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Tres interesantes estudios y un informe de la OCDE (Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos) revelan la realidad de los docentes en nuestro país. Desde hace siete años que reclaman por la falta de tiempo, el bajo prestigio de su labor y la constante supervisión. Se trata de personas que en su mayoría tienen entre 41 a 59 años, se capacitan periódicamente y trabajan en un establecimiento particular subvencionado.
Por Marcela Paz Muñoz Illanes
Conversamos con una docente que nos contó en la práctica cómo es su jornada laboral, la que analizamos junto la presidenta del Consejo de la Agencia de la Calidad de Educación, Luz María Budge, y la actual Premio Nacional de Ciencias de la Educación, Beatrice Ávalos.
El año 2007, grupoEducar encargó a Adimark un completo estudio sobre la realidad de los profesores chilenos. En esa oportunidad, la mayoría de ellos señaló la escasez de tiempo para planificar sus clases, atender a los alumnos o compartir en familia como uno de los problemas más urgentes.
Hoy, siete años después, la realidad a la que se ven enfrentados los docentes es bastante similar. En junio de este año, grupoEducar realizó una encuesta en línea a 2018 profesores, quienes resaltaron que apenas un 47% de ellos logra dedicar una hora semanal a atender a los apoderados y tres horas a aquellos alumnos con necesidades educativas especiales (NEE) (41%).
Un hecho que en la práctica le significa a la profesora Marisol Nancy Carmona de la Escuela Araucarias de Chile (Conchalí) trabajar en el establecimiento, en su casa y hasta los fines de semana para atender a sus alumnos y familias. Actualmente es profesora jefe de 3° básico, tiene 31 niños a su cargo y cuando llega a su hogar dedica entre 3 a 4 horas diarias a revisar los trabajos y carpetas de los estudiantes, planificar las tareas que se necesitan, escribir comunicaciones y crear nuevo material. “A las 11:00 de la noche finaliza mi jornada diaria. La tarea de educar es dura y requiere de mucho esfuerzo y dedicación, pero la sonrisa de un pequeño alivia mi extenso trabajo. Estoy segura de que ellos lo agradecen”, cuenta Nancy.
A esos datos se suman también las impactantes cifras que entregó el Primer Censo Docente del año 2012, el que reveló que el 25% de los profesores dispone de menos de una hora semanal para el ocio o esparcimiento. Se trata de 12 mil educadores que confesaron no disponer de tiempo para realizar sus actividades personales.
¿Cómo son nuestros maestros? Cerca de un 35% de quienes respondieron la encuesta de grupoEducar tiene entre 41 a 59 años, y la mayoría de ellos está casado (56%). Cuando se les consultó sobre el tipo de establecimiento en que trabajan, la mayoría de ellos (50%) pertenece al sector particular subvencionado y un 42%, al municipal.
A todo lo anterior se debe agregar el hecho que, según un informe recientemente publicado por la OCDE, que reúne a las 33 economías más industrializadas del planeta, el 34% de los profesores chilenos considera que la carrera docente no es valorada por la sociedad. Lo mismo que sucedía en el año 2007, en el que ellos percibían un deterioro en la imagen del profesor como profesional, “nos ven como un empleado de menos categoría, por lo cual perdemos autoridad y respeto por parte del entorno social”, decían.
Coincide con esa percepción la actual presidenta del Consejo de la Agencia de la Calidad de Educación, Luz María Budge, quien asegura que “muchos profesores se sienten subvalorados y no es sólo el monto de sus remuneraciones o las condiciones laborales, tampoco es necesariamente trabajar largas horas en las noches y en fines de semana. Pudiese ser por el hecho que sus logros y éxitos no sean individualizados, y que la significación de su trabajo no se vea, que lo que aprenden los niños no sea tan evidente, sino hasta mucho más adelante en el desarrollo de esa persona. También pesa el hecho de que la autoridad del profesor en la sala de clases se ha visto menoscabada, al igual que su autonomía”.
De hecho, para Beatrice Ávalos, investigadora del CIAE (Centro de Investigación Avanzada en Educación) de la Universidad de Chile y Premio Nacional de Educación 2013, “no es que crea o no que los profesores piensan que existe una percepción deteriorada de su profesión. Ellos mismos lo dicen así. Se trata de los docentes de todas las dependencias; un fenómeno que ocurre desde los años 60 hasta fines de los 2000 y que se recogió a partir de un estudio nacional representativo de docentes, publicado en “¿Héroes o Villanos? La Profesión Docente en Chile” (Ed. Universitaria, 2013).
Pese a esa percepción, se autodefinieron, en el año 2007, como un gremio con vocación, que espera inspirar a otros, aportar a la sociedad, en que prevalece siempre el gusto por enseñar y hacer clases. En esa oportunidad señalaron, “mantenemos la capacidad de sorprendernos con lo que los niños nos entregan”. Y sienten como recompensa el reconocimiento y cariño de sus alumnos, la alabanza de sus superiores y el hecho de sentirse útiles para la sociedad.
