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Regístrate y accede a la revistaRodrigo Inostroza es de esos docentes que nunca dejan de serlo. De aquellas personas que cuando dictan una charla motivacional, logran captar la atención de todos, hasta de los más incrédulos.
Lo conocimos en una ceremonia de graduación de directores y docentes de un curso de E-learning de Grupo Educar. En medio de su charla, lo que más llamó la atención fue su entusiasmo, su pasión por enseñar y sus ganas. Un trabajo que ciertamente ha dado frutos. Rodrigo Inostroza a partir de agosto se integró como miembro de gabinete de la Dirección de Educación Pública.
Allí, nos contó, estará a cargo del proyecto de formación, acompañamiento e instalación de capacidades de los docentes. “Estoy muy feliz y motivado por aportar en este proyecto que nos puede permitir asegurar una educación de calidad para miles de niños que están en nuestras aulas a lo largo de nuestro país”.
Agradecido de su nuevo trabajo, recuerda cómo fueron sus inicios de docente. “Luego de terminar secundaria y después de cursar un año de ingeniería, ingresé a una comunidad religiosa con la intención de ser sacerdote, ahí conocí a grandes educadores y creció en mí una profunda vocación de servicio. Allí tuve la oportunidad de trabajar con jóvenes y por primera vez hice clases en un colegio de Maipú; creo que eso marcó lo que sería mi futuro. Me di cuenta con posterioridad que mi camino no era la vida consagrada, sino la familia; pero que la educación marcaba en mí un camino que ya me había cautivado”, explica desde su cargo de Subdirector de Fundación Pentecostes, posición que tenía al momento de realizarle la entrevista.
Luego -sigue contando- ingresó a estudiar pedagogía y descubrió un mundo que le apasiona hasta el día de hoy. “Recuerdo que uno de los primeros pensadores que llamó mi atención fue Paulo Freire, a quien admiro hasta hoy. Al poco tiempo de ejercicio profesional asumí labores de liderazgo como coordinador de ciclo y posteriormente como director de dos colegios por casi once años. Nunca dejé de hacer clases o incluso ser profesor jefe; creo que siempre fueron un gran alimento para mi vocación”.
“Sabemos lo demandante que en lo personal es el ejercicio de la docencia, lo estresante que puede significar el contacto personal con tantos estudiantes, la atención de apoderados e incluso las demandas administrativas; en este contexto y con el objetivo de procurar un desarrollo saludable, es preciso que los profesores aprendamos a cuidarnos a nosotros mismos”.
—Con su vasta experiencia, ¿qué características debiese tener un docente 4.0?
—Creo que lo primero que debe tener, o a lo menos intuir profunda y honestamente, es una lúcida vocación o interés por enseñar o, dicho de otra forma, creer en el poder que tiene la educación para el desarrollo de las personas y la construcción de una mejor sociedad. Entiendo que puede parecer una mirada “romántica” y en cierto modo cargada de utopía; sin embargo, creo que un educador debe poseer un conjunto de creencias fundamentales que van a impactar fuertemente en su ejercicio profesional.
Una sólida preparación disciplinaria es también clave. Me refiero a los contenidos de lo que imparte, del currículo, y especialmente a la didáctica que ese saber conlleva. Un profesor debe dominar lo que enseña, pero también cómo se enseña; sin estos componentes, tendremos a un docente que no sabrá adecuarse a los estilos, necesidades y contextos educativos en los que trabaja.
—¿Qué competencias debe manejar un profesor extraordinario?
—Lo primero dice relación con las competencias interpersonales que debe tener e ir desarrollando un profesor, tanto con sus pares (lo que le permitirá un verdadero trabajo colaborativo profesional), así como también con los alumnos, las familias, etc. Sobre este punto se podría profundizar aún mucho más y me parece fundamental.
Lo segundo se refiere a la capacidad de reflexión sobre el propio ejercicio profesional, aquel análisis que el docente hace de su práctica y los efectos de ella en los aprendizajes de los estudiantes. De reconocer, por ejemplo, cómo da oportunidad en su diseño de clase a los distintos estilos de aprendizaje, a los estudiantes con alguna necesidad educativa especial, y en definitiva cómo va rediseñando su clase en razón de los avances que va evidenciando. Todo esto requerirá necesariamente una alta motivación por una autoformación profesional continua.
—¿Cómo formar a los nuevos profesores?
—Creo que una de las claves de inicio es una fuerte acentuación y articulación permanente entre teoría y práctica. El estudio teórico es clave tanto en lo disciplinario como en lo didáctico, esto da un sustento fundamental al ejercio profesional; sin embargo, un elemento que considero pendiente hoy en la etapa inicial es una formación más sólida en áreas como son el pensamiento pedagógico y la filosofía de la educación.
Valoro lo que muchas facultades están haciendo de propiciar un encuentro cercano de estudiantes desde el inicio de su formación a la sala de clases, a que vayan experimentando desde un inicio de formación en contacto con la realidad. La formación práctica debería tener siempre una valoración máxima, incluso en la formación continua de los profesores.
—¿Por qué cree que es clave la vocación al momento de enseñar?
—Se sabe que la variable que más impacta al interior de la escuela en la calidad de los aprendizajes de los estudiantes es el profesor (junto al liderazgo directivo), y dentro de ello la expectativa que él tiene resulta ser el componente más importante.
Muchas veces se tiende a limitar la palabra “expectativa” solo como la creencia que el docente tiene de sus estudiantes, lo cual es cierto, pero incompleto, ya que la otra mitad dice relación con la expectativa que el mismo profesor tiene de sus competencias para hacer que el estudiante pueda aprender.
Todo lo anterior llega a su punto más alto si en el profesor hay vocación o –como prefiero llamarlo– si hay “amor” en lo que realiza. Creo que un sano amor que el educador descubre y cultiva por sus alumnos lo puede llevar a creer profundamente en el otro y al mismo tiempo lo moviliza desde lo más profundo para sacar adelante a sus estudiantes y quizás de manera especial de quienes más lo necesitan.
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