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Regístrate y accede a la revistaCoinciden profesores y expertos en que el paso siguiente es trabajar en estrategias de regulación que permitan sacarles el mejor provecho desde el ámbito educativo, lo que aplica también al uso de las redes sociales. ¿Cómo? Aquí, algunas orientaciones.
En agosto pasado, cerca de 97 mil personas respondieron una encuesta del Ministerio de Educación sobre el uso de los celulares en los alumnos, si restringirlos o no. Los datos revelaron que un 88% de los encuestados considera que se debe prohibir el uso de celulares en estudiantes de enseñanza básica, mientras que un 71% opina lo mismo sobre enseñanza media.
Pese a los resultados de la encuesta, el profesor asociado y coordinador del Núcleo de Investigación en Formación Docente, Ifodoc, de la Universidad de Chile, Christian Miranda, señala que la prohibición de los celulares y las tecnologías no es un camino que favorezca, a su juicio, el proceso de aprendizaje escolar. “Una de sus razones más elementales es que las TIC forman parte del conjunto de herramientas presente de cualquier niño o niña en la escuela chilena del siglo XXI, y al ser una herramienta y no un fin en sí mismas, lo que habría que discutir es el significado o la intención asociada a su uso que puede dificultar su proceso educativo. En tal sentido más que prohibir la presencia de esta herramienta cultural o didáctica, es relevante cautelar el sentido educativo de su uso en el espacio escolar”.
Al respecto, explica el profesor Miranda, es importante destacar que los estudios nacionales e internacionales en la materia, si bien no son concluyentes en relación al aporte que las TIC realizan al aprendizaje, sí son bastante robustos en señalar que su integración curricular adecuada puede favorecer no solo procesos de acceso a información, “sino también el desarrollo de habilidades de orden superior como la capacidad de análisis y síntesis o el desarrollo del pensamiento creativo y crítico. Más que prohibir, la pregunta que debemos hacernos los profesores y los padres es cómo logramos que estas herramientas de hoy pueden potenciar las capacidades de nuestros niños de cara a los desafíos que estos tienen y tendrán que enfrentar en sus experiencias cotidianas”.
Más que prohibir la presencia de esta herramienta cultural o didáctica (TIC),
es relevante cautelar el sentido educativo de su uso en el espacio escolar”. Chrsitian Miranda.
En esa misma línea, advierte el profesor asistente del Departamento de Psicología de la Universidad de Chile Mauricio López, la tecnología hay que entenderla como un recurso y herramienta que permite potenciar los procesos cognitivos y de interacción en el aprendizaje. “Sucede que el problema más frecuente que tienen los padres y docentes es la regulación de su uso; por ello, para no caer en la satanización, hay que comprender que se trata más bien de dificultades de ese tipo. Las TIC forman parte de la vida cotidiana y profesional de todas las personas y, por tanto, hay que incorporarlas como una herramienta”.
Porque no debemos olvidar, dice el profesor Miranda, que las TIC tienen un potencial enorme en el proceso de aprendizaje de los estudiantes. “Ese potencial está condicionado, primero, por la motivación del estudiante en cuanto a su valor educativo en el marco de un conocimiento, habilidad o actitud que quiera aprender o reforzar; segundo, por la intención del profesor con relación a qué lugar ocupan estas en su estrategia didáctica encaminada a mediar en el conocimiento, habilidad o actitud en formación de tal estudiante o grupo de ellos y, finalmente, en la interacción educativa misma, donde pueden ser un soporte en los hitos clave de aprendizaje”.
El problema más frecuente que tienen los padres y docentes es la regulación de su uso. Las TIC forman parte de la vida cotidiana y profesional de todas las personas y, por tanto, hay que incorporarlas como una herramienta”.
Por ejemplo, según revela Miranda, “en estudios recientes (Fondecyt) se ha detectado que “su uso en la secuencia didáctica: contribución o pregunta del alumno; identificación de los elementos de la contribución, planeamiento y respuesta del docente y satisfacción del estudiante que contribuye, las TIC son un recurso que preferentemente está presente en las respuestas que han dado los profesores reconocidos por sus estudiantes como eficaces. En tal sentido, el partido que se les puede sacar a las tecnologías es enorme, supeditado a elementos pedagógicos que tanto el profesor como el estudiante y el foco del aprendizaje orienten, al menos en el plano de lo que ocurre en el proceso interaccional que hemos explorado”, dice Miranda.
En esa misma línea, desde España, en conversación con Revista Educar, la destacada doctora en Comunicación y profesora titular de Publicidad en la Facultad de Comunicación de la Universidad de Navarra Charo Sádaba explica que la tecnología digital tiene características que le permiten añadir valor en muchos procesos educativos. “No siempre la tecnología es la mejor opción, pero muchas veces es una opción razonable y disponible para que los alumnos puedan asomarse a realidades distantes, encontrar información, relacionarse con otros universos culturales y sociales”.
Hay mucho que hacer, sin duda. Pero creo que los docentes se caracterizan por ser profesionales que persiguen con pasión cumplir con el fin de su trabajo, por lo que, si se les facilitan recursos básicos y ayuda, será sencillo que se produzcan incrementos notables”. Charo Sábada.
