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Regístrate y accede a la revistaFalta de políticas claras, la imposibilidad de diferenciar los diversos grupos familiares, roles difusos y la influencia actual de los medios de comunicación social; son algunas de las causas que los expertos señalan como “obstáculos en la creación de efectivos puentes y lazos entre las familias y los establecimientos educacionales”.
De acuerdo a los resultados Simce (2014) mejoran los aprendizajes, cuando los padres y apoderados estimulan los hábitos de estudio en el hogar con un espacio y un horario para las tareas escolares; asimismo, es positivo “que participen activamente en las actividades organizadas en la escuela; y que mantengan una buena comunicación con los profesores y asistan a las distintas instancias de los establecimientos”, explica Carlos Henríquez, secretario ejecutivo de la Agencia de Calidad de la Educación.
Sin perjuicio de que existe una importante labor de los padres respecto de otros aspectos de la educación, “la evidencia nos dice que en el ámbito de la autoestima académica son fundamentales las expectativas que los padres tienen en sus hijos. Cuanto más apoyamos a nuestros hijos y más les inculcamos que ellos pueden y que nosotros creemos en ellos; mejor es su autoestima académica y con ello mejores son sus herramientas para obtener un mejor aprendizaje”, señalan desde la Agencia de Calidad.
Sin embargo, esa apreciada relación entre la familia y la escuela puede llegar a destruirse si es que “existen padres que establecen malos vínculos, maltratan, son en extremo negligentes, enfermos o similares y que suelen en general haber sufrido a su vez maltratos o abusos y negligencias de sus propios padres. Estos apoderados legítimamente tienen la esperanza de que el colegio pueda compensar un poco lo que ellos saben que no están haciendo”, asegura la psicóloga de Valoras UC de la PUC, Isidora Mena.
Por ello, cuando se destruye o no ocurre ese vínculo, “sufren también los colegios, porque hacen grandes esfuerzos por atraer a todas las familias –aquellas que tienen problemas y las que no– con frustrantes consecuencias, ya que infructuosamente esperan resultados que jamás lograrán de algunas de ellas. Además, al mismo tiempo, porque se encuentran con una desmotivación enorme cuando llegan a ir a sus convocatorias”, dice Isidora Mena.
Familia y escuela: ¿roles separados?
Por ello es posible observar cómo, dice la psicóloga clínica del colegio Santa Teresa de Jesús de los Andes de la Fundación Dennpaz, en La Pincoya, Javiera Vidal, en la actualidad se han disociado los roles de la familia y la escuela, lo cual ha tenido varias consecuencias negativas como el hecho de que los padres depositan en el colegio, entre otras, la función de motivar a los alumnos por estudiar y de educarles en sus modales. “Por esto mismo, algunos alumnos no sienten el apoyo de sus padres respecto a la realización de tareas, de los estudios en la casa o algo tan básico y necesario como la asistencia. Muchos faltan a clases y otros llegan constantemente atrasados”.
Tan crucial es esa relación que en la Universidad del Desarrollo elaboraron un estudio liderado por la académica y directora de la Escuela de Psicopedagogía, Maritza Rivera, que reveló que “un estudiante necesita una plataforma firme entre el ambiente escolar y el familiar. De hecho, ambos espacios deben apoyarlo y ser propicios para que se pueda monitorizar su proceso de aprender y no solo hacerse presente en las instancias de evaluación, cuando muchas veces ya es tarde”.
Asegura Maritza Rivera que “la escuela y la familia deben reconocer la importancia del rol de cada una en la educación, no solo cuando surgen conflictos. Si la escuela potencia permanentemente su comunicación con la familia en torno al proceso de aprendizaje, entonces existirán mayores oportunidades de poder realizar coacciones que apoyen la educación, y por su parte, si también la familia identifica y mantiene su rol de monitoreo y apoyo a los focos temáticos del aprendizaje y al quehacer de la escuela”.
Pero –atención–, porque no se debe descuidar, dice Isidora Mena, que si bien los ambientes familiares y de colegio influyen y determinan a veces lo que ocurre en la vida de los individuos, “también lo hacen los ámbitos y el entorno social que se cuelan fuertemente a través de los medios de comunicación y organización política, judicial y económica”.
Todos ellos tienen la máxima influencia. “A veces dejamos a la familia y a la escuela a cargo de la formación, sin reconocer que el ambiente que generan las políticas, los trabajos de las familias, los medios de comunicación y la conducta de nuestras instituciones son igualmente formativas. Es difícil para un colegio educar a ser colaborativos e inclusivos, si la sociedad transmite tan fuertemente la competencia y el exitismo”, advierte Isidora Mena.
El rol formativo de las escuelas
Sin lugar a dudas, respecto de los colegios, “estos ejercen también un rol formativo ya sea a través del currículum explícito, implícito u oculto. Algunos forman y lo logran muy bien, otros tratan de hacerlo pero no saben y no aciertan, otros definitivamente no lo hacen, ya sea porque creen que no es su rol o porque se declaran incompetentes”, dice Isidora Mena.
En todo caso, lo primero es que todos los actores de una escuela deben conocer y hacer suyo el proyecto educativo del colegio, y en la elaboración de este considerar la opinión de los padres y apoderados en su diseño. “Es muy importante que los padres mantengan una buena comunicación con los profesores, asistiendo a reuniones y entrevistas y que generen una alianza para avanzar en la educación de los estudiantes. Asimismo, que los apoderados hablen con los estudiantes sobre lo que están aprendiendo, yendo más allá de ¿qué nota te sacaste? y cambiando la conversación hacia qué estás aprendiendo”, dice Carlos Henríquez.
Ahora bien, cuando los colegios y familias logran una buena relación, y el colegio es sensible a las necesidades de los distintos grupos familiares, se generan diversos puentes y formas de encontrarse. Pero, advierte Isidora Mena, “este encuentro entre los colegios y familias no es frecuente, en mi experiencia. La mayoría de los colegios generan políticas hacia las familias que son homogéneas para todas, logrando que solo un grupito se acerque. Salvo, que haya obligación de asistir, en cuyo caso logran asistencia pero no necesariamente los cambios en las funciones formadoras que quisieran de las familias”.
El currículo oculto
En todo caso, advierte la psicóloga de Valoras UC, es clave que las escuelas reconozcan que la formación de personas la realizan quieran o no a través de su organización, formas de relacionarse entre los adultos, de trabajar la comunidad de curso, las actividades que realizan en clases, las normas, las evaluaciones, el espacio de recreos, su espacio físico, las premiaciones, entre otras. “Es el llamado currículum oculto, cuando no se toma en cuenta, cuando se le cuida y considera en su impacto formativo”.
Se trata de un tema muy relevante de los directivos, de su responsabilidad, fundamentalmente, porque significa hacerse cargo de la organización de la escuela en función de su proyecto educativo, Normalmente habla de la formación de personas y no solo de lo académico. “Cabe señalar que nuestra Constitución y Ley de Educación así lo plantean, asumiendo que la escuela tiene un rol formativo tanto o más importante que académico. También esto es responsabilidad del sistema escolar, que tiene evaluaciones a las que aún les falta mucho para mostrar que les preocupa lo formativo tanto como lo académico”, subraya Isidora Mena.
La importancia de sentirse queridos
Lo central de la familia es el vínculo que otorga la experiencia de ser querido, cuidado, que le dejan ser con expectativas positivas, a la vez que ponen límites que lo contienen y enseñan lo que le hará bien o mal. “Este tipo de vínculo es clave para el segundo aspecto, que depende del primero: ser capaz de ver a los demás, ‘a los otros’, y establecer igualmente un vínculo de respeto, cuidado, dejarles ser, ponerles límites, perdonar, mantener las relaciones. Esto es lo que genera la autoestima, la seguridad, las competencias socioemocionales y la base de la ética”, dice la académica de la UC.
Según la psicóloga del colegio en La Pincoya, “la familia es el sustento afectivo de sus hijos; un alumno que se siente apoyado, querido, validado y contenido por su familia y padres, se atreve más, confía más en sí mismo, es alegre aun teniendo conflictos suficientes para tenerlo deprimido a veces, es un alumno que tolera la frustración cuando algo no le resulta como quiere y que no deja de intentarlo, sin miedo a castigos ya que sabe que en su casa lo recibirán con cariño y lo ayudarán a entender lo que no entiende, a estudiar lo que no sabe y a superarse cada día. La familia es como el ‘colchón’ que lo recibe cuando se cae, lo hace rebotar y volver a ponerse en pie”.
La enseñanza en la escuela
Eso sí, advierte Isidora Mena, en la escuela, en lo que se refiere a la relación de enseñanza-aprendizaje, “lo básico es establecer un vínculo, con las mismas características que las descritas en la familia, pero ahora con respecto de la enseñanza y aprendizaje: a) verles para reconocer sus necesidades específicas y sus saberes previos, b) tener expectativas reales, c) entregar las oportunidades de aprendizaje adecuadas, lograr desafío cognitivo y posibilidad de resolver por sí solos, d) con límites que los contengan y enseñen, reconocimientos, e) viendo el error como fuente de aprendizaje (y no de castigo), y volviendo a hacer esto una y otra vez”.
Por su parte, señala Maritza Rivera, “la escuela debe primero basar su demanda en las condiciones actuales de tiempo compartido en las familias a las cuales se dirige. Un desafío importante es desarrollar espacios de participación efectiva en relación a la programación de la enseñanza, ya que si los padres están informados, podrán apoyar la labor escolar a tiempo”.
Sin embargo, escuela y familias no deben dejar de prestar atención a la influencia de los medios de comunicación y que la sociedad ejerce sobre los alumnos. “Si se enseña perseverancia y esfuerzo, pero si se ofrecen a través de todos los sentidos: comida rápida, conseguir mucho con poco esfuerzo, creer que una crema hace bella, que un auto hace poderoso, que los remedios quitan el estrés, difícilmente la influencia y formación de la escuela y familia surtan el efecto”.
¿Cambió la familia chilena?
Le preguntamos a la destacada abogada Carmen Domínguez, profesora titular de Derecho Civil y directora del Centro UC de la Familia de la PUC.
—¿De qué manera se ha modificado la concepción del núcleo familiar?
—En la experiencia personal del chileno no ha habido una modificación esencial pues siempre la familia ha sido entendida en su dimensión ampliada, compuesta por todos quienes se encuentran unidos por vínculo de parentesco. Cuando se ha aludido y se alude a la familia, no se está pensando solo en la nuclear, sino en la extendida, que es, en definitiva, en la que se apoya todo chileno en sus necesidades y donde obtiene sus mayores alegrías, como lo declaran en las encuestas.
Jurídicamente, en cambio, se han incluido nuevas leyes que plantean dudas respecto del modelo que el legislador está escogiendo a la hora de proteger a la familia y sus integrantes. Por ejemplo, protecciones que antes se reservaban a los cónyuges, hoy se extienden a convivientes.
—¿Qué consecuencias importantes tienen en los hijos esos cambios?
—La pérdida del sentido de compromiso y responsabilidad como dos conceptos antes íntimamente relacionados con la familia parece una mala señal para las futuras generaciones. El que hoy se relativice el concepto familia al permitirse nombrar a uniones afectivas de cualquier tipo en que prima una unión muchas veces temporal, puede hacer que los jóvenes perciban a la familia como un bien de consumo y de satisfacción de deseos personales sin comprender el interés social que se juega en la construcción de una familia estable. También es una mala señal la pérdida de la autoridad de los padres sin que, por otra parte, los jóvenes se hagan cargo de su propia vida (por ejemplo, quieren ser independientes, pero continúan demandando pensión alimenticia hasta los 28 años).
—¿Existe, entonces un traspaso de la educación de los hijos a las escuelas?
—Sí, pero con el inconveniente que ni a la escuela le corresponde ni tampoco quiere asumir esa responsabilidad. Un profesor, por muy comprometido que sea con sus alumnos, será incapaz de formar como un padre o una madre. La única solución es que los padres retomen la obligación legal y moral que les corresponde en la crianza y educación de sus hijos y el Estado les permita y fomente aquello. Una de las características propias de la realidad familiar chilena es el ausentismo paterno. En otros casos, ese padre está, lo mismo que la madre, pero existe una indebida comprensión de lo que la maternidad o paternidad implican. Urge, por tanto, educar en habilidades parentales para que los padres puedan actuar efectivamente en el rol que naturalmente les corresponde y con primacía ante cualquiera otra persona.
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