Durante los primeros cinco años de vida, el cerebro de una persona alcanza el máximo potencial de desarrollo, es decir, la mayor cantidad de sinapsis se producen en la primera infancia. Por eso es muy importante, lo que se ha llamado Educación Inicial.

La evidencia científica sobre el desarrollo del cerebro humano indican, por una parte que la estimulación temprana mejora el desarrollo cognitivo de los niños, pero al mismo tiempo se evidencia que las brechas de aprendizaje comienzan a producirse antes de lo que se pensaba.

La Educación Parvularia, es hoy en día para los expertos, la más potente herramienta para reducir la inequidad en la educación. Y es que el desarrollo del vocabulario de un niño que asiste a un jardín versus el que no lo hace es realmente significativo, haciendo una gran diferencia no sólo en su capacidad de expresarse oralmente, sino también en su capacidad de comprensión, que se amplía considerablemente al conocer y utilizar más palabras.

Además en esta etapa de la vida (2 a 4 años) es cuando se adquieren habilidades sociales de trascendencia. En una mirada adultocéntrica, acciones como levantar la mano para opinar o preguntar, compartir y jugar con otros niños, esperar el turno, etc., pueden resultarnos simples, pero todas requieren de un aprendizaje que es difícil que los niños adquieran en sus casas, estando al cuidado de la mamá o de familiares.

En nuestro país se ha mejorado la cobertura, hoy hay más jardines y salas cunas. Se pasó de 23% a 56% en niños que van a niveles medios. Pero se está lejos de los promedios OCDE. La tasa de asistencia a la Educación Parvularia en Chile es de 18% de los niños entre 0 y 2 años. En la OCDE, esa cifra es un 33%. Asimismo, niños de 3 años, en Chile el 54% asiste a jardín mientras que en la OCDE es de 71%.

Como lo señala Julia Sande, de la Subsecretaría de Educación Parvularia del MINEDUC, hay que saber los niveles de cobertura, matrícula y asistencia para generar políticas públicas que den respuesta a las necesidades de las personas.

Julia señala que “está visto que cuando se mejora la calidad, mejora la asistencia también. Consideramos que es un foco fundamental, mejorar la calidad en el aula, pero en un trabajo articulado con las familias”.

Respecto de la valoración de esta enseñanza, Julia Sande dice que este es un desafío “…es importante que las familias vean la diferencia que se produce cuando un niño sí va al jardín, en comparación con otro que no va. Por eso nosotros hablamos de una oferta pedagógica oportuna y pertinente, pertinente al contexto, que le haga sentido al adulto y a los niños, eso logrará elevar el nivel de valoración que existe”.

Por su parte Paula Cruzat, directora ejecutiva de la Fundación Crecer con Todos, señala que hoy más que nunca hay conciencia que invertir en la primera infancia es más barato que hacerlo cuando los niños son más grandes.

Para Paula, “es necesario que los papás en especial entiendan la importancia que los niños asistan al jardín, que su estimulación temprana, puede marcar la diferencia en su éxito o no en la vida escolar”. Además es importante que los niños lleguen a la hora que corresponde, “asistir, pero llegar tarde no tiene el mismo efecto que tiene estar desde que se da inicio a la jornada”.

La experimentación y el juego que se produce en el espacio del jardín infantil, les permite profundizar en las aproximaciones a un lenguaje oral más complejo, ampliando su vocabulario y acercándose a nociones matemáticas y físicas que después serán indispensables para procesos más complejos y claves para las habilidades requeridas en la escuela. El impacto de la asistencia a un jardín infantil puede observarse desde la enseñanza básica hasta la educación superior.