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Regístrate y accede a la revistaCarmen Pellicer es pedagoga, teóloga y escritora española, líder de programas educativos en su país y a nivel mundial. Es presidenta fundadora de la fundación Trilema, que pone el aprendizaje como eje del desarrollo de todos los aspectos fundamentales de la vida, que forma profesores en España y más allá de sus fronteras, y que ha creado una red colaborativa llamada “Escuelas que Aprenden”.
Conversamos con Carmen Pellicer sobre la cultura colaborativa y el modelo exitoso de gestión Rubik, que se implementa en las Escuelas Trilema que son de propiedad de la fundación:
Estas escuelas las hemos tomado en situaciones precarias y les hemos dado una vuelta muy importante y de ser escuelas que estaban a punto de cerrar, hoy son escuelas con lista de espera para entrar, en un periodo corto de tiempo.
La red Escuelas que Aprenden, es más diversa, han entrado escuelas de todo tipo, hay dos escuelas de Guinea Ecuatorial, dos en Colombia. En España hay más grandes, más pequeñas, públicas y privadas.
Estas adaptan el modelo, que coexiste con su ideario, con su carácter propio con su idiosincrasia, pero pedagógicamente, organizativamente y curricularmente van haciendo apuestas en la línea del trabajo de la organización.
¿Qué tan importante es en la educación la cultura colaborativa?
Es esencial para que los procesos de cambio tengan éxito, al final necesitas generar una cultura de colaboración entre los profesores. Si tú quieres cambiar la metodología y la forma de enseñar, cambias la manera de aprender de los niños. Si tienes una mirada vertical del currículo y quieres que sea interdisciplinario, necesitas que los profesores trabajen juntos. Y esto no es fácil, porque la tradición y la formación que tenemos los docentes es muy individualista. De modo que mi clase es mía, y en mi clase hago lo que yo quiero. Esto requiere romper el individualismo, y para eso hay que creer en el proyecto y hay que generar oportunidades de encuentro.
Hay que agendar las oportunidades de encuentro, para mí eso es muy importante. Es decir hay que agendar las horas en las que la gente trabaja junta con un fin que sea valioso. Y eso supone que los líderes sacrifiquen otro tipo de cosas para crear esa cultura de colaboración.
En las escuelas “Trilema” se trabaja el modelo Rubik, y es el modelo que adoptan las que pertenecen a la red “Escuelas que Aprenden”. ¿Cómo se explica el modelo?
Rubik es un modelo de cambio sistémico, cuando se quiere cambiar una escuela, una institución educativa o un grupo de escuelas, la tendencia hasta ahora ha sido invertir mucho en un aspecto del centro. Han habido muchas modas, hubo una época en la que había que meter mucha tecnología, de pizarras digitales, y se pensaba que si los niños tenían Ipad las cosas iban a cambiar, pero esto no es cierto. Ahora está de moda el aprendizaje cooperativo, todo eso tiene su lugar, pero necesitas un planeamiento sistémico de toda la escuela.
Rubik es esa metáfora en la que para resolver el cubo tienes que mover todos los colores en forma simultánea.
Hay tres aspectos que pertenecen a la tarea de cada docente, que pueden cambiar dentro del aula. El currículo: qué enseño, por qué lo enseño, qué es fundamental que mis alumnos aprendan, cuáles son las prioridades en el currículo, una visión vertical de éste y cómo insertas competencias en el currículo. Es decir, una serie de preguntas sobre el contenido del proceso de enseñanza y
aprendizaje.
Esto me lleva a un cambio profundo en las metodologías, cómo doy clases. O sea cómo hacen mis alumnos, como introduzco la integración social, como introduzco metodologías que activen pensamiento crítico y creativo etc. Eso lleva un cambio en la evaluación, si yo cambio la manera de enseñar y de aprender, tengo que cambiar la manera de evaluar. Es un cambio de cultura, uso de herramientas de evaluación de aprendizaje, modelos de acompañamiento personalizado etc.
Esos tres aspectos tienen que ver directamente con lo que pasa dentro del aula, pero para que cambie una escuela, hay que tocar también la organización de la escuela. Los tiempos, los lugares los espacios, los recursos. O sea cómo se gestiona esto con flexibilidad y autonomía.
La quinta cara es la personalización. Lo que nos dice la neurociencia es que cada mente aprende de una manera distinta y por lo tanto hay que encontrar maneras personalizadas de ayudar a cada niño. Y esto es romper muchas veces las reglas homogéneas con las que funcionan las escuelas.
La sexta cara es el liderazgo. Se necesita un liderazgo fuerte, compartido y que capacite a todos los profesionales. Que empodere a todos los profesionales, que sea una especie de savia que recorre
la organización.
No hay aspecto más importante uno que otro, pero si tuviéramos que elegir, claramente el liderazgo es clave. Si no tenemos un buen liderazgo lo demás se cae.
¿Qué opina respecto del uso de la tecnología en la educación?
Hoy la tecnología no es voluntaria, es un aspecto fundamental en la vida de un niño desde principio a fin y no se puede elegir, si educar o no educar tecnológicamente, eso es lo primero.
Lo segundo es cómo se hace, qué espacio y qué tiempo se le dedica. Son muy distintos los criterios en las edades más temprana que en las edades más adolescentes. Yo creo que los niños de 6 y 7 años no deberían tocar mucha tecnología, en primaria se debe limitar a funciones de búsqueda de información pero no una dependencia de la tecnología. Pero ya en secundaria sí que tiene que haber una relación fluida con la tecnología, porque al final estos niños viven con la tecnología y luego porque la preparación inmediata para determinadas disciplinas o el mundo profesional va a requerir competencias tecnológicas.
Creo que hay que hacer un buen desarrollo evolutivo de las competencias tecnológicas, que creo que aún no está muy claro. Ha habido mucho fetichismo en torno a la tecnología, pensando que meter cacharros en las aulas iba a motivar a los alumnos, y que iba a innovar en las clases, y eso no es real. La tecnología por sí misma no supone una innovación.
Francia echa un pie atrás, Inglaterra también, Finlandia un paso adelante. Hay mucha disparidad, pero aún es pronto, la irrupción ha sido tremendamente vertiginosa, es pronto para valorar cuáles serán los efectos en las próximas generaciones, de la inserción tan rápida de las tecnologías dentro de las aulas. Habrá que esperar un poco, para ver cómo afecta la memoria, los procesamiento de información, el pensamiento crítico, imaginación y creatividad.
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