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Regístrate y accede a la revistaLa educadora, teóloga y escritora española Carmen Pellicer estará por primera vez en Chile presentando dos temas en el XVIII Seminario “Claves para la Educación del Futuro, fortaleciendo el trabajo colaborativo en RED”, que organiza Grupo Educar, los días 3 y 4 de agosto.
Como presidenta de la Fundación Trilema, ha sido clave impulsando cambios profundos en escuelas de su país y en otros lugares del mundo. La productora del documental “Profes, la buena educación” y el recién estrenado “La otra educación” es una convencida de que “un buen maestro puede cambiar para siempre la vida de un niño. Una escuela, la de una comunidad. La educación puede cambiar un país”.
En esta entrevista nos cuenta qué papel juega el liderazgo, cómo se forma un líder y por qué ello es urgente en medio de la crisis del panorama educativo.
—Se habla mucho de liderazgo en distintos ámbitos. ¿Qué se entiende por liderazgo efectivo en la educación?
—Es la capacidad de generar y de acompañar un proceso sistémico para cambiar una institución educativa. Para cambiar una escuela hay que tener una visión sistémica de la organización y ser capaz de cambiar todos los aspectos, no solamente las personas, sino también el aprendizaje, la organización, el currículum, y eso requiere una forma distinta de ver la escuela.
—¿Cómo llega un directivo a tener ese liderazgo?
—Hay disposiciones naturales que siempre ayudan, como la mayor capacidad de comunicación o de empatía, pero creo que el liderazgo se aprende. Primero se aprende con buenos líderes. Hay una parte que tiene mucho de arte más que de ciencia y que se aprende viviendo y viendo organizaciones o escuelas que son buenas en sí. Otro componente importante es ser un buen docente. En España decimos “no puedes mandar lo que no sabes hacer”. El líder tiene que tener prestigio y ser respetado porque es un buen profesor.
—¿Y qué aspectos se pueden entrenar o perfeccionar?
—A partir de lo anterior, hay que prepararse en una serie de elementos que van desde la capacidad de gestión eficaz de recursos personales, económicos, tecnológicos, pedagógicos y humanos. También un componente importante tiene que ver con la visión: debe tener una preparación pedagógica educativa potente para generar una visión de excelencia de escuela y ser capaz de generar itinerarios que le ayuden a alcanzar esa visión. Eso supone también la necesidad de inspirar a los que trabajan con uno, ir contagiando y logrando conmover al equipo para lograr una identificación con el proyecto educativo.
—¿Qué errores o faltas son comunes, en relación con la generación de liderazgo?
—Hay muchos errores. Uno es la prisa. No se puede improvisar un liderazgo educativo, hay que invertir en una formación exigente y potente desde el inicio. Dejar madurar la docencia. Los buenos líderes han pasado primero por las aulas durante un tiempo razonable, han experimentado en sí mismos el hecho de ser maestros. A partir de ahí hay que hacer una formación específica exigente y potente. No vale un cursillo. Muchos llegan a dirigir a puestos de responsabilidad casi por casualidad. Se requiere preparación en direccion educativa.
Luego, hoy no se puede dirigir solo. Los francotiradores no van a cambiar las escuelas. Hace mucha falta el liderazgo compartido: generar equipos fuertes que sean capaces de contagiar esa fuerza. La dirección en equipo tampoco es fácil de improvisar. Un error muy común es creer que el líder es un carismático medio loco que lleva a todo el mundo por delante, pero ese excesivo personalismo hace que los proyectos mueran cuando esa persona desaparece. La dependencia de una organización de una persona es un error muy común en la educación y muy peligroso.
—En ese contexto, ¿qué papel juegan los profesores?
—Un concepto muy importante en teoría de la direccción educativa es el tema del liderazgo intermedio. El empoderar a personas clave en la organización, que ejerzan responsabilidades y compartan el poder, es hoy una necesidad. Dirigir una escuela es algo muy complejo y los niños y adolescentes cada vez presentan desafíos nuevos. No se puede trabajar solo y es importante tener un proyecto de acompañamiento y desarrollo profesional docente, que capacite a los profesores para ejercer roles tan fundamentales como tutorizar a los alumnos. El tutor es una figura clave. Además, están la construcción curricular en los departamentos y las responsabilidades en la gestión de los distintos procesos educativos.
—¿Cuál es su diagnóstico de la educación actual, con respecto al liderazgo?
—A nivel mundial, creo que estamos en un momento de crisis importante en el panorama educativo, porque ya no es posible conformarse con una educación mediocre. El cambio vertiginoso de la cultura de la tecnología, incluso de la ética, de la historia y de la política, está generando desafíos muy diferentes para el futuro de nuestros alumnos. Eso hace que la escuela tradicional, que se ha conformado con una instrucción mecánica y una alfabetización cultural, tenga que superar esos parámetros y eso requiere una forma diferente de liderar ese cambio. No estamos hablando de un cambio superficial, sino de un gran desafío, de cambiar el concepto y el lugar que la educación escolar ocupa en la socialización infantil.
