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Regístrate y accede a la revistaCreada el 2 de marzo de 1920 por quien le diera su nombre y la considerara como su legítima heredera al faltarle descendencia, Fundación Irarrázaval cumple su centenario el próximo año. Desde sus inicios ha contribuido al sostenimiento y desarrollo de establecimientos de educación media técnico-profesional, que estén bajo el alero de una formación espiritual sustentada en los principios de la moral cristiana. Conversamos con Aníbal Vial, gerente general de Fundación Irarrázaval, sobre los desafíos y proyecciones futuras.
Están casi empezando las celebraciones. Los próximos días 8 y 9 de agosto en el XX Seminario CLAVES PARA LA EDUCACIÓN DEL FUTURO: “¿Qué hemos aprendido en nuestros 100 años de
vida? ”, la Fundación Arturo Irarrázaval inicia las celebraciones de su centenario de vida. En esa oportunidad, cuenta Aníbal Vial, gerente general de la institución, “conversaremos con los 136 colegios de la Red durante dos días acerca de lo que hemos aprendido en 100 años, y también conoceremos en rigor qué es lo que ellos han aprendido, los colegios, eso es lo relevante”.
Ese día 8 de agosto, cuenta Aníbal, “comenzaremos a celebrar el centenario y la fiesta de cumpleaños durará un año, precisamente al alero de la pregunta ¿qué es lo que hemos aprendido?”.
—¿Qué hizo que el fundador de la Fundación Irarrázaval fijara sus ojos en la educación técnica y se propusiera ayudar en eso para mejorar las aspiraciones y la vida de muchos niños del país?
—Primero, pienso que fue la influencia familiar, su madre en particular, que tuvo una preocupación especial por la evangelización y la educación, específicamente de la Araucanía. Luego, lo que él mismo vio en Filadelfia, en un destacado colegio técnico que formó un filántropo francés para ayudar en la educación de Estados Unidos. Eso inspiró y llevó a Arturo Irarrázaval a crear la Fundación para ayudar en Chile a los colegios que impartieran educación técnica con formación en la moral cristiana.
—¿Cuál es la clave para que la Fundación se haya mantenido por tantos años y haya perseverado con su misión en el tiempo, y creciendo constantemente?
—Son muchas razones. Una es que la institución tiene un foco muy preciso, esto es muy relevante. Luego, hay un estatuto que el propio fundador definió y corrigió durante el tiempo que él personalmente estuvo al frente de la institución, más de 40 años. Una tercera razón es que quienes él designó para que lo sucedieran han sabido ser fieles al encargo y han hecho una buena gestión. Obviamente, también es importante el hecho de que la institución logró hacer crecer su legado al ritmo del país y supo aprovechar bien oportunidades que este le brindó.
Creada como una institución de beneficencia, de carácter privado y sin fines de lucro, desde sus inicios, la Fundación no pretendió abrir nuevas escuelas, sino apoyar a las ya existentes. Sobre todo, le interesaban las instituciones dependientes de corporaciones que aseguraran una orientación cristiana en la formación de sus alumnos.
—¿Cuál es la importancia de apoyar una formación escolar técnica sustentada en los principios de la moral cristiana?
—Aprender un oficio o una especialización puede ser equivalente a aprender un idioma, en el sentido que un saber como ese abre posibilidades. Y hoy es muy patente la importancia de la técnica en todos los planos de nuestras vidas, y una buena educación técnica puede ayudar mucho a ganarse la vida. Y si a eso se agrega una educación bajo los principios de la moral cristiana, esa ayuda, digámoslo así, hace posible ganarse la vida en plenitud pues la llena de sentido.
—¿Cuál es hoy el nivel de importancia de la educación técnica para el país?
—Siendo bien franco, se le concede bastante menos importancia de la que se debiera. Lo que está ocurriendo en el mundo del trabajo, el avance en la automatización de procesos, la digitalización, lo relativo a la productividad, en todos los planos es un desafío enorme para la educación, y es muy difícil estar a la altura de esos cambios. Cambiar en educación es de suyo difícil, el anticuado aparato del Estado agrava lo anterior. Yo, no obstante, me alegro viendo colegios de nuestra Red que con lucidez y cierta rebeldía han innovado y están motivados por alcanzar la altura que se espera de ellos.
—La educación ha sido un tema país, pero no la educación técnica, ¿cuáles han sido las principales dificultades que han debido sortear como Fundación?
—Es verdad esa afirmación. La principal dificultad nuestra es que la demanda de los colegios por ayuda es siempre mucho mayor que lo que podemos darles. Y es un hecho que históricamente el rol que el Estado debe jugar ayudando a este sector, no lo ha cumplido. Debo reconocer sí que en el último tiempo esto se ha ido revirtiendo, se ha ido ganando en una mayor conciencia y algo en más aporte de recursos, aunque se sigue descuidando a los colegios particulares subvencionados, algo que es incomprensible.
Arturo Irarrázaval Correa nació en el eje de una gran familia, hijo de Manuel José Irarrázaval Larraín, hereda de su padre no solo el patrimonio, sino que además un vigoroso espíritu emprendedor. Es como empresario que adquiere una vasta experiencia, la que más tarde transmitiría a su creación más querida y a la que dedica los últimos años de su vida: la Fundación.
Su dedicación al negocio bursátil y la experiencia que adquiere en los distintos mercados internacionales, es lo que finalmente le sirve para dar forma, mantener y asegurar el futuro de la Fundación.
En 1940 muere su mujer, quien lo acompañó por casi 30 años, lamentablemente sin haber podido tener hijos. El 14 de julio de 1963, Arturo Irarrázaval Correa muere a los 82 años producto de un derrame cerebral. Ni las largas estadías en el extranjero, ni la dura enfermedad de los últimos años de vida lo alejaron del interés de su país y de su creación más querida.
Siempre mostró un gran interés por la Fundación, no solo en el ámbito económico y de gestión, sino también en la formación que recibían los alumnos de las escuelas beneficiadas. Es así como aún se conservan algunos de los estudios de geografía que él preparaba para las escuelas y que personalmente tomaba en examen cuando estaba en el país.
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