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Oct 2024 - Edición 287

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¿Qué esperan los alumnos universitarios de sus docentes?

La formación universitaria pretende un desarrollo de conocimientos y habilidades, pero también un crecimiento personal.

Por: Gerson Daniel Andueza López, del Instituto para el Futuro de la Educación del Tecnológico de Monterrey.
¿Qué esperan los alumnos universitarios de sus docentes?

Mucho se ha escrito con relación a lo que los alumnos de educación superior requieren para desempeñarse y ser competentes en el mundo laboral. También existe un sinnúmero de publicaciones de expertos en innovación educativa, así como diversas estrategias de enseñanza para desarrollar en los estudiantes las competencias que necesitan para obtener un empleo y desenvolverse exitosamente en un entorno de trabajo. Pero, alguna vez nos hemos preguntado ¿qué es lo que los alumnos de profesional esperan de sus profesores universitarios en cuanto a su formación?

Para abordar este tema, se realizó una investigación piloto con alumnos de la licenciatura de Psicología en la Universidad del Valle de México campus Cumbres, para conocer su satisfacción en relación con la didáctica mostrada por sus profesores y sus expectativas. La mayoría de los alumnos coincidieron en que la aplicabilidad teórica de los conocimientos, la experiencia profesional del docente y una buena organización de la clase son muy importantes. Sin embargo, un punto relevante que se encontró es que también buscan que los docentes muestren liderazgo, un gran sentido humano, la capacidad de trabajar en colaboración con otros actores, valores sociales y su intervención para resolver problemas comunitarios.

“Los alumnos no buscan centrarse solamente en la adquisición de conocimientos, también esperan que sus profesores les orienten en la búsqueda de un bienestar individual y social”.

Lo anterior coincide con múltiples investigaciones como la de Nieva y Martínez (2016) en relación con la formación de los educadores, donde se plasma al docente como un agente determinante para la transmisión de la cultura y la transformación de la sociedad. Otra similitud la podemos encontrar en el trabajo de Calderón y Loja (2018) sobre la necesidad de responsabilidad social y aplicabilidad de los conocimientos a los entornos reales. También en los análisis realizados sobre las expectativas para las escuelas del futuro (Deval, 2013), el papel preponderante de cambio social que le otorga John Dewey a la educación (Niebles, 2005) y en los reportes de la UNESCO para la educación superior y las habilidades necesaria para el siglo XXI (2017). En este último, se concretiza que la razón de la educación superior y la investigación deben ser parte fundamental del desarrollo cultural, socioeconómico y ecológicamente sostenible de los individuos, las comunidades y las naciones (2000), para lo cual el docente juega un papel preponderante durante todo el proceso de enseñanza-aprendizaje.

La didáctica de los temas contemporáneos es clave para la formación de los estudiantes del siglo XXI  

La calidad de la enseñanza en las universidades y la formación profesional ha sido un eje recurrente en la agenda mundial desde hace décadas debido a los cambios socioculturales, políticos, educativos y económicos por los que ha transitado nuestra sociedad. Considerando una visión global comunitaria de las problemáticas actuales y futuras, algunos de los temas prioritarios que se plantean las organizaciones internacionales (UNESCO, 2017) y las diferentes investigaciones (López, Martínez y Ponce, 2020), son:

  • Los tópicos que se deberían seguir enseñando, sus modificaciones y los que deberían incorporarse (por ejemplo: el acoso, la alfabetización digital, la ciudadanía mundial, el desarrollo sostenible, los derechos humanos, etc.).

  • La formación en investigación, la ética y su impacto en el desarrollo social.

  • La aplicabilidad del conocimiento para solucionar aspectos profesionales y comunitarios.

  • La necesidad de un desarrollo personal, la salud integral y el bienestar, entre muchos otros.

La forma en cómo se enseña todo lo anterior es un punto nodal del proceso de enseñanza-aprendizaje. Recordemos que la formación universitaria pretende un desarrollo de conocimientos y habilidades, pero también un crecimiento personal; y para lograr esta meta, es necesario poner especial énfasis en la capacitación de los profesores. Hay que tener en cuenta que muchos de los profesores universitarios genuinamente son profesionales competentes; pero esto no significa que necesariamente posean las habilidades pedagógicas imprescindibles para desarrollar las competencias que se esperan en los estudiantes para el siglo XXI. Se requiere de una formación especializada –y consciente– para implementar adecuadamente en el aula los nuevos programas educativos que buscan repercutir en la calidad de la formación general del futuro profesional y en la sociedad.

“Las nuevas generaciones hacen un llamado a quienes realizamos la función de docentes a fomentar una responsabilidad social reflexiva con miras al bien común”.

Para conocer de forma general lo que los estudiantes esperan actualmente por parte de sus profesores se elaboró un instrumento de evaluación y un reporte donde se indagan las características relacionadas con la percepción del estudiante en relación con la práctica docente durante su carrera. Se creó una escala de satisfacción respecto a la actividad docente por medio de juicio de expertos. Es un método de validación que implica concatenar opiniones fundamentadas de individuos con probada trayectoria en cierto tema, que cumplan con ciertas credenciales y que pueden aportar relevancia a una investigación, así como objetividad y acotaciones pertinentes. El instrumento después fue aplicado a más de 25 estudiantes de los últimos cursos de la carrera. Los resultados preliminares (Andueza, Rodríguez y Tobón, 2020) de las encuestas con los alumnos mostraron que los tópicos que consideran más relevantes son los siguientes: 

  • Relevancia de los temas o tópicos. Que los docentes logren demostrar los motivos por los cuales ciertos temas se revisan en las asignaturas (que exista una conexión lógica entre los tópicos abordados, la asignatura y la carrera).

  • Adaptación a los distintos contextos áulicos. Que los docentes logren adaptarse –en lo posible– a las necesidades de los grupos (por su volumen, diversidad, necesidades especiales, etc.) para tratar de crear un proceso de enseñanza-aprendizaje personalizado.

  • Amplitud en los procesos didácticos. Que los docentes muestren creatividad, innovación y variedad al aplicar diversas técnicas de enseñanza durante sus clases (proyectos, ensayos, debates, casos, prácticas, roles, etc.).

  • Liderazgo profesional. Que los docentes actúen como líderes dentro y fuera del aula, que promuevan los valores sociales, académicos y la ética de su profesión.

  • Compromiso social. Que los docentes logren despertar interés por la asignatura, la carrera y sus aplicaciones al bienestar social.

  • Aplicabilidad a problemas y necesidades reales. Que los docentes logren relacionar los conocimientos y habilidades trabajados durante las clases con el contexto social y la búsqueda de resolver necesidades de la comunidad.

Como podemos observar, durante su formación universitaria los alumnos no buscan centrarse solamente en la adquisición de conocimientos, también esperan que sus profesores les orienten en la búsqueda de un bienestar individual y social. Esto nos hace asumir que existe una necesidad específica de formación docente en los procesos de enseñanza-aprendizaje que promuevan la generación de competencias para resolver problemas del contexto social, que ayuden al desarrollo humano y que busquen aplicar lo aprendido en la práctica profesional de una forma ética.  

Reflexión

Las nuevas generaciones y el contexto sociocultural actual están haciendo un llamado a quienes realizamos la función de docentes para fomentar una responsabilidad social reflexiva y con miras al bien común, alejándonos del modelo de éxito individualista de años anteriores. Como formadores de personas, debemos reflexionar constantemente sobre nuestras prácticas y nuestra enorme responsabilidad social. ¿Estamos preparados los profesores para esta responsabilidad? ¿Cómo podemos apoyarnos entre nosotros y a los alumnos para lograr estos objetivos? Estas y otras cuestiones son planteamientos clave que debemos trabajar en nuestra práctica pedagógica diaria para las generaciones actuales y futuras.

Una carrera universitaria no solamente significa prepararse para cumplir cabalmente una profesión, sino que debe procurar la formación integral del individuo para que pueda intervenir de forma responsable en la solución de los problemas sociales. Esto implica que como docentes tenemos un llamado ético a la mejora continua. La creación de nuestra escala de satisfacción didáctica fue un primer paso para conocer la percepción estudiantil de nuestro quehacer en el aula. El siguiente paso es extender este proyecto a un mayor número de estudiantes en distintas modalidades de estudio. Invitamos a todos los colegas a revisar y adaptar nuestro instrumento para sus diferentes áreas y juntos buscar nuevas y mejores formas de abordar los procesos de enseñanza-aprendizaje en beneficio de los alumnos y la sociedad.        

 

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