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Regístrate y accede a la revistaHace más de 18 años que Mauricio Paredes, ingeniero eléctrico, decidió seguir su vocación literaria, y hoy ha publicado más de 15 libros para niños, jóvenes y adultos, entre ellos los destacados “¡Ay, cuánto me quiero!”, “La familia Guácatela” y “La cama mágica de Bartolo”
Además de escribir, Mauricio Paredes se dedica a la investigación y difusión de la literatura infantil. Ha sido profesor universitario, colaborador del Ministerio de Educación y presidente de la sección chilena de la Asociación Internacional del Libro Infantil (IBBY), y realiza actividades con niños y charlas para especialistas.
–¿Qué recuerdo tienes de tu época escolar?
Cuando estoy en una presentación de autor en algún colegio, a veces les pregunto a los niños cuál creen que era mi ramo favorito. Ellos responden que Lenguaje, seguramente por mi vocación de escritor, o también Matemáticas, probablemente por mi profesión de ingeniero. Yo les cuento que mi asignatura favorita era Recreo. Ellos se ríen, pero tiene mucho de cierto, por la importancia de la interacción social con los pares y por la esencia del juego, que es uno de los principales ensayos para la vida.
–¿Alguna anécdota o chascarro?
Durante las clases miraba mucho por la ventana hacia afuera. En invierno, cuando llovía y al día siguiente amanecía la cordillera nevada, me quedaba como hipnotizado observando esa muralla blanca gigantesca que nos acompaña y nos define tanto. Para los chilenos es algo cotidiano porque estamos acostumbrados, pero los extranjeros se sorprenden y se fascinan. Esa sensación de asombro fue buena parte de la inspiración para escribir “La cama mágica de Bartolo”, mi primer libro.
–¿Cómo definirías tu conducta?
Me portaba bien, pero conversaba mucho. Creo que el desafío fue encauzar mis características de personalidad hacia un liderazgo positivo. Tengo muy buena relación con mis compañeros hasta el día de hoy y me encanta saber que mis profesores están orgullosos y “chochos” por mi trabajo.
–¿Recuerdas a algún profesor o profesora en particular?
Muchos, como Adela Berguecio, Mónica Szobel, Gigi Torres, Donald MacAulay o Mark Farmborough. Les he agradecido en diversas oportunidades, pero esta vez quiero mencionar a don Humberto Garbarino. Él tenía carácter fuerte y yo también, por lo que a veces chocábamos y yo estaba en mi etapa de adolescente desafiante. Pero me sirvió muchísimo su visión de la literatura como una expresión artística en un contexto de múltiples variables. ¿A qué me refiero? Por ejemplo, con “Don Quijote de La Mancha”. Él nos explicó que eran dos libros, escritos con diez años de diferencia, que ya en esa época plagiaban a los autores y salió un Quijote apócrifo; que Cervantes no era manco, sino que tenía la mano tullida por una herida en la batalla de Lepanto; que los románticos alemanes fueron los que rescataron la obra del casi olvido, que los duques malvados que aparecen en el segundo libro le hacen esas bromas tan pesadas al pobre Quijote porque se leyeron el primer tomo, que ni Dulcinea ni Aldonza Lorenzo aparecen en la historia. Muchísimos datos interesantes. Así que, ¡gracias!
–¿Qué te motivó a escribir libros?
Siempre me ha fascinado inventar. Inventar juegos, inventar programas de computador y también inventar libros. Escribir es la mejor manera de ordenar los pensamientos. Creo que un aspecto fundamental fue la alta valoración que había en mi familia de la literatura. Mi mamá nos leía, mi papá nos regalaba libros, mi abuela nos contaba cuentos que ella sabía. Más aún, mi mamá trabajó como voluntaria en el Museo Histórico Nacional en restauración de libros, entonces me enseñó a percibirlos como un tesoro que se debe conservar y valorar. Estudié ingeniería porque me encanta la tecnología, el razonamiento lógico y también como un desafío intelectual. Nadie me obligó. Pero el año 2001 decidí darle una oportunidad a la escritura y, gracias a Dios, me ha ido muy bien y puedo vivir de este trabajo.
–¿Quien escribe libros, lee? ¿Te consideras un buen lector?
Un escritor lee como un atleta entrena. Es esencial. Yo no leo particularmente rápido y, desde que me dedico a escribir, analizo cada vez más lo leído, en especial si se trata de un libro bueno. Es una agradable deformación profesional porque me permite apreciar de mejor manera el talento de los grandes autores.
–¿Qué libro estás leyendo?
“Los demonios” de Fiodr Dostoyevski, que es uno de mis autores favoritos. Me pasa con él que me gusta tanto como escribe que he ido dilatando la lectura de su obra completa y me preocupo de llegar a cada título con el menor conocimiento previo. Hay mucho cotilleo y copucha, de quién es más popular, de que tal dijo tal cosa de tal otro, de cómo llevaba puesto el pañuelo o el sombrero. Intuyo que justamente esa superficialidad anodina es el preámbulo y da las condiciones para el deterioro moral que el autor ruso va a plantear más adelante.
–¿Te gusta el cine? ¿Última película que viste?
Me gusta desde el perfeccionismo sistemático y ordenado de Stanley Kubrick o Christopher Nolan hasta el perfeccionismo caótico-coral de Paul Thomas Anderson, Francis Ford Coppola o Martin Scorsese. ¿Demasiado perfeccionismo? Es porque siento que la disciplina y el trabajo metódico son esenciales en la creación artística. El mejor juego es el que ha sido cuidadosamente planificado. Un buen mago ha practicado tanto sus trucos, que logra hacerlos parece como si fueran fáciles, como si fuese magia de verdad. La última película significativa que vi fue “The Green Book” y estoy feliz de que haya ganado el Oscar una obra acerca de la amistad.
–¿Qué haces en tu tiempo libre?
Estoy con mi familia. Juego con mis niños, converso con mi mujer. Escucho música, toco guitarra y piano. Veo películas y fútbol. Me encanta viajar y juntarme con mis amigos. Y sí, también leo.
La lectura
La forma en que aprendemos sobre otras personas —incluso imaginarias— para conocernos mejor a nosotros mismos.
Profesores
Me encanta la relación de complicidad que tenemos en el fomento del placer de leer de los estudiantes.
Educación en Chile
Creo que es imperativo que, como complemento al valor de los derechos de los niños, se enfatice la importancia de la responsabilidad de los alumnos.
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