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Por M. Solange Favereau, Académica de la Facultad de Educación de la Universidad de los Andes
¿Cuál es el sueño de un profesor en su hora de clases?
Todos los que transcurrimos gran parte del día en una sala de clases diríamos: que haya dinamismo, que participen reflexivamente, que salgan agotados de tanto pensar, que gocen con el saber, es más que los sintamos con “hambre” de conocer. Pero por el contrario, vivimos luchando contra la pereza intelectual y la voluntad de que quieran estudiar.
Es difícil, pero tenemos una herramienta que puede dar un giro a nuestra dinámica pedagógica: el arte de preguntar, pero no solo las preguntas que genera el profesor sino las que deben brotar de las mente inquieta de los estudiantes. Los tenemos tan acostumbrados solo a contestar, pero, ¿les damos la posibilidad de profundizar en su pensamiento mediante buenas preguntas? Al arte de contestar lo debe proceder el arte del buen preguntar.
Recomendaciones para que las preguntas sean motor del pensamiento:
Lo más triste de una clase es el silencio indiferente, con alumnos pasivos, donde depositamos nuestros conocimientos; muy por el contrario, no son almacenes, sino fábricas vivas de pensamientos originales.
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