—En el documental “Profes, la buena educación”, se plantea que la educación es algo que impacta no solo en la sala, sino que puede cambiar un país. ¿Es una mirada realista?
—Sí, porque la educación es la fuente de la identidad de un pueblo. El cambio de la forma en que un país se comprende a sí mismo y genera sus aspiraciones y su horizonte es lento. Ese cambio tiene que producirse en cómo se educa la mente y el corazón de las generaciones que van creciendo. Para eso hay que tener mucho corazón y mucha generosidad cuando se tiene responsabilidad y poder político.
—¿Qué efectos ha visto en las escuelas en que se observan esos liderazgos?
—Nosotros dirigimos una red de escuelas, que llamamos “Escuelas que aprenden”, que han adoptado un modelo de gestión de cambio integral sistémico. Si tuviéramos que definir cuál es el factor clave de ese modelo de cambio, a mi juicio es el liderazgo. El hecho de que se construya o consolide un equipo que tenga un proyecto claro y un compromiso activo con el aprendizaje, que investigue, que innove, que acompañe al profesorado, que lo evalúe y evalúe las prácticas docentes, tiene un impacto directo en la mejora de resultados del aprendizaje de los alumnos. No solamente en sus aprendizajes académicos, que son muy importantes, sino en todo el desarrollo de las dimensiones de la persona, emocional, moral y espiritual, que son tanto o más importantes que las académicas.
—¿Es posible medir esos logros?
—Nosotros trabajamos con un sistema de indicadores de liderazgo de dirección y en los distintos roles en la vida de un centro educativo. Tenemos una serie de parámetros para evaluar el desempeño docente y hacemos un seguimiento de los procesos de mejora de las escuelas en función también del impacto que tienen sobre los resultados de los alumnos. Hemos podido bajar las tasas de fracaso escolar en algunos entornos de más del 40% a un 10%, que es lo máximo aceptable que se puede permitir una institución.
—¿Son importantes los padres para apoyar el liderazgo que se ejerce en la escuela?
—La familia es el factor más importante al educar un niño. Esto es lo que contamos en la segunda película, que hemos estrenado hace apenas un mes. Nuestras familias nos han dejado a todos una marca que condiciona nuestra personalidad. Pero un niño no elige la familia en la que nace. Muchos hemos tenido la suerte de nacer en familias que nos quieren y que además han apostado por una educación potente, de calidad, y nos han acompañado en todo nuestro proceso de maduración. Desgraciadamente, en muchos casos esto no se da. Entonces, creo que la escuela tiene que hacer un esfuerzo por lograr la complicidad de las familias que apoyan el desarrollo educativo, pero a la vez a aquellos niños que, por distintas razones, no les ofrecen las oportunidades educativas que necesitan, la escuela tiene que garantizar el acceso, la igualdad y la justicia de que puedan tener esas oportunidades que todo niño merece.
—¿Qué significa en lo personal para un profesor y para un director asumir ese camino de liderazgo?
—Un profesor es bueno cuando quiere a sus alumnos. Yo creo que el cariño es la clave de la buena educación, que es lo que cuento en mis películas y en mis libros. Y al final, cuando uno quiere a un niño, hace una apuesta por buscar lo mejor y eso le lleva a investigar, a experimentar, a innovar. La fuente del compromiso con la innovación, con la educación investigativa, descansa en el compromiso con cada uno de nuestros alumnos. Y esa es la base que une la docencia con el liderazgo y la necesidad de desarrollar proyectos que sean capaces de ayudar no solo a un niño, sino a toda la infancia.
—Con respecto a la innovación, ¿qué papel juegan las nuevas tecnologías?
—Son una especie de huracán imparable que está cambiando los modos de aprender. Es algo ineludible, no hay elección, pero tampoco sustituye al aprendizaje. En la escuela deben ser un medio y no un fin en sí mismas. El desafío es lograr una simbiosis entre el entrenamiento de la mente, el corazón, las emociones y los comportamientos éticos de nuestros alumnos, con el uso y el acceso a la tecnología y todo lo que esta supone como apertura hacia un mundo global y una disponibilidad de una cantidad enorme de información que requiere de un pensamiento y juicio critico, creativo y riguroso para construir conocimiento. Lo cierto es que ha puesto patas arriba los modelos tradicionales de escuela y eso es un incentivo también para buscar nuevas maneras de trabajar.
Fundación Trilema y el liderazgo También publica libros de texto, materiales educativos y recursos didácticos con los cuales llegan directamente a las aulas. A través de diversos proyectos tiene un gran impacto a nivel nacional e internacional. “En los últimos tres años hemos llevado a cabo un proyecto muy importante en Guinea Ecuatorial, trabajando en 84 escuelas, y hemos formado a cientos de profesores allí y también en Camerún”, explica la presidenta de Trilema. Ahora está lanzando dos proyectos en distintos países de América Latina. Uno de ellos aborda el desarrollo de habilidades ejecutivas (“Aprender a pensar”), y está basado en la investigación que ha realizado Carmen Pellicer en la Universidad de Nebrija, Madrid. |
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