No hay duda que el factor más importante para el éxito y eficacia tanto de una orquesta sinfónica como de un establecimiento escolar; es la calidad del director que lo conduce. Aquí radica la gran diferencia entre el sonido propio de una gran orquesta y de aquella que solo da la nota. Dirigir un establecimiento no solo es hacer comprender a los alumnos y lograr que hagan propias las materias de las distintas asignaturas del plan de estudios, sino también lograr entrelazar éstas con el otro currículum, el invisible; que se relaciona con la formación integral de los alumnos, para que lleguen a ser buenas personas; en definitiva, buenos ciudadanos. La buena dirección tiene mucho de ciencia y de música. Para ser un buen directivo se requiere: estudiar, conjugar la teoría con la práctica, moldeando y asegurando algunas condiciones básicas como son el orden, la prudencia, el optimismo, la fortaleza y sobre todo el buen humor.

¡Qué importante es desarrollar la capacidad de saber escuchar, conocer y encauzar las sugerencias y consejos del resto de los músicos! Así, la sinfónica tocará en forma armónica y acompasada. Lograr conjugar un equipo directivo coherente, con una sólida formación profesional y una metodología eficaz de trabajo, permitirá que la gestión de un establecimiento educativo sea acorde con la calidad educativa que demanda el entorno y la comunidad escolar.