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A ser disciplinado no se aprende por arte de magia. Ese valor es muy relevante e indispensable, pero se debe educar, especialmente hoy en día, en que cambiaron las coordenadas de relación entre adultos y estudiantes. Conversamos con Luz María Budge, miembro de la Agencia de Calidad de la Educación, e Isidora Mena, psicóloga de Valoras UC.
Justo en momentos en que los “Cuestionarios de Calidad y Contexto” aplicados en el 2014 revelaron que cerca del 20% de los alumnos de octavo básico y segundo medio declaraba haberse sentido siempre o casi siempre discriminado en su entorno escolar por motivos de raza, condición socioeconómica, religión u orientación sexual, les entregamos reflexiones que permiten contar con escuelas más inclusivas y ambientes más seguros. Sobre la forma de revertir esta percepción entrevistamos a dos expertas en la materia: Luz María Budge, miembro de la Agencia de Calidad de la Educación, e Isidora Mena, psicóloga de Valoras UC.
Antes que nada, aclara la psicóloga de Valoras UC, es necesario comprender qué entendemos por inclusividad real. “Es decir, aquella que aporta a todos, no solo a los ‘incluidos’. Sin ese primer paso, no se activará la creatividad para diseñar aulas y pedagogías que permitan la inclusión. Tampoco, las ganas de aprender más sobre esto, cosa indispensable, porque no es ‘llegar e incluir’, menos en un país que es muy discriminador y clasista, como lo es el nuestro”.
¿Cómo fomentar escuelas inclusivas?
LMB: “Creo que lo importante es que existan proyectos educativos diversos y que quienes opten por la inclusión, puedan destinar recursos para contar con todos los profesionales requeridos para lograr una inclusión verdaderamente efectiva y que dé oportunidades de desarrollo al máximo de su potencial para cada uno de los individuos. La inclusión abarca áreas cognitivas, sociales, físicas o una combinación de estas en muchos grados. Un establecimiento educacional inclusivo es un colegio de alta complejidad y requiere de la mayor atención”.
Asimismo, para generar ambientes seguros al interior de las escuelas, sostiene la experta de la Agencia de Calidad de la Educación, “estoy convencida profundamente de la relevancia de una educación muy centrada en la autorregulación y en formar niños muy conscientes de las consecuencias de sus actos. Creo que en la medida en que se enseñe a actuar reflexivamente, se estará formando a personas más respetuosas de su entorno y de sus semejantes y, a la vez, más capaces de cuidarse a sí mismas”.
Para lograrlo, explica la psicóloga de Valoras UC, la organización comunitaria es una buena estrategia que nos permite generar ambientes seguros. “Después del terremoto del norte, trabajamos como Valoras UC en un proyecto para generar espacios seguros con 135 establecimientos educacionales, precisamente apoyando la creación de comunidades docentes. Todos los establecimientos que llevaron a cabo las propuestas prácticas para hacerlo, mejoraron la sensación de seguridad de las personas que participaron”.
¿Es realmente factible mejorar los actuales índices de convivencia escolar?
LMB “A mi juicio, en gran medida surgen los problemas de maltrato escolar si las reglas no son claras o no se respetan. Creo que la mejor convivencia escolar se da en los establecimientos donde se pasa bien, los profesores están entusiasmados con sus clases, los alumnos son curiosos e inquietos, el establecimiento plantea desafíos, todos saben lo que se espera de ellos, y cuando algo no funciona, hay consecuencias que pueden no ser buenas ni agradables, pero que son parte del proceso”.
Cuenta Isidora Mena, el tema clave para las escuelas es contar con un Proyecto Educativo Institucional (PEI) que “declare qué convivencia se espera al interior del establecimiento, su fundamento y las medidas que se tomarán para su implementación”. Congruente con el PEI, debe existir un sistema normativo que se centre en las acciones efectivas que llevarán a cabo para lograr los objetivos. “Que se conozca, que se aplique siempre, con normas claras, pocas, y con sanciones que reparen el daño. Normalmente, las sanciones tradicionales de llamar a apoderados, suspensiones en la casa y expulsiones no sirven para mejorar la convivencia. Al revés, la empeoran. Y sin normas y consecuencias: la situación es peor”.
¿Es posible, entonces, formar alumnos disciplinados en las escuelas?
LMB: “Fomentando desde el preescolar un sentido de la responsabilidad, del cumplimiento del deber, de la reflexión sobre las consecuencias de sus actos y, sobre todo, siendo consecuentes”.
IM: “Enseñándoles. La disciplina es muy relevante, indispensable, pero que se debe educar, especialmente hoy en día, en que cambiaron las coordenadas de relación entre adultos y estudiantes. En general, todos valoran la disciplina, se quejan de que no hay o cuesta mucho, pero creen que es algo que se da por arte de magia. La disciplina escolar es un trabajo pedagógico que hay que aprender”.
¿Han sido beneficiosos los manuales de convivencia escolar, particularmente porque las denuncias de maltrato siguen aumentando?
LMB: “Ciertamente protocolizar los procedimientos que rigen la convivencia es positivo y beneficioso. Aquello responde a acciones de personas que en un colegio pueden provenir de muy diversos patrones de relación; por lo tanto, sus márgenes respecto a lo que consideran maltrato pueden variar mucho. La interpretación de una burla o de un empujón puede ser muy distinta. Asimismo, se ha producido una mayor socialización del concepto de abuso y de maltrato y, desde ahí, un mayor conocimiento de los derechos implícitos, y por ende de la frecuencia de las denuncias y su tenor”.
El mayor número de denuncias, explica la experta de la Agencia de Calidad de la Educación, “no significa necesariamente aumento de maltrato sino un incremento en la percepción de éste y la búsqueda de solución por la vía legal. Un tercer punto para completar la pregunta se refiere al uso de los manuales que, a mi modo de ver, debieran ser tan relevantes como alguna vez lo fueron los reglamentos de disciplina; pero, para que lo sean, deben ser conocidos y comprometidos por los apoderados, conocidos y aplicados sistemáticamente por los profesores y directivos y conocidos por los alumnos en sus alcances y consecuencias. Reitero la importancia de la consistencia y sistematicidad por cuanto es lo que constituye el pilar o eje del proyecto educativo”.
“Los manuales son interesantes, pero no bastan. Convivir en la escuela en las condiciones actuales, de cobertura total, integración y diversidad, más conocimientos y mucha evaluación, diferencias en las relaciones con estudiantes y jóvenes, es un fenómeno que naturalmente produce problemas de convivencia que pueden llegar al bullying. No basta con manuales. Se requiere reflexión y formación, y ejecutar muchas ‘nuevas prácticas’”, explica Isidora Mena.
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