En la última encuesta que realizamos a través de nuestro newsletter, le preguntamos a los profesores: ¿han asistido a algún tipo de perfeccionamiento en los últimos dos años? El 71,70% de ellos respondió afirmativamente.

Me pregunto: ¿Habrán sido voluntarias? ¿Fueron útiles? ¿Entregaron las herramientas necesarias para transferir lo aprendido a la sala de clases?

Actualmente se habla de educación de calidad. De buscar satisfacer al cien por ciento los requerimientos de la comunidad educativa, tanto en el ámbito académico, como en lo extra curricular. Se nos pide una mayor inversión de tiempo, resultados y más responsabilidades que nos desbordan; frente a alumnos con problemas que, muchas veces escapan a nuestras fuerzas.

Probablemente a comienzo de año nos propusimos algunas metas y objetivos profesionales, entre las que estaba el desarrollo personal. Éste no será solo sinónimo de asistir a charlas, seminarios y cursos en forma aislada, sino que es clave apuntar al perfeccionamiento continuo y sostenido en el tiempo.

Una buena idea será reforzar el estudio personal, el poner ilusión en la preparación de una buena clase, la mejor disposición a aprender de una conversación con un colega, a querer escuchar a un apoderado o simplemente a atender con paciencia a un alumno.

Seguramente las preguntas iniciales son difíciles de contestar, pues la formación personal y profesional es un intangible difícil de evaluar. Lo que el profesor realmente necesita es una férrea voluntad, un propósito firme de irradiar conocimientos, de trasmitirlos y de cooperar en la formación intelectual, académica y personal de sus alumnos.

Editorial Revista Educar junio de 2013