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Regístrate y accede a la revistaMás de mil niños y jóvenes forman parte de las 18 orquestas sinfónicas, distribuidas a lo largo de todo el país, que pertenecen a la Fundación de Orquestas Juveniles e Infantiles de Chile (FOJI). Las edades de los integrantes fluctúan entre los 8 y 24 años, y aquí encuentran un espacio para crecer de manera integral al alero de la interpretación musical.
La Fundación de Orquestas Juveniles e Infantiles de Chile (FOJI) nace el año 2001 de la mano de Fernando Rosas, retomando el legado que dejara Jorge Peña, con la gran misión de “ser una herramienta social a través de la cual los niños puedan tener una posibilidad distinta en su vida, desarrollar un talento musical que nadie sospechaba que podían tener y detrás de eso la práctica orquestal”, cuenta Alejandra Kantor, directora ejecutiva de la FOJI.
Esta entrevista, Alejandra la comparte con Loreto Quinteros, psicóloga encargada del Área Social de la Fundación, quien cumple un rol fundamental en la evaluación psicosocial de quienes se integran a las orquestas de la fundación, donde al final del día terminan encontrando un soporte trascendental para sus vidas.
“El 85% de nuestros niños vienen de lugares vulnerables, con familias monoparentales y con graves disfuncionalidades; por lo tanto, para ellos estos programas sustituyen de alguna forma su familia. Les escuchamos, los contenemos, pero también somos estrictos, también tenemos reglas…”, revela Alejandra Kantor.
–La misión de la FOJI hace alusión a mejorar la calidad de vida de los niños y jóvenes; en la práctica ¿cómo lo hacen?, ¿de qué manera impactan?
Alejandra Kantor (AK) –Cuando un niño parte en estos programas, viene a los ensayos, tiene reglas, tiene disciplina, tiene que estudiar. Un niño al leer la partitura para sacar una melodía, necesita concentración, disciplina, desarrollar habilidades cognitivas, el área del lenguaje, de las matemáticas (…) La música y las matemáticas están súper ligadas, porque la música tiene un tiempo. Cuando tú lees una partitura que ocurre en un tiempo determinado, eso no puede ser ni más largo ni más corto, es así. Es como leer un libro, es una lectura que no la haces con la voz, sino con el instrumento.
Loreto Quinteros (LQ) –Lo otro tiene que ver con la cohesión grupal, el trabajo en equipo, tú aprendes a ser más tolerante, porque tienes que esperar, no eres el centro, tienes que esperar el turno de tu compañero, necesitas concentración, atención.
–¿Qué pasa con la autoestima?
AK: –También hay una mejora en la autoestima. Muchos de estos niños vienen de lugares vulnerables, vienen con autoestimas muy dañadas y aquí es donde se convierten en los héroes de sus familias. Muchos, o la gran mayoría, son los primeros profesionales de su familia, porque estudian música o pedagogía en música, con eso tienen herramientas para enseñar a otros y entrar a orquestas profesionales. Ahí tú tienes un cambio social súper importante.
–¿Qué mensaje enviarían a los directores de colegios para que se motiven e incentiven la formación de orquestas en sus establecimientos?
AK: –Yo creo que el arte transforma la vida de las personas, porque se comunica a través de las emociones, y el arte puesto en un colectivo como lo es una orquesta infantil, lo potencias aún más.
LQ: –Yo agregaría: que los colegios incentivaran los talleres musicales, ojalá esta revista sirva para que la gente entienda que la música, estos talleres musicales, van más allá que tocar un instrumento. Lo importante es lo que se trabaja al nivel del niño, el aprendizaje.
“El arpa siempre estuvo presente en mi familia, mi abuelito es arpista popular”, cuenta David, quien recién saliendo del colegio y después de haber estudiado otra carrera, decidió apostar por la música, el año pasado, tras 11 años de estudio obtuvo su Licenciatura en Artes con mención en Interpretación Musical.
“Encontré que tenía condiciones y comencé a buscar dónde estudiar más formalmente y llegué a la Facultad de Artes de la Universidad de Chile para estudiar arpa clásica. Es el único lugar donde se puede estudiar arpa acá en Chile y acá en la FOJI, que es una iniciativa relativamente nueva”, dice.
En Chile, los arpistas son contados, así que, en tercer año de la carrera, su profesora le dijo que tenía que tocar en la Orquesta Sinfónica Estudiantil Metropolitana, aunque él confiesa que se sentía aún muy joven musicalmente, pero no había nadie más. Ahí estuvo dos años y luego pasó a la Nacional Juvenil (2011 al 2017). “Antes de terminar mi proceso en la orquesta juvenil, acá en la FOJI se impulsó la idea de tener una escuela de arpistas y confiaron en mí para iniciar ese camino. Así que ya voy a cumplir cinco años que estoy haciendo clases a niños”, cuenta.
Sobre los aprendizajes transversales que se desarrollan con la práctica del arpa, destaca la disciplina y la constancia e invita a valorar la música en los colegios, independiente de si los niños terminan siendo artistas o no. “Yo noto cuando un niño toca un instrumento o está en una orquesta, son distintos, su forma de hablar, su personalidad, se nota algo bueno en ellos que los hace diferenciarse del resto. La música, es una herramienta muy importante para la educación”, concluye David.
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