II Encuesta Nacional de Discapacidad realizada en Chile (2016) demostró que el 73,9% de quienes cuidan a otros son mujeres. La mayoría de ellas viven en el mismo hogar y cuidan a un familiar mayor, enfermo o a niños, y lo hacen de forma no remunerada. El 68,8% de quienes cuidan a otros tiene más de 45 años. La conclusión es obvia: las mujeres todavía son quienes cuidan más a otros –niños y ancianos– y se encargan de las tareas de la casa, aunque ambos padres trabajen de tiempo completo, según demuestran los datos.
Es importante hablarles a los hijos e hijas sobre cómo se pueden equilibrar el trabajo y la familia, y cómo se espera que no solo las niñas, sino también los niños, cuiden a sus padres y otros familiares cuando sean ancianos si es necesario. Una idea concreta es que hijos e hijas se turnen para llevar la comida al abuelo enfermo, o sean responsables de cuidar a las mascotas y hermanos menores.
Tanto los hombres como las mujeres deben recibir la misma educación para una afectividad y una sexualidad sanas: aprender a respetar el cuerpo de los demás y a medida que van creciendo, ya en la adolescencia, a entender que un “no” es “no”. Nadie te puede tocar sin tu consentimiento.
Del mismo modo, la equidad se demuestra impidiendo por igual burlas hacia hombres y mujeres por su físico, aspecto, conducta, etc. En este sentido, aunque parezca obvio, como familia no podemos permitir que se use la palabra ‘niña’ o ‘mujer’ como insulto.
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