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Jul 2024 - Edición 284

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Tres alternativas positivas para mejorar la conducta en clase

Necesitamos nuevas opciones para guiar a los estudiantes a un desarrolllo social completo y una mejor conducta.

Por: Sofía García-Bullé del Observatorio de Innovación Educativa del Tecnológico de Monterrey
Tres alternativas positivas para mejorar la conducta en clase

Detención, suspensión, expulsión. Todos conocemos las medidas más severas y populares para mantener la disciplina en una escuela, pero, ¿realmente funcionan? Estas medidas pueden entenderse como una reacción o consecuencia a un mal comportamiento previo por parte de algún alumno, pero lejos crear un entendimiento acerca de por qué el alumno ha incurrido en una falta y prevenir que suceda de nuevo, más bien crean resentimiento, aversión y fragmentan la relación entre maestro y estudiante, como sostiene un estudio auspiciado por la Universidad de Leeds.

La Dra. Ruth Payne, catedrática de esta universidad realizó una encuesta en la que participaron estudiantes de 11 a 16 años, para investigar sus actitudes con respecto al sistema tradicional de castigos y recompensas.

Sus hallazgos muestran un amplio rango de diferentes respuestas a las estrategias de regulación de conducta. Sus datos revelaron que acciones como pedirles a los alumnos que se queden callados tiene el potencial de disminuir su habilidad de participación en el grupo; castigos como no permitirles recesos, enviarlos a detención o suspenderlos es contraproducente para el objetivo de motivar a los alumnos a trabajar más en clase.

En el caso de las recompensas, felicitar a los alumnos, expedir sellos con mensajes positivos, estampillas o alguna constancia física para premiar un buen trabajo, puede tener un efecto favorable inmediato en los alumnos y, en algunos casos, mejorar su relación con el maestro. Sin embargo, no es un recurso que pueda influir la conducta a largo plazo y que tenga el potencial de ligar el buen comportamiento a las variables del reconocimiento y las recompensas.

Como se mencionó anteriormente, todas estas medidas tienen una elemento en común, tratan con los síntomas del cuadro psicológico de la mala conducta. No consideran las causas que motivan la conducta de los alumnos.

Existen otras opciones que ya se están explorando para reforzar un mejor aprendizaje social que garantice el desarrollo personal de los estudiantes, tales como:

1. Meditación

El propósito de la meditación es aprender a controlar dos de las raíces más comunes del mal comportamiento en los alumnos, las emociones disruptivas y el estrés. Hay estudios que sostienen que esta también puede ayudar a mejorar la memoria y la concentración.

La escuela Robert W. Coleman, en Baltimore (EE. UU.), puso en práctica un programa de meditación para los estudiantes, como alternativa para evitar el uso excesivo de la detención. El número de suspensiones bajó a cero y el porcentaje, tanto de asistencia como de buena conducta, mejoró considerablemente.

2. Talleres y ensayos

Los talleres son excelente ejercicios reflexivos para ayudar a los alumnos a reconocer y trabajar las causas de su mal comportamiento. Tienen la ventaja de que pueden realizarse antes de que el alumno incurra en una falta de conducta y prevenirla.

De la misma forma, los talleres no tienen que estar ligados a la detención, un maestro con buenas bases para entender la conducta desde el punto de vista psicológico o un profesional de apoyo pueden llevarlo a cabo, ya sea entre clases, durante el receso o la hora del refrigerio.

La diferencia sustancial con respecto a la detención, es que el propósito de un taller es reflexivo y no punitivo. Consiste en guiar a los estudiantes en una conversación que los lleve al desarrollo y auto-conocimiento de su carácter, minimizando los mecanismos negativos que los llevan a una mala conducta.

Bajo la misma dinámica, también es de gran ayuda pedirles que escriban reflexiones por su cuenta, dado que a veces es más fácil sincerarse y realizar un auto-análisis serio en forma individual que en grupo.

3. Desarrollar un mejor sistema de soporte profesional

Si buscamos reducir las medidas punitivas para el control de la conducta en favor de mecánicas que favorezcan el aprendizaje social, es imperativo contar un buen sistema de auxiliares a parte del personal docente.

Psicólogos, coaches o consejeros directores, es necesario que la escuela cuente con un organigrama de especialistas que se dediquen, junto con los maestros y padres de familia, a desarrollar las habilidades sociales y emocionales de los alumnos.

Las escuelas hasta ahora se han enfocado mucho más en el aprendizaje académico, esperando que las habilidades sociales y emocionales de los alumnos se desarrollen con la convivencia entre sus pares y la regulación del maestro, esta estrategia didáctica está incompleta y a través de esa área de oportunidad pueden explicarse muchos de los disparadores de la mala conducta en clase.

El aprender a regular la propia conducta no es un asunto académico, es un asunto humano, y es así como debemos integrarlo a los métodos escolares para obtener mejores resultados que nos permitan deshacernos de los castigos, que siguen sin dar resultados favorables a largo plazo para la mayoría del alumnado.

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