Desde su punto de vista, hay docentes magníficamente preparados para trabajar con estos alumnos, usando las tecnologías. “¿Qué tienen ellos que quizá falta en algunos otros? Por un lado, una capacidad de sintonizar con la realidad y las necesidades de la gente joven hoy; eso implica, en segundo lugar, una comprensión de qué significa la tecnología en sus vidas. A esto se une una mayor propensión a entender dónde está el valor real que la tecnología aporta a su tarea educativa y por eso son capaces de vincularla con los objetivos docentes con más naturalidad”, dice Charo Sádaba.
“Es evidente que hay profesores que no tienen, ni esa actitud ni esos conocimientos, y muchas veces tampoco han tenido los recursos formativos precisos para poder cambiar eso. Con demasiada frecuencia vemos que las administraciones educativas han empujado la tecnología al aula y han cerrado la puerta por fuera. Esto ha dejado al docente enfrentado a dos realidades –la tecnología y los jóvenes– que no comprendía”, apuntan desde España.
Lo que sucede es que, en nuestro país, explica Magdalena Claro, profesora asistente y directora académica del Observatorio de Prácticas Educativas Digitales (OPED), de la Facultad de Educación PUC, al parecer, los docentes no están suficientemente preparados para trabajar con las tecnologías. “De hecho, se ha pensado que por el hecho de que los nuevos profesores son parte de una generación que nace y crece con las tecnologías digitales, no es necesario adiestrarlos para enseñar con estas nuevas herramientas y en estos nuevos contextos digitales. Sin embargo, la evidencia nacional e internacional indica que no están preparados y que se enfrentan con una serie de dificultades para enseñar y validarse como autoridad pedagógica frente a las nuevas generaciones”.
Las tecnologías representan sobre todo un tremendo desafío formativo, lo que nos lleva a preguntarnos cuál es el rol docente frente a generaciones que nacen y crecen con acceso a una gran cantidad de información, y que siempre están conectadas”. Magdalena Claro.
Se podría decir, advierte la académica de la PUC, que las tecnologías pueden ser un aporte siempre que el docente conozca bien la manera como pueden apoyar determinados aprendizajes y que su uso se dé en el marco de una actividad diseñada con criterios pedagógicos. “Pero, además de ser un aporte, pienso que las tecnologías digitales representan sobre todo un tremendo desafío formativo. Es decir, nos lleva a preguntarnos cuál es el rol docente frente a generaciones que nacen y crecen con acceso a una gran cantidad de información, que están permanentemente conectadas y que realizan muchas de sus actividades de manera virtual”.
Prueba de lo anterior es que “estamos frente a nuevas generaciones que son diferentes a generaciones previas que crecieron en la sociedad industrial. Ello supone que las instituciones educativas reconozcan estos cambios y recontextualicen su rol”, precisa Magdalena.
¿De qué cambios hablamos? “Un aspecto fundamental de esas transformaciones es entender que el rol de transmisor de contenidos que tenía antes el docente, hoy ya no tiene sentido y se vuelve mucho más importante la capacidad de enseñar a pensar de manera crítica y creativa a niños y adolescentes que crecen en ambientes de alta información y complejidad”, apunta Magdalena Claro.
Agrega el profesor Mauricio López que una reciente investigación reveló que, dentro de las ventajas en el uso de las tecnologías, el juego, cuando significa un trabajo colaborativo, permite también desarrollar aprendizajes en los alumnos. “Todas las herramientas interactivas que utilicen el juego como un elemento colaborativo y cooperativo, con propósitos educativos, son muy positivas para una serie de objetivos educativos, que, entre otras cosas, desarrollan habilidades sociales de los alumnos”.
Realidad que ha visto claramente en su sala de clases el profesor Roberto Hormazábal, coordinador técnico profesional del Colegio Técnico Profesional Aprender, de La Pintana, que pertenece a la Red de colegios de la Fundación Irarrázaval: “La tecnología puede convertirse en una herramienta para mejorar el aprendizaje de los alumnos, sobre todo en los más pequeños, ya que el uso de programas educativos permite desarrollar una real motivación, y sabemos que la motivación es primordial para un aprendizaje significativo”.
Cuenta Roberto que en su establecimiento se promueve el uso de las tecnologías y “las utilizamos; por ejemplo, tenemos una pizarra touch que se conecta con tabletas, se dictan clases de programación con Minecraft, los más grandes utilizan sus celulares en clases dirigidas, en las clases de especialidad –Conectividad y Redes, y Contabilidad– usan e interactúan de manera sistemática con elementos tecnológicos. Esas herramientas ayudan en la resolución de problemas en grupo de los alumnos, permitiéndoles el trabajo colaborativo entre ellos”, señala el docente.
Este tipo de herramientas facilita también la interacción y el trabajo a distancia de los estudiantes, por medio de tabletas u otras plataformas, con participantes que están en otras ciudades del país. “Esa conexión a distancia es otra de las ventajas para el aprendizaje que se generan con el uso de las TIC, siempre desde la lógica de cooperación y resolución de problemas entre pares”.
Otro de los beneficios de las tecnologías en el aula es la posibilidad de almacenamiento de información. “Enciclopedias y buscadores en línea son una interesante ayuda y apoyo a la educación”, indica Mauricio López.
En todo caso, recomienda el académico de la Universidad de Chile, es necesario ir alternando los procesos de aprendizaje entre actividades en las cuales los niños están interactuando con pantallas y los momentos cuando interactúan entre sí, sin las pantallas. “Es importante que ocurran momentos de debate, de planificación entre los mismos alumnos y que no toda la actividad educativa esté mediada por una pantalla o tecnologías”.
El profesor del colegio técnico profesional Aprender explica que, para iniciar la clase, por ejemplo, invita a sus alumnos a ver un video o un PPT a modo de introducción de algún contenido, o simplemente que motive la reflexión de los estudiantes. Luego, durante el desarrollo de una clase se les pide a los alumnos realizar investigaciones de contenidos mediante internet; preparación de exposiciones utilizando PPT, Prezi y otros. “Asimismo, desarrollamos interacciones con plataformas educativas; por ejemplo, en la página de Sernac hay material pedagógico, incluso juegos educativos”.
La tecnología puede convertirse en una herramienta para mejorar el aprendizaje de los alumnos, sobre todo en los más pequeños, ya que el uso de programas educativos permite desarrollar una real motivación, y sabemos que la motivación es primordial para un aprendizaje significativo”. Roberto Hormzabal.
Hay que tener claro que las generaciones que están en el aula nacen con la tecnología e interactúan desde pequeños con ella; por lo tanto, hay que “educar el uso de las tecnologías; en relación a las ventajas, mejora la participación en clases, aumenta la concentración, mejora el resultado en las mediciones académicas (sacan mejores notas), aumenta la autoestima, entre otras”, dice el profesor del colegio Aprender.
Según Mauricio López, “tal como ocurre en la mayoría de las profesiones, los docentes están sometidos a una actualización permanente de sus conocimientos”. El académico habla de algunos problemas que se van repitiendo en el tiempo; por ejemplo, respecto a las necesidades de los docentes y de las habilidades que se requieren para trabajar y abordar las nuevas herramientas. “La tecnología nos entrega una posibilidad de acceso al conocimiento, que es inherente a todas las personas, también a los alumnos”. Por ello, enfatiza el profesor López la relevancia de la formación docente en estos temas, como también entender que la alfabetización digital hoy en día es vista por la comunidad como un derecho en la formación de todos los estudiantes.
Explica el profesor Miranda que los docentes tienen, por lo general, como uno de los imperativos deontológicos la actualización o especialización profesional. “En tal sentido, el uso y mayormente la integración curricular de las TIC es tanto una necesidad como una condición profesional. En el caso de las herramientas tecnológicas, constituyen uno de los insustituibles de hoy, pues tanto en el proceso de evaluación de su desempeño (Marco para la Buena Enseñanza) como en su intento por generar un lazo cultural e intergeneracional con sus estudiantes, las TIC contribuyen de modo relevante. Lo complejo de la realidad formativa es encontrar los espacios y tiempo de desarrollo profesional que permitan alternar tanto las tareas docentes cotidianas como el aprendizaje profesional en cursos o seminarios, sin invadir los espacios familiares o personales de los docentes”.
Por ello, dice Miranda, lo esencial es preocuparse tanto de las condiciones laborales, el foco de la especialización, la participación de los mismos docentes en las definiciones de lo que se va a especializar, como también de quienes son los formadores de tales docentes. “Lo ideal es que la formación permanente de saberes como las TIC sea parte del contrato laboral, en tiempos propios de su desempeño profesional y en las mismas instituciones que reportan tal necesidad de actualización”.
Por eso, para la académica de la Universidad de Navarra, a los docentes hay que ayudarlos en dos ámbitos: “El primero pasa por aprender a usar la tecnología, y sobre todo aquellas que se considera que pueden tener un mayor potencial educativo. El segundo es ayudarlos a reflexionar sobre cómo los objetivos de su trabajo (adquisición de competencias, de conocimientos y de habilidades) se relacionan con la tecnología, de manera que puedan valorar si su uso puede mejorar o no su logro. Usar la tecnología en el aula puede ser, sin duda, un elemento de motivación para los alumnos; pero solo si el profesor se siente seguro de que puede conseguir lo que quiere, sabrá gestionar su utilización en clase”.
Justamente por ello, cuenta Magdalena Claro, desde la Facultad de Educación de la PUC han abordado el desafío de capacitar “mediante una revisión de los cursos y malla curricular de manera de formar mejor a los futuros docentes en las competencias y conocimientos necesarios para aprender y enseñar en el contexto crecientemente digital en que crecen las nuevas generaciones”.
Porque, aclara la académica de la PUC, “las facultades de educación hasta el momento no han desarrollado esas competencias de manera deliberada en los nuevos docentes. Solo recientemente se observan algunos elementos digitales en los perfiles de egreso, pero estos aún son marginales y creo que es fundamental recontextualizar la formación inicial docente, reconociendo los cambios sociales y culturales vinculados a la digitalización de la sociedad”.
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