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Regístrate y accede a la revistaEl desarrollo de políticas públicas en educación sostenidas en el tiempo, nos da la oportunidad de formar ciudadanos que conciban a la comunidad y el convivir, como factores esenciales para construir una sociedad más justa y solidaria. Entonces, ¿cómo educamos a estudiantes integrales que posean habilidades cognitivas, sociales y emocionales que les permitan enfrentar mejor los desafíos del siglo XXI?
Por ello fue necesario dar un salto en nuestro sistema y se ha desarrollado un marco legal que apunta a generar condiciones para una educación de calidad, con bienestar, que entregue herramientas a todos los estudiantes, sin excepción.
Por eso hemos realizado esfuerzos para construir un nuevo sistema de evaluación en nuestros colegios, que fomente el desarrollo de capacidades en las comunidades escolares, que considere, por lo demás, aspectos que van más allá de los aprendizajes académicos y que promueva fundamentalmente la colaboración.
De hecho, en la última entrega de la prueba Pisa, “Habilidades para resolver problemas en equipo”, se constató que los estudiantes de 15 años tienen una buena actitud y valoración de las relaciones interpersonales: el 93% dice que le gusta colaborar con sus pares y el 81% cree que trabajar en equipo aumenta su propia eficiencia, resultados por sobre el promedio OCDE, en una medición en la que participaron 52 países y Chile lidera Latinoamérica.
Eso es una buena noticia para el país. En estos años hemos impulsado un sistema educativo basado en la colaboración. Por eso hemos profundizado en la importancia que tienen los Indicadores de Desarrollo Personal y Social, que de alguna manera visibilizan e impulsan a los miembros de la comunidad educativa a trabajar juntos, ponerse de acuerdo, conversar desde distintos puntos de vista, porque creemos que estos factores son fundamentales no solo para que un colegio funcione, sino también para el desarrollo integral de todos los estudiantes.
Cuando pasamos de lo individual a lo colectivo, se logran mejores resultados, como lo están haciendo muchos actores: red de investigadores, universidades y el gremio empresarial, entre otros. Tenemos la ventaja de que los niños, niñas y jóvenes de hoy, según los resultados del estudio internacional de Educación Cívica y Formación Ciudadana (ICCS), participan en sus colegios y los profesores tienen la misión de facilitar la posibilidad del trabajo colaborativo para lograr acuerdos con metas comunes.
No olvidemos que el trabajo en equipo es una buena modalidad para enfrentar y resolver los problemas de la vida actual. Cuando se colabora se produce una división efectiva del trabajo, se incorpora información de múltiples fuentes de conocimiento, diversas perspectivas y experiencias; hay mayor creatividad y mejor calidad de las soluciones, puesto que son estimuladas por las ideas de todos los integrantes del grupo.
Está claro que el desafío de la educación integral no puede resolverlo un solo profesor en una sala de clases. Necesitamos pasar de un buen profesor a un grupo de buenos profesores. De una buena escuela a las doce mil del sistema. Urge, por tanto, potenciar la colaboración, pues cuando competimos unos pocos ganan y muchos pierden; más aún cuando es el bienestar de nuestros niños lo que está en juego.
En definitiva, la educación que necesitamos no puede reducirse a un puñado de conocimientos. La competencia debe ser con uno mismo y no con el otro. Y para ello necesitamos que los estudiantes tengan la convicción y la voluntad de que son capaces de aprender y desarrollar sus talentos, y la habilidad de convivir y relacionarse con los otros para así seguir avanzando en una educación de calidad en todos los establecimientos del país.
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