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Regístrate y accede a la revistaLa lectura recreacional va a la baja, también la calidad de los contenidos. Pero, ¿es esto una mala noticia?
“Los jóvenes y adultos no leen”. Esta es una de las ideas más arraigadas en nuestra forma de medir los niveles de lectura en aquellas personas para los que este hábito ya no es una obligación escolar.
La encuesta más reciente del Módulo de Lectura (MOLEC) del INEGI arroja datos desalentadores. En 2015, solo un 50,1 % de los mexicanos encuestados de 18 años o más, declararon haber leído al menos un libro en los últimos 12 meses. Actualmente, esta cifra de este mismo grupo ha bajado a 42,2 % en tan solo cuatro años.
Sin embargo, este sector particular del conteo toma en cuenta solo la lectura de libros completos dentro de los materiales considerados por el MOLEC, pero para tener una imagen más clara del estado de la lectura de los jóvenes en México, es necesario expandir el contador a una lista de contenidos más diversos.
Cuando pensamos en contenidos etiquetados como de no ficción, lo primero que se nos viene a la mente como maestros son libros de textos, quizás luego estudios, investigaciones, ensayos, crónicas; en otras palabras, materiales tradicionalmente académicos.
Si decimos que lo más que leen los jóvenes y adultos hoy en día es contenido no ficcional, nos encantaría que fuera de ese carácter académico, sin embargo, esa idea dista de la realidad. El lugar donde más consumen contenido de lectura no es la biblioteca ni una base de datos didáctica, son las revistas y las redes sociales. La misma encuesta del MOLEC sostiene que el porcentaje de mexicanos que basa su dieta de lectura en este tipo de contenidos de entretenimiento asciende a 67,7 %.
Esto puede ser una noticia buena o una mala, podemos hacer un argumento fuerte acerca de la calidad de este material; las revistas de entretenimiento y los espacios en redes sociales no son la fuente más crítica y certera de información.
En muchas ocasiones su contenido entretiene y adormece más de lo que entretiene y cultiva, pero, como cualquier herramienta mediática o instrumento de información, su interpretación y aprendizaje consecuente depende totalmente de un proceso activo de lectura, provisto de lógica, pensamiento crítico y sentido de la investigación.
Bajo este contexto, no es el material de lectura el que puede ser inútil, sino la forma en que lo leemos. Hasta un texto encontrado en Internet que abogue por la validez del movimiento anti-vacunas puede ser una excelente herramienta para la práctica de la comprobación de datos y el aprendizaje para detectar los contenidos tendenciosos o falsos.
“Todos los maestros y estudiantes necesitan las habilidades que tiene un periodista”, comentó Esther Wojcicki para el Observatorio de Innovación Educativa el pasado diciembre durante la última edición del Congreso Internacional de Innovación Educativa del Tec de Monterrey (CIIE). La educadora y vicepresidenta del Consejo Asesor de Creative Commons, explicó que la lectura no es solamente una herramienta para obtener información, sino para formar las bases de la comunicación y la visión del mundo.
Para Wojcicki, recolectar información es solo el primer paso del proceso que inicia la lectura, a lo que le sigue descifrar el argumento central del contenido que se lee, comprobar su veracidad, relevancia y utilidad; para finalmente comunicar lo aprendido en estos contenidos de forma efectiva.
Esta es la principal razón por la que la lectura es una herramienta didáctica fundamental. La también periodista recalcó la importancia de entender este nivel de lectura como un derecho a los que todos deben tener acceso desde edad escolar.
Leer siempre fue un “deporte en solitario”, sin embargo, la llegada de las redes sociales ha transformado la lectura y la ha convertido en una actividad colectiva. Hoy en día no basta con leer un texto, es necesario compartirlo, llevarlo al encuentro de otros puntos de vista, y hasta en algunas instancias podría decirse que leemos para compartir más que para conocer.
La lectura se ha convertido en una de las herramientas más usadas para conectar con otros, una audiencia creada por cada internauta que parte desde su propio espacio digital. Es por eso que espacios como los learning commons son tan necesarios para que la intención educativa alcance nuevas interpretaciones y usos de la lectura marcados por el auge de los contenidos digitales y las plataformas en las que se comparten.
Para Wojcicki este es el proceso que deben seguir los estudiantes para familiarizarse y aprovechar al máximo la investigación y lectura de contenidos digitales. Este enfoque de aprendizaje invertido es una de las mayores ventajas de entender la lectura como una actividad social de la que pueden aprender hasta los mismos docentes al momento que los alumnos comparten información nueva.
Si queremos seguir aprovechando la lectura como herramienta didáctica es importante actualizar nuestras métricas y lo que entendemos como lectura útil. A veces no se trata de cuántos libros se leen al año, sino de lo que se entendió de cada lectura, si existió una capacidad de comunicación efectiva al momento de compartir lo aprendido y si el ejercicio de la lectura activa que propone Wojcicki realmente nos lleva la obtención de habilidades y nuevos conocimientos.
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