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Regístrate y accede a la revistaEl 50% de los resultados académicos está influenciado por las familias. Los niños aprenden en todas partes, en la escuela y en la casa, y si queremos ofrecerles un ambiente educativo de calidad, debemos fortalecer la relación entre la escuela y la familia, asegura la psicóloga Teresa Izquierdo, coordinadora del Programa “Aprender en Familia” de Fundación CAP.
“Escuela y familia deben trabajar como socios y así favorecer el aprendizaje y desarrollo integral de los alumnos. Un ejemplo es que, si queremos fomentar el gusto por la lectura, no bastan los esfuerzos que hacen los profesores, sino que se necesitan padres y abuelos que les lean cuentos antes de dormirse en un espacio cariñoso”, dice Teresa Izquierdo, coordinadora del Programa “Aprender en Familia” de Fundación CAP.
—Tradicionalmente se han disociado las capacidades formadoras de la familia y la escuela, ¿se afectó el aprendizaje?
—Diversas investigaciones han comprobado que la participación de la familia (padres, madres, apoderados) en la escuela mejora el rendimiento escolar de los niños, genera una mejor relación de los estudiantes con su establecimiento y se logra un clima escolar más grato. Estas condiciones inciden positivamente en el proceso de desarrollo y aprendizaje de los niños ya que es sabido que los resultados académicos de los estudiantes son explicados en más de un 50% por el efecto de las familias.
El apoyo al aprendizaje está más asociado a las acciones concretas que pueden desarrollar las familias para fortalecer los resultados académicos de sus hijos; por ejemplo, la ayuda en las tareas, revisión de la agenda, envío de materiales, pero más importante aún es la transmisión de creencias, expectativas y actitudes de las familias frente al aprendizaje y la escuela. Asimismo, los padres y apoderados son los primeros responsables de la educación de sus hijos y a veces por la importancia que en nuestra cultura han ido teniendo las escuelas, han delegado esa función a los profesores, dejando de asumir tareas escenciales como la formación valórica, la formación de hábitos de estudio y de apoyo a los procesos de aprendizaje. Por el contrario, sin querer los profesores no les piden a los padres lo que necesitan de ellos.
Es más, la relación entre profesores y apoderados ha estado llena de “atribuciones cruzadas de culpas”, en que los docentes culpan de los problemas de rendimiento o comportamiento a las familias, y estas culpan a la escuela de no enseñarles.
—Por años se ha atribuido exclusividad a las familias en el rol de satisfacer las necesidades biológicas, afectivas y de formación valórica y a la escuela, en cambio, se la ha considerado una institución destinada a la satisfacción de necesidades intelectuales y académicas. ¿Cómo coordinar un trabajo en conjunto entre familia y escuela?
—Es cierto, al parecer la escuela es responsable de que los niños aprendan más, y las familias lo son de que se desarrollen integralmente. Eso es una falacia, ya que los niños aprenden y se desarrollan en todas partes y simultáneamente. Los niños aprenden más en un ambiente emocional positivo, en el diálogo con otros, en lo que tiene sentido para ellos, en la casa y en el colegio. El niño desarrolla el vocabulario en sus interacciones con sus padres, hermanos, tíos, compañeros de curso, profesores, lecturas… en la casa y en el colegio.
—¿Qué elementos entrega la familia?
—La familia tiene un rol esencial en hacer que sus hijos se sientan cuidados, queridos, bien tratados y estimulados a llegar lejos, con valores y con una mentalidad de esfuerzo y aprendizaje. También en la familia se aprende a convivir con otros, a desarrollar un sentido de pertenencia e identidad propia, y también se transmite una visión del mundo que los rodea.
Desde los colegios, es importante involucrar a las familias en las actividades de la escuela, y apoyarlas para que valoren su rol de educadores, y desarrollen estrategias para apoyar el aprendizaje y desarrollo de sus hijos. Se requieren familias que asuman su rol, fomenten hábitos de estudio y el gusto por la lectura, apoyen las tareas, promuevan e impulsen a sus hijos a ser grandes personas y estudiar, transmitiéndoles una mentalidad de esfuerzo y aprendizaje. También, familias que conversan con sus hijos sobre afectividad y sexualidad, sobre su proyecto de vida, les transmitan valores y entusiasmo por la vida y la sociedad. Al contrario de lo que se supone, casi no existen familias desinteresadas o indiferentes por la educación de sus hijos, sino que tienen formas diferentes de expresar su interés, lo que requiere de un conocimiento mutuo de los códigos culturales y comunicacionales.
—¿De qué manera los diferentes ambientes que rodean al individuo tienen efectos a lo largo de su vida?
—Los niños aprenden a vincularse con otros, mediante el apego emocional a sus padres o figura significativa. Luego, van queriendo a hermanos, amigos y otros. Si este apego es seguro, les será más fácil adaptarse al jardín infantil y la escuela. Por lo tanto, la primera influencia es la familia, ofreciéndole al niño la confianza básica, para ir poco a poco ampliando sus mundos de influencia. Luego, el jardín ofrece al niño el desafío de desarrollar una serie de habilidades emocionales, sociales y cognitivas, principalmente al tener que aprender con otros, convivir con otros, a ponerse en el lugar de otros, compartir, esperar su turno y autocontrolarse. La escuela es aún más desafiante ya que le permite abrir los horizontes a nuevas relaciones.
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