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En contextos actuales, en que la población ha ido perdiendo la confianza pública, la escuela se ve desafiada a ser un ejemplo. Hoy más que nunca se necesitan equipos directivos y directores cuya ética y credibilidad sean un ejemplo, asegura Mario Uribe, director de Gestión y Liderazgo Escolar de Fundación Chile y consejero de la Agencia de Calidad de la Educación.
Por Marcela Paz Muñoz Illanes
Ajuicio del académico, quien conoce de cerca la realidad educacional de países como Canadá y Australia, cada escuela responde a un contexto y demandas propias, “por esa razón, no siempre un buen director de una escuela ‘x’ necesariamente repite la misma buena gestión en una escuela ‘y’ ”.
Un buen profesor logra reducir la brecha de inequidad, en cambio ¿cuál es el cambio clave que logra un director efectivo?
—En general, los directores de excelencia son aquellos que permiten que sus estudiantes se formen y aprendan de acuerdo a su etapa de desarrollo y las expectativas de la comunidad. El logro de estos resultados no es a cualquier costo, e implica un comportamiento ético del director y del equipo directivo que cautela la no segregación (de ningún tipo) y transmitiendo bajo diferentes modalidades el mensaje positivo de que todo estudiante “puede” aprender.
El contexto de mayor complejidad y exposición en que se dan actualmente las relaciones sociales plantea un nuevo desafío a la convivencia escolar. Esto, sumado a un entorno con conceptos más amplios de tolerancia y respeto a la diversidad, harán que la gestión de la escuela se base en acuerdos amplios y cuidadosos. Así, un sello de buen liderazgo será tener las habilidades sociales y la capacidad de enfrentar conversaciones difíciles con una óptica constructiva.
Detengámonos un poco más en el comportamiento ético del director escolar y su equipo. Todo lo que ocurre en la sociedad afecta positiva o negativamente a la escuela. Las lecciones de solidaridad son un ejemplo a seguir y, por el contrario, cuando la conversación cotidiana se satura de comentarios sobre actos que rompen la confianza pública, la escuela se ve desafiada a ser un ejemplo de que las relaciones entre personas se desarrollan en un marco de valores universalmente aceptados. Si esto ocurre, más se necesitan equipos directivos y directores donde su ética y credibilidad sean un ejemplo de lo cotidiano y no de lo excepcional.
¿Cómo debe trabajar un director exitoso?
—Debe conocer e interpretar el contexto o entorno de la escuela, las relaciones con la comunidad, la pertinencia en la planificación, el conocimiento de las capacidades de los profesores, las acciones de apoyo a la labor docente y la generación de confianza son algunos de los temas propios que cualquier director debe considerar; sin embargo, los énfasis serán muy distintos según cada escuela en particular.
Hay una permanente tentación por estandarizar y buscar claves. No obstante, a mi juicio es preferible, aun cuando ello implica más trabajo, reconocer y caracterizar para cada escuela una gestión pertinente para que logre sus objetivos.
Se sabe que los directores empoderados son el segundo factor más importante en el logro de las escuelas efectivas. ¿Por qué?
—Antes de responder, creo necesario hacer una precisión: sabemos, por la investigación de directivos en Chile, que contar con directivos más “empoderados” o con atribuciones, no se traduce necesariamente en que hagan uso de esas atribuciones o mejoren sus prácticas, en relación con otros que cuentan con menos atribuciones o estén menos empoderados.
Dicho esto, sin duda hay un consenso en la importancia del liderazgo ejercido por los directores, que cuando se logra, influye poderosamente en las prácticas de los docentes, la cultura interna de trabajo y la efectividad de la escuela.
En el entendido que la calidad de la docencia es la variable al interior de la escuela que hace la diferencia cualitativa, el rol del director es determinante a la hora de analizar los temas y forma en cómo se apoya y dan las condiciones necesarias para que un profesor realice su trabajo en forma adecuada, con apoyo y sin distracción de su rol fundamental de generar dinámicas para el aprendizaje de sus estudiantes.
¿De qué modo han trabajado en este tema en escuelas en Canadá y en Australia?
—Cada sistema ha respondido a momentos y circunstancias muy distintas a la chilena. Desde el punto de vista de la comunidad, un hecho que marca fuertemente a esos sistemas es el compromiso de la familia con la escuela, en un escenario donde un porcentaje muy alto de la población son inmigrantes. Los directivos de las escuelas confían en los estudiantes y las familias y, éstos confían en la labor profesional de los profesores y directivos. Aquello es muy relevante, aunque por cierto no es lo único.
Esos proyectos educativos, los directores escolares también se destacan por ser muy rigurosos en términos profesionales: se capacitan permanentemente en prácticas de aula y usos de datos, y además generan redes entre directores para el aprendizaje continuo.
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