Para la experta de la Agencia de Calidad, los profesores son la clave del sistema educacional. Por ello es una convencida que cualquier reforma al sistema educativo debiese iniciarse revitalizando la educación pública, pero no a costa de otros sistemas. “Creo que implementar políticas para mejorar la formación, la inducción y el desempeño docente son fórmulas más consensuables, abordables y más efectivas para lograr calidad en niños que no debieran seguir esperando”.
La rutina de los profesores
Según reveló el estudio realizado por Adimark en el 2007, la mayoría de ellos se levanta entre las seis y siete de la mañana y por lo general vive lejos de sus trabajos, lo que significa largos tiempos de traslado. Incluso, gran parte de los educadores, debe ir a dejar a sus hijos antes de llegar al establecimiento.
Asimismo, según reveló la última encuesta de grupoEducar de 2014, la mayor parte de los profesores (89%) trabaja solamente en un establecimiento educacional, igual como ocurría en el año 2007.
Ya en 2007 señalaban que “el día que salen más tarde es cuando tienen Consejo de Profesores” y aquello, dijeron, les causa molestia, ya que no le ven utilidad a ese tipo de reuniones. Cuando llegan a casa, el tiempo lo destinan mayormente, en especial en las noches y en los fines de semana, a generar material y planificar sus clases. Hecho que dejó en evidencia el Primer Censo Docente, donde se señaló que el 29% de los profesores trabaja 10 a 12 horas semanales no remuneradas en labores educacionales y actividades relacionadas, lo que equivale a un cuarto de su jornada laboral. De hecho, un 15% de ellos llega a destinar hasta 20 horas en la semana a ese tipo de funciones, sin ninguna compensación económica a cambio.
Coincide con esos datos Beatrice Ávalos, para quien “nuestros profesores tienen condiciones de trabajo que no son adecuadas ni en salarios ni en la relación entre tiempo obligatorio de enseñanza en el aula y tiempo para preparar sus clases, evaluar y ayudar a alumnos con necesidades diversas”. Cuenta la experta que el estudio TALIS de la OCDE (2014) sobre profesores, revela que los docentes chilenos tienen la peor proporción de horas lectivas/no lectivas con respecto a sus pares de los otros países participantes en la muestra. “Según lo indica el estudio, los profesores pasan el 91% de su tiempo de contrato enseñando en clases”.
Situación que también dejó en evidencia el Primer Censo Docente (2012), en el cual se reveló que el 35% de los profesores sólo destina una o dos horas diarias a su entorno más cercano.
Necesidades urgentes
En el año 2007, reclamaban por la multiplicidad de roles que deben asumir. No sólo se limitan a enseñar, sino que son sicólogos y padres de los alumnos, además de cumplir otros roles administrativos. Esto, argumentan, les genera gran desgaste físico y emocional.
En ese sentido, Luz María Budge cree que los profesores adoptan muchos roles que podrían derivar y eso los abruma y por ello se corre el peligro de convertir la profesión en un recurso asistencial que desdibuja la labor del profesor. “Quienes hemos estado en la sala de clases sabemos que cada niño es una persona y que tiene un contexto, muchas veces lleno de problemas que no podremos solucionar y que nuestro rol es estar alertas, derivar, acompañar y sostener”.
Por esa razón es que ya en el año 2007 reclamaban por la necesidad de definir los límites en las funciones del profesor y, por ello, la urgencia de reducir las actuales labores del docente para concentrarse en su desafío fundamental, que es enseñar. “Soy profesor, no padre”, dijeron en esa oportunidad.
Se sentían parte de un sistema que no confía en su trabajo, y que todos sus actores (padres, pares, sostenedores) los tienen bajo constante supervisión. Para que sea efectiva (la supervisión) sólo sirve si es sistemática, tiene espacios de retroalimentación y de reflexión. Según la experta de la Agencia de Calidad de la Educación, la supervisión per se es nada y no aporta nada. “No obstante, en muchos colegios, los profesores se agobian al entregar planificaciones que alguien timbra y nadie lee, sienten que les supervisan pedacitos de clases, pero no les dan ningún reporte, perciben a sus coordinadores lejos de sus salas”.
En el año 2007 también solicitaron “contar con una mayor flexibilidad y libertad para educar a los niños, considerando sus diferencias” y buscaban la manera de adaptarse a los nuevos tiempos. “Estamos en una era cibernética, los computadores son necesarios, no son un lujo, de verdad los necesitamos”, señalaba una de las docentes encuestadas.
Por ello, cuenta Beatrice Ávalos, que la sociedad civil se ha organizado, y un grupo grande de instituciones y actores sociales está colaborando en un “Plan Maestro” que desarrollará una propuesta al gobierno sobre las necesidades referidas a docentes y cómo avanzar en la formulación de un proyecto de carrera docente que satisfaga a los profesores